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Pregón íntegro de Tomás Domínguez para la AVV de El Puente y Huertas de la Artesa
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FIESTAS VECINALES

Pregón íntegro de Tomás Domínguez para la AVV de El Puente y Huertas de la Artesa

Actualizado 06/08/2016
Tomás Domínguez Cid

Siempre he tenido la convicción de que los vecinos del Puente son "gente de frontera", tanto en tiempos de paz como de guerra

Saludos a autoridades.

Vaya mi más cordial saludo a Manuel Marcos Lima, no porque sea mi primo, que también sino, en este caso, porque es el presidente de la Asociación de Vecinos "El Puente y Huertas de la Artesa", saludo que hago extensivo a toda la Junta Directiva de la misma y a todos Vdes., señoras y señores.

Mi saludo especial José Manuel Jerez que me "fichó" para dar el pregón de vuestras fiestas esta noche y que en su presentación me ha dedicado elogios que no merezco o que, por lo menos, por lo menos, son un poco exagerados

Sin duda se deben a que nos conocemos desde hace años, nos llevamos bien (yo diría que muy bien) y, por si fuera poco, desde hace algo más de un año lo veo prácticamente todos los días en su faceta de Concejal del Ayuntamiento ya que se toma muy en serio este cargo y raro es el día que no se da una vuelta por la casa consistorial. Entra saludando a diestro y siniestro y para todos los que allí trabajamos siempre tiene un saludo cordial o una frase amable.

Su trabajo por el Arrabal del Puente es de todos conocido y debe de ser valorado en su justa medida, es decir, con una nota alta.

Muchas gracias José Manuel y sigue así.

Por cierto, que por aquí, por el Arrabal, en 1819 vivía un tal Francisco Jerez al que el Ayuntamiento tenía autorizada la venta de vino en este barrio, a lo mejor era un antepasado tuyo.

Quiero decir en primer lugar que estoy muy a gusto aquí con vosotros esta noche, en este arrabal que recibe su nombre ese magnífico puente, llamado de siempre "romano" pero que no lo es, ya que el pobre lleva tantos siglos sufriendo roturas y reparaciones a causa de las crecidas del Águeda que no sé yo si quedará alguna piedra de las que pusieran los romanos en su origen pero aun así es una obra magnífica de ingeniería y para el que el Ayuntamiento, con muy buen criterio, ha pedido sea declarado Bien de Interés Cultural, tanto por sus características constructivas como por su historia y la importancia que a lo largo de los siglos ha tenido para Ciudad Rodrigo y su tierra.

Bien, seguramente todos los pregoneros que habéis tenido han hablado, de una manera o de otra, o han dedicado algunas palabras a vuestra asociación vecinal y yo también lo voy a hacer porque es de obligado reconocimiento.

Esta Asociación de Vecinos quizá no sea de las más antiguas, ya que fue fundada en 1999, pero han sido diecisiete años en los que ha desarrollado una actividad muy considerable.

Ahora que ciertas asociaciones mirobrigenses de todo tipo, van tirando mal que bien, resulta que la del Puente y Huertas de la Artesa sigue con la misma ilusión, trabajando con ahínco y esfuerzo por mejorar el entorno en el que se ubica, que todos sabemos que quizá no sea el mejor para desarrollar su labor, por las situaciones que se dan en este barrio tan especial de Ciudad Rodrigo.

La asociación ha entendido como ninguna otra de la Ciudad, la necesidad de la unidad, del estar hombro con hombro para lograr mejoras para el barrio.

Algunas se han conseguido, otras no pero estoy seguro que, poco a poco, se irán mejorando aquellas cosas en las que sea necesario la mejora y consiguiendo aquellas otras que resultan imprescindibles para que la vida ciudadana discurra con normalidad.

Normalidad que creo que es a lo que todos aspiramos o deberíamos aspirar: buenas relaciones vecinales, sin importar raza, religión o condición social, calles arregladas y limpias, farolas que den luz, seguridad para que nuestros hijos y nosotros mismos podamos ir por la calle sin ningún temor. Normalidad y respeto a los que todos, en una misma ciudad, en un mismo país, deberíamos de tener derecho y obligación. Subrayo de lo derecho y además pongo en negrita lo de "obligación", que la ley y las normas de buena convivencia se han hecho para ser cumplidas por todos, vuelvo a subrayar.

En fin, cosas muy básicas pero que hacen la vida más fácil, más amable y más soportable.

Por eso, determinadas asociaciones deben de seguir estando, para ofrecer un frente común de vecinos unidos para mejorar esas calles, esos servicios, esa seguridad y, sobre todo, para ayudar a conocerse los unos a los otros, para hacer fiestas como estas que estamos celebrando, que nos ayudan a conocernos mejor y a charlar un rato con este o con aquel vecino que hacía unos días que no veíamos.

Me permito sugerir a la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos de El Puente y Huertas de la Artesa, que promueva más fiestas, más actividades, más encuentros entre los vecinos, aunque sea tan solo para algo tan sencillo y tan importante como verse, hablarse, sentirse vecinos y amigos.

En esta sociedad moderna que todos estamos contribuyendo a crear, cada vez más, predomina el individualismo, el importarnos poco el destino de nuestro vecino, estamos poniendo el yo por encima de todo y de todos y eso, a la larga, no traerá nada bueno.

Por ello estas fiestas o estos encuentros, aunque sean sencillos, hacen que nos sintamos más cerca unos de otros y ayudan a establecer lazos de unión, de buena vecindad, de compañerismo, del echarse una mano.

De eso aquí en el Puente sabéis mucho.

Siempre he tenido la convicción de que los vecinos del Puente son "gente de frontera", tanto en tiempos de paz como de guerra.

Que subían los árabes de la Extremadura, al arrabal del Puente era donde primero llegaban. Que venían los vecinos portugueses con ganas de gresca, pues los vecinos del arrabal tenían que poner pies en polvorosa para refugiarse tras las murallas.

De siempre se pensó en dotar el Arrabal de unas defensas contra los soldados enemigos pero no hay constancia de que se llegaran a hacer, si acaso alguna tapia endeble que era barrida sin ningún problema por el enemigo.

Bueno, allá por al año de 1659, cuando la Guerra de Secesión de Portugal, se piensa hacer una atalaya para vigilar las idas y venidas de los ejércitos luso-austriacos y que se fortifique de alguna manera el Arrabal pero la inexistencia de datos documentales posteriores y la falta de referencias en los planos de diferentes épocas que se conservan, indican que poco o nada se hizo y el Regato del Bodón siguió siendo la débil defensa natural que se ofrecía al barrio, así que a poco mal que vinieran dadas se salía pitando Colada o Cuesta de Santiago arriba. A toda velocidad si el viejo puente estaba bien, porque cada dos por tres venía una riada y se llevaba algún ojo.

Que esa es otra, la de las riadas, porque mucho hablar de la del nueve o de la del dos mil, la primera conocida por la muerte de varias personas y los graves destrozos ocasionados en ganados e inmueble y la otra porque prácticamente todos los que aquí estamos esta noche, salvo los más jóvenes, la recordamos con angustia y desazón, pero hubo más, muchas más.

Si repasamos un poco la historia vemos que, efectivamente, el Águeda, cada dos por tres daba algún susto.

El historiador Mateo Hernández Vegas dice que en 1448 una avenida se llevó el puente y que mientras se arreglaba una barca se encargaba de pasar vecinos y bestias de un lado al otro, por el módico precio de un maravedí por un hombre solo o acompañado de una bestia y si traía el tal hombre más bestias, pues un maravedí más por cada una de ellas a mayores.

En 1549 está nuevamente arruinado y se acuerda reedificarlo de nuevo, antes que lleguen las lluvias, pagando el coste de la obra entre Ciudad Rodrigo y los pueblos de los alrededores, que también se aprovechaban de él para el paso de ganados y mercaderías y como las arcas municipales andaban escasas de dinero, la parte a reconstruir se hace de madera.

Pero nada, como si lo hubieran urdido con mimbre, ya que el 3 de diciembre de 1558, es decir, menos de nueve años después, el río se llevó el reparo que se había hecho, con lo que hubo que volver a reconstruirlo.

Aunque quizá unas de las peores inundaciones sería la que nos narra otro historiador, Antonio Sánchez Cabañas, en la que dice que a finales de 1625, en los meses de noviembre y diciembre hubo grandes avenidas y crecientes de los ríos. En particular el día 26 de diciembre, entre las nueve y las diez de la mañana sobrevino tal diluvio de agua y vientos tan furiosos que levantaban tejados y derruían casas, produciéndose la mayor crecida que recordaban los más viejos del lugar y que duraría más de 4 horas.

Pocos días después, el 26 de enero de 1626, después de unos días de fuertes vientos que se llevaba tejados y empujaban a la gente contra las paredes de las casas, comenzó a llover durante la noche y a las ocho de la mañana comenzaría a crecer nuevamente el Águeda.

El cura de Santa Marina, tuvo que interrumpir la misa porque comenzó a entrar agua en la iglesia de tal manera que no pudo siquiera poner a salvo al Santísimo y todos los vecinos tuvieron que desalojar el arrabal subiendo a la ciudad, salvo algunos que se encaramaron al tejado de la iglesia.

Dos horas después, continúa contando el historiador Sánchez Cabañas, de las casas del arrabal solo se veían los tejados y a las personas que se habían subido al de Santa Marina y a las once de la mañana se llevó la parte del puente que, que aunque era de madera, estaba construido con grandes vigas y muy bien armado. A las doce se llevaría otro tramo del puente.

Sigue Cabañas: Todas las huertas se llenaron de agua y a muchas de ellas las barrió, sin quedar cosa en ellas. Las aceñas quedaron destruidas, unas por el suelo y otras sin ruedas y llenas de cascajo, que en muchos días no fueron de provecho. Y esto fue causa que faltó la harina y se encareció el pan y no se hallaba por ningún dinero; y los que tenían harina no avía hornos para cocer el pan, por falta de la leña que no se podía traer por el mal temporal y malos caminos, ni podían venir de los lugares con bastimentos. En la iglesia catedral y en las demás iglesias y conventos se hicieron este día muy grandes plegarias con grandes clamores de campanas, para templar los aires y aplacar a Dios.

Y todo esto de antiguo, pero ya en el siglo XIX, siguieron las cosas poco más o menos.

Así, el año 1823, el agua entra en las casas a una altura de 1 y dos varas (una vara medía casi un metro), o sea, que calculen.

Ante las grandes lluvias los vecinos del Arrabal piden en 1843 se tomen medidas sobre el puente del Regato Bodón que al estar arruinado y siendo sus ojos pequeños, los vecinos temen haga represa. Llueve tanto ese año que hasta parte de la pared del cementerio se ha caído.

En 1845, los vecinos piden se are o se drague el cascajal del puente para evitar inundaciones y conseguir que el río vaya a su cauce.

En 1902, vuelven a ser noticia las inundaciones en el Puente.

Por supuesto hay que citar las del 22 de diciembre de 1909, hay que día tan fatal, que a los vecinos del Puente no se les va a olvidar.

Pero hubo más. En 1932 los vecinos del Puente formulan una serie de peticiones para prevenir inundaciones:

Piden revisión del pantano para ver si está en las debidas condiciones. Que se mejore el aliviadero de la presa. Que se instale teléfono o timbre de alarma para comunicar desde el pantano la marcha de las avenidas. Que se defienda el arrabal y se construya un muro desde el puente para abajo hasta la alameda del Monsagreño, con objeto de dirigir la corriente del río y evitar que se dirija a la parte baja del Arrabal. Que se continúe con la defensa de la parte alta del arrabal por medio de gaviones, desde donde empiezan en la actualidad hasta la huerta de Carlos Domínguez para evitar inundaciones de tierras de labor. Que se rodee el arrabal con un murete reedificando el que ya tenía y hoy completamente deshecho, dándole mayor altura y seguridad.

Poco caso se haría puesto que en 1936, se abre una suscripción popular para ayudar a Antonio Rodríguez Almeida, que ha perdido su ganado con motivo de las inundaciones

En 1941, el día de San Sebastián y el siguiente el agua entra las casas del arrabal causando el derribo de tabiques y destrozos en sus muebles.

Pocos años después, en 1943, el Ayuntamiento acuerda ayudar a los vecinos que han sufrido daños materiales a la reparación d los mismos, levantando la Brigada Obrera las paredes interiores de los edificios que fueron destruidas al estar construidas en adobe.

Y alguna más, más moderna que me dejo en el tintero, que ya está bien de desgracias, que estamos de fiesta pero es que ese río y ese regato, hay que ver los disgustos que nos han dado a lo largo de los siglos.

Pero no por ello las gentes del Arrabal del Puente, gentes de frontera, han perdido su buen humor. Como decía, se ha enfrentado como han podido a las fuerzas de la naturaleza, personificadas en nuestro querido, amado, a veces temido pero siempre respetado río Águeda, pero poniendo buena cara al mal tiempo.

Ahí están los Zurruchaques, con aquella copla que es obligado recordar:

Somos del Puente

no lo negamos

llevamos agua hasta en los pies,

si el río crece lo toreamos

y nunca nos podrá coger.

Ese Águeda al que quisieron embridar sin ningún respeto los ingenieros del Puente Nuevo. La rondalla Los Rondadores, en sus coplas de 1962, nos contaron el cabreo del río así:

Una empresa constructora

para hacer un puente

llegó a la Ciudad

y creyeron meter toda

el agua del río

en chico dedal.

Pero vinieron las lluvias

y el Águeda se enfadó

llenándose los cimientos (bis)

de barbos y anguilas (bis)

con la inundación (bis).

A esta empresa constructora

para que tuviera

cierta precaución,

hubo un señor que le dijo

que el caudal del río

podía ser mayor.

Al buen hombre no hizo caso

y con sorna contestó

que nuestro río, señores, (bis)

era un "regatillo" (bis)

como el de Bodón (bis)

Bueno, pues parece ser que los tablones de los encofrados, herramientas y alguna maquinaria llegaría al Duero vía Vega Terrón.

Pero, a pesar de todo, de estos "problemillas" o "problemones" del Águeda, creo que son más las ventajas que los inconvenientes y más ahora que con el antiguo muro reforzado, con la presa de Irueña aguas arriba y con el fluir controlado del agua, el drama de las avenidas se ha suavizado grandemente aunque no tengamos pontones.

¿Qué sería de nosotros en verano si no fuera por el Águeda? Esas alamedas, ese Picón, esa Pesquera, esos Cañitos, ese agua del grifo.

También el padre Águeda, junto con la tierra de Miróbriga han formado el maridaje, el espacio fértil y rico de sus riberas, del que generaciones de mirobrigenses se han beneficiado cultivándolo y recogiendo hortalizas y frutos sabrosos como pocos.

Un amigo mío, que tiene un establecimiento hotelero dice que uno de sus clientes habituales, suele llevarse para consumo propio e incluso para regalo, una caja de tomates cada vez que viene, lo que nos indica la calidad de este producto de la huerta mirobrigense.

La pesca del río Águeda daba para vivir a varias familias de aquí, del Arrabal, tanto es así que había una calle que se llamaba de Pescadores y en algún documento antiguo, incluso, se mencionaba una zona de El Puente como "Barrio de los Pescadores", en lo que ahora es la calle de la Toma, más o menos.

Hoy, entre lucios, percasoles, cangrejos rojos y demás especies foráneas les resultaría del todo imposible.

A esta margen del Águeda se sitúa una de las parroquias de la Ciudad de más antigüedad, no el edificio, puesto que la iglesia de Santa Marina, al igual que pasa con el Puente Mayor, ha tenido que ser reedificada en varias ocasiones debido no solo a las avenidas del río Águeda, sino también (en más ocasiones incluso) a las guerras, la última vez durante la Guerra de la Independencia, teniendo que ser reconstruida por ingenieros militares en 1815.

El libro Becerro de la Catedral dice que en 1393 que ya existían las iglesias de Santa Marina y Santa Inés en el arrabal del Puente. Ésta última destruida seguramente en la riada de 1448.

Las vicisitudes por la que ha tenido que atravesar esta parroquia han sido grandes: inundaciones, guerras, desamortizaciones.

