Si yo fuera médico y me preguntaran que consejo dar, respondería: ¡Guardad silencio, haced callar a los hombres! S. Kierkegaard
Después de un largo recorrido en el blog de SalamancaRTV al Día, hoy publicamos el artículo cien, casi dos años de presencia, donde hemos intentado recorrer los caminos del silencio. Meditar, transcender e intentar no ahogarnos en la espuma de las palabras de un mundo a veces vacío y zarandeado por los vientos mediáticos. Vivimos en una sociedad con demasiadas voces, hoy no se representa nada fuera de la escena, un flash de informaciones nos asaltan cada amanecer antes de ir al trabajo, el ruido de los coches, los timbres, las voces amplificadas cada vez con mayor intensidad, el desasosiego y el vacío están suprimiendo la esencia más profunda de lo que somos.
Es necesario como nos aconseja Kierkegaard una cura de silencio para tomar altura y profundidad y poder ser uno mismo. Hoy más que nunca hay una necesidad de ahondar en un silencio, corporal, mental, afectivo, místico, para poder vivir habitados en nuestro ser más profundo en medio del torbellino de la vida. Elogiar las cosas cotidianas, refrenar el vuelo, saborear lo sencillo y ralentizar el tiempo para escuchar el sonido de las olas, oír el silencio de las montañas y caminar temprano por toda la belleza de la creación.
La verdad del silencio comienza por los caminos del asombro, dejándose sorprender por la existencia. Ese asombro se despierta desde la razón poética, una mirada honda y raíz de lo auténtico, cuna del arte, de la ciencia, de la religión, de la gratuidad y origen de la verdadera filosofía como nos desvelara Platón. El asombro se escapa a toda lógica, ha de relacionarse con lo excepcional, ir más allá y buscar caminos, una capacidad que nos permite desvelar el interés por lo que es, por la esencia más profunda. En esta capacidad de asombrarse, podemos articular una doble capacidad humana de conocimiento: Un conocimiento al servicio de la necesidad que se distancia de la realidad y la reconoce dibujándola y objetivándola; y en segundo lugar, un conocimiento gratuito, asombrado o silencioso, capaz de conducir al individuo más allá del conocer necesitado y de su mundo correlato.
Por esta última senda hemos querido caminar en este blog, un navegar por los límites, asumir esa condición fronteriza entre el pensamiento y el sentimiento, desde la razón cordial, como nos decía nuestro Miguel Unamuno. Esta razón no desecha ningún planteamiento y ninguna pregunta no le es ajena, llegando hasta lo más transcendente de ser. Sabemos que no basta sentir el Misterