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Sintonía
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LA VISIÓN DE CHARO NIETO

Sintonía

Actualizado 01/06/2016
Charo Nieto

La música es un bálsamo, es una caricia, es una luz para mi alma anhelante de deseos, que siente sed de... ¡y no sabe cómo saciarla!

Cuando siento la música dentro de mí, quisiera ser una nota arrancada de un pentagrama, donde junto con otras hemos creado una sublime melodía, que mi espíritu vivencia y se recrea en ella.

El instrumento al ser tocado, extrae de su interior esta belleza que, desgranan las notas y nos van hablando, contándonos lo que va sucediendo, lo que va sintiendo; a medida que las notas van siendo plasmadas en sus cuerdas.

La música es un bálsamo, es una caricia, es una luz para mi alma anhelante de deseos, que siente sed de... ¡y no sabe cómo saciarla!.

La música me proporciona ese silencio encontrado, esa armonía entre la vida y las vivencias; ese encuentro entre los enamorados; ese desgarrado corazón que cuando arranca el instrumento y va sonando, parece que está gimiendo, que mi alma y su alma se encuentran y se funden, se con-funden.

Me gustaría beberme la música, empaparme de todas sus notas, sus acordes, sus arpegios, de todos los instrumentos, de todos los momentos tan sublimes.

Las notas que se van repitiendo a lo largo de toda la sintonía y van saltando de un lado a otro del pentagrama, son inquietas, para formar toda la composición creada.

La música serena mi alma, porque la llena de belleza.

Cuando me siento libre, flotando, llena de vida y el sol me acaricia con suavidad, es el viento que hace que viva ese momento ligera, como si el mundo se hubiese parado y mirando el horizonte me pierdo en él.

Es cuando me gustaría ser aire, que me arrastrase, que me empujase por distintos lugares del mundo para poder ir abrazando y acariciando a todas la personas y para irlo coloreando de múltiples pinceladas: anaranjadas, rojas, azules, ocres..., como un atardecer o como un nuevo amanecer proyectado en tu mirada.

Arrancamos la sintonía del viento, cuando al pasar mueve las hojas de los árboles, que parece que están charlatanas, se comunican, bailan y crean también su melodía.

Yo siendo aire me siento libre, viva y con ganas de comerme el mundo.

Cuando veo el agua correr por su cauce, siento la necesidad de convertirme en una gota y dejarme llevar, arrastrar por los vericuetos del camino y sentir la melodía que hace el agua en su aventura.

Música hay en el agua que corre por el camino, tratando de salvar los obstáculos con los que se encuentra, las piedras del fondo, de las orillas; las matas de hierba que asoman al borde; la estrechez del cauce; el desnivel de terreno; su caída desde diversas alturas. Entonces el ruido es fragoroso, para mostrarnos en otro tramo, cuando el agua camina tranquila, que es un remanso, el sonido casi se hace silencio, la melodía baja de tono.

Al chocar contra las piedras, en el enfrentamiento produce una salpicadura que levanta una nube de gotitas que rocían todo lo que está cerca de ella.

Así mismo ocurre cuando el agua se precipita desde una determinada altura, se forma una gran nube de bolitas acuosas que se desprenden de la cola de agua, por la fuerza de la caída y esas gotitas siguen otro rumbo.

Se establece un diálogo con las distintas melodías que ellos han creado.

Quiero ser la nota traviesa que se escapa de pentagrama y hacer música por su cuenta, uniéndose al aire que quiere mecer las hojas con otro tono y sentirlas más inquietas y que queden salpicadas de la nube de gotas de agua que han tomado otro rumbo, se ha alejado del cauce y se han unido para que nuestra sintonía salga, con los tres elementos, perfecta.

Charo Nieto

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