A pesar de ello, se sigue conservando en su entorno un buen grupo de feligreses con su párroco D. Domingo Peinado Palos al frente, al que deseamos su total restablecimiento lo antes posible, que como todos sabemos, la mies es mucha y los obreros pocos.

En esta parroquia se conservan imágenes a cuyas advocaciones se tiene singular y arraigada devoción.

La de Santa Marina, como no podía ser menos, una talla de madera policromada del finales del siglo XVII o principios del XVIII.

La Virgen María se venera bajo las advocaciones de Nuestra Señora del Carmen, con una hermosa talla y que tiene dedicada una calle en este Arrabal y, especialmente la Virgen del Rosario, con otra calle dedicada, y cuya devoción data de al menos 1709, cuando se crea una cofradía con este nombre y que, con sus más y sus menos, perdura hasta la actualidad. A ver si no se pierde y se aumenta.

Otras fiestas religiosas de este Arrabal son San Antón, con sus panecillos, San Isidoro, con su procesión y bendición de los campos, Santa Águeda bendita-. ¡Qué en serio se tomaba su papel de alcaldesa la señora Ferina Casillas, tanto como ahora lo hace mi parienta Rosario Pérez Cid!

No hay que olvidar tampoco que en esta parroquia está radicada una de las cofradías semanasanteras más entrañables, como es la de Jesús, Amigo de los Niños que procesiona la imagen de Jesús a lomos de la borriquilla que en ella se guarda a lo largo del año.

Otra de las singularidades de esta parte de territorio mirobrigense era el centenario Matadero Municipal, hasta hace bien pocos años funcionando ahí, en la Calle Álamo Grande, que aún tiene el rótulo pintado en su fachada y que mucho me temo desaparezca en poco tiempo, al paso que va.

Lo que quizá no sepan todos es que la existencia de un matadero en este barrio data de casi principios del siglo XVIII, cuando el Ayuntamiento alquila una casa por 30 ducados para usarla como matadero, aquí, en el arrabal.

Y las buenas gentes del Puente y otras que se llegaban hasta este lugar, pensando que los gorrinos, corderos, novillos, terneras y vacas iban a ser sacrificadas para que algunos tuvieran buenas chuletas en sus mesas, algo que no estaba al alcance de todos, pues por qué no aprovecharse de ellos antes de la muerte de los animalitos.

Ya que disfrutar de solomillos y chuletas no iba a poder ser pues ¿por qué no organizar un festejo taurino, corriendo las reses antes de ser matadas?

La cuestión llegaría a tal extremo que el Ayuntamiento en 16 de enero de 1776 (no se lo pierdan, siglo XVIII), nombra una comisión de dos regidores para que se solucione el problema que se causa cuando se lleva el ganado al Matadero o rastro que está en el barrio del Puente y que al estar en el centro de dicho barrio "las gentes que concurren a dicho encierro" separan y extravían las reses, quedando la carne "corrida y aguada" sin poderse evitar este problema por más providencias que se tomen, encargando a los regidores que elijan otro terreno para el matadero.

Es decir, como el problema resulta de mala solución, se acuerda cambiar el matadero de sitio, algo que parece ser no llegaría a producirse. No obstante un siglo después, en 1823, un vecino Francisco Guerra, pide y consigue permiso para correr los novillos que se iban a matar en el matadero.

Pero bueno, no todo va a ser joriza y diversión.

Los del Puente, como gente de frontera que son, también tienen su carácter revoltoso y cuando ha hecho falta se han enfrentado a los poderes públicos, bien para pedir mejoras de su entorno, protección para sus viviendas y enseres en las riadas o para defender lo que, con buen criterio dicho sea de paso, pensaban que era suyo

Una anécdota ilustrativa.

Se trata del enfrentamiento del vecindario traspontino con las disposiciones municipales que pretendían subir a la ciudad al verraco que durante milenios, seguramente, había visto pasar delante de sus ojos de granito los ganados trashumantes en busca de pastos en dirección Norte-Sur y viceversa, porque ya saben Vdes que por nuestro Puente Mayor discurría una cañada.

Se lió parda con el traslado del berroqueño marrano.

Aunque casi mejor, voy a tomar las palabras de la murga de El Doctorado que en 1928 narraban el caso:

Vamos a contar señores

un caso que ha ocurrido

en el Arrabal del Puente

con Carcula y El Ferino.

