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Otero y la Vera Cruz protegen a Navales
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obra de teatro

Otero y la Vera Cruz protegen a Navales

Actualizado 06/08/2016
Redacción

El grupo teatral Lazarillo de Tormes representa "Teresa, la jardinera de la luz"

Otero se denomina el monte que libra a este pueblo muy próximo a Alba de Tormes de los rigores del clima continental, para dotarle de la suavidad del mediterráneo. Desde cualquier otero se puede vislumbrar a lo lejos la presencia de viajeros, propios o extraños, que a sus inmediaciones se aproximan. Cualquier habitante de Navales que estuviera "ojo avizor", sabiendo de la llegada de Lazarillo de Tormes al pueblo, vería aparecer su pequeño autobús, que con los actores y su reducido "atrezzo" acude a toda localidad que de la obra de teatro "Teresa, la jardinera de la luz", quiere disfrutar. A pesar de tratarse en esta ocasión de la representación 125, este grupo de teatro vuelve de nuevo a Tierras de Alba de Tormes, donde la carmelita pasó los últimos momentos de su vida.

Se descarga el vehículo de actores y material, y dentro de una sobria, a la vez que bien ornamentada iglesia de corte clasicista y carmelitano, de imprecisa datación, se monta con una disciplina, bien establecida por la experiencia de tantas funciones, el escenario, que no hará más que añadir un matiz de ambientación a la fuerza y belleza que cada iglesia, como auténtico espacio teatral en sí, encierra en ella misma. En esta ocasión se trata de la parroquia de san Silvestre de Navales, cuyo titular nos remite de forma inmediata a nuestra tradicional fiesta de fin de año, por celebrarse este santo el 31 de diciembre. Pero es pleno verano y estamos en Navales.

Como si de otro guiño casual se tratara, resulta curioso pensar que este grupo teatral, Lazarillo de Tormes, con "Teresa, la jardinera de la luz", ha saltado también las fechas del año 2015, en el que se conmemoraba el V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, que tan prolífico fue en actos en torno a su figura, para seguir a lo largo del 2016, con la puesta en escena inagotable de esta magnífica obra de teatro. Su éxito sigue sorprendiendo, pero todavía son muchos los que demandan su representación, por lo mucho que ha gustado a todos los que la han disfrutado, y siguen incluso repitiendo. Con ella se ha logrado acercar la figura de esta admirable mujer, haciendo comprender por qué ha sido un personaje universal que ha sabido trascender tiempo, espacios y gentes.

Una vez instalado el púlpito donde un actor representa el papel de dominico, enviado por la Inquisición, y el órgano donde otro interpreta a través de su música al maestro Salinas, parece producirse un milagroso trasvase de época que nos conduce al siglo XVI. Cuando las hermanas carmelitas de Teresa en sus hábitos de paño de estameña de aquel tiempo, traspasan las puertas de la iglesia para acercarse al altar cantando un kyrie, el milagro de la evocación es absoluto. Nos encontramos con ellos, en la iglesia del convento de Alba de Tormes, para pasar los últimos momentos de Teresa de Jesús, monja carmelita, reformadora indómita de su Orden, para convertirla en Descalza, más austera de lo que era habitual en aquel contradictorio siglo XVI.

Previamente, Javier de Prado, productor de la obra, en una presentación de la misma, les ha explicado a los asistentes, que a pesar de encontrarnos en la iglesia de san Silvestre de Navales, donde su precioso manierismo, hace olvidar la sencillez carmelitana, el altar de cualquier iglesia es el mejor de los escenarios para esta obra. Las iglesias conservan en sus muros toda la vitalidad de las gentes que por allí han pasado a lo largo de los siglos, a la vez que fueron los primeros escenarios naturales donde los hombres escenificaban su cotidianidad, aunque en un principio fuera de carácter religioso.

Para este marco, Denis Rafter elaboró un corto y sencillo guión, donde se han tocado con gracia, profundidad y elegancia, los momentos más esenciales de nuestra admirada, cada vez más, Teresa de Jesús. Y así asistimos al juicio que en torno a ella se hace en la iglesia del convento de Alba de Tormes, en los momentos previos a su muerte. El enconado enfrentamiento entre las carmelitas que llegan de un largo viaje para estar junto a la madre, en estos cruciales momentos, y el padre dominico que les pide explicaciones sobre mujer de tan sospechoso comportamiento, nos van dando la idea de la altura de la una, y la bajeza de muchas de las poderosas gentes, civiles y religiosas de aquel XVI español. Ver como una vida valiente de mujer supo enfrentarse a las limitaciones impuestas por normas y hombres con la fuerza de un amor supremo y sublime que le llegaba de Dios, hace que Teresa se acerque a nosotros en todas sus dimensiones, para empaparnos de una energía cuyo origen nos parece inalcanzable. Pero es que ella se había enamorado del Hijo de Dios crucificado en un madero, donde se encerraba todo el amor del mundo.

La Vera Cruz, es una de las más antiguas cofradías de Navales. Su fiesta grande tiene lugar en mayo, con toda la luz y florecimiento de la primavera. Para una jardinera de luz como Teresa, mirar a los ojos de su querido Jesús de Nazaret, sufriendo por el mundo, le haría olvidar todas las penurias del suyo, incluso sabiéndose juzgada en momentos, como el del fallecimiento, en el que cualquier ser humano parece tener el derecho, justo o no del perdón de todos sus defectos. Sin embargo con esta obra de teatro se nos muestra la dureza con la que se arremete contra ella, desde altas jerarquías eclesiásticas y civiles, que no podían consentir tanta competencia en una mujer, que paradójicamente elevaron a los altares por no saber explicar con la sencillez con la que ella lo hizo, que el amor por Dios fuera correspondido y pudiera elevar a los más desfavorecidos, cuando ella nunca lo fue.

Hubo un tiempo en que Navales tuvo el nombre de Navares, pues probablemente sus primeros repobladores procedían de Navarrra. En este día, 5 de agosto, fiesta de santa María la Blanca, patrona de sus vecinos alaveses, recordamos oyendo a la madre desde el púlpito, la universalidad de cualquier hombre que sabe borrar fronteras para acercarse a los demás. Desde el Otero, nos podemos imaginar los hábitos de las hermanas carmelitas, alejándose por el camino, esta vez acompañadas de un padre dominico que consiguió ver la luz. Con ella y gracias a esta obra de teatro, Teresa seguirá regando por esos caminos. Y era simplemente una mujer.

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