Van en busca del verraco

y les pareció muy mal

que ese guarro se subiera

del Puente a la Ciudad.

Ese que llaman el Rojo

es un carrero formal

que por subirse el VERRACO

le pegaron dos pedrás.

Pero al subir por la cuesta

se le agarran a una mula

y le pegan al Ferino?

el amigo del Carcula.

Carcula y Ferino dicen

que es una barbaridad

el impedirle que suban

el VERRACO a la Ciudad

Estos, a la gente dicen

irse al Alcalde a quejar

porque nosotros venimos?.

a ganar nuestro jornal.

Una muchacha fue y dijo

entiéndeme bien Carcula

El VERRACO no se sube

porque me tiro a una mula

Finalmente los vecinos del Puente se quedarían sin verraco, como también, ellos y nosotros, nos hemos quedado sin Portalillo, un icono más de nuestra historia reciente y de a pié que se ha perdido ¡aquellos medios de tinto! ¡aquellas merendolas! Anécdotas para la historia.

Con mucho trabajo y con algo de "mano" de vuestra asociación se solucionó un gran problema como era el estado ruinoso y de gran peligro de esta edificación, al igual que la de enfrente. Ahora parece que el barrio ha quedado mocho, pero bueno, esperemos que todo sea para mejor y a ver como se integra en el paisaje urbano el portalillo propiamente dicho que ha quedado y el solar de enfrente. Que le eche un ojo la asociación para que se haga una cosa digna.

Y diréis vosotros que como me he atrevido yo a venir a hablaros del Arrabal del Puente y de gentes de frontera. Pues, parafraseando a John F. Kennedy, que cuando estuvo en Berlín, aislado por los soviéticos, dijo aquello de "Yo también soy berlinés", yo puedo decir que "Yo también soy del Arrabal" aunque en este caso del de San Francisco, el otro barrio fuera de murallas.

Deciros, en primer lugar que yo nací (literalmente, que entonces las cigüeñas no sabían de hospitales) y me crie en el Barrio de Santa Ana, cuando solo había tres o cuatro calles a medio hacer y cuando todavía sus vecinos se consideraban un poco como colonizadores de tierras lejanas. A este respecto mi madre siempre le decía a mi padre que cómo la había llevado a aquel desierto, porque cuando se fueron a vivir allí, su calle tenía solo dos o tres casas.

Hubo que luchar largos años para tener agua corriente en las casas, alcantarillado, alumbrado público, calles pavimentadas, limpieza: nos recogían la basura cada dos días, por ejemplo, un lujo alcanzado después que se eliminaran los muladares de la zona.

Vecinos: ¿a que os suena todo esto?

Otro punto para tener el atrevimiento de hablaros esta noche es que aquí, al lado, en la C/ Barreros, donde dicen había un cementerio judío, a finales del siglo XIX, vivía Vicente Gómez García y Leonor Benito Santos, padres de Francisco Gómez Benito, mi bisabuelo Quico, alias "El Majo" que casaría con la bisabuela Ángela, de Gallegos. Esta última vivió en vivo y en directo la riada del nueve. Mi relación con la abuela como la llamaba fue siempre muy estrecha ya que crió a mi madre y raro era el día que ambas no se veían un rato. Decía la abuela Ángela que aquel día, el de la riada del 22 de diciembre, le entraba el agua por la cabeza y le salía por los pies.

Seguramente sería un día duro para ella ya que, además, el famoso pastor de la copla que arrastró con brío la corriente, sin lograr su salvación, era pariente nuestro.

Bien, vamos terminando.

Decían Los Zurruchaques, allá por 1950 que

En el Arrabal del Puente

algo bueno tenía que salir

si no era barrendero

sería un alguacil

Y así ha sido: algo bueno ha salido y son las buenas gentes que siglo tras siglo, generación tras generación lo han habitado.

Y ha salido una gran asociación vecinal, que trabaja, como ya he dicho, esforzadamente y de forma altruista, por conseguir lo mejor para todos los vecinos.

Para todos ellos, los pasados y los presentes, mi recuerdo y mi reconocimiento.

Felices fiestas a todos.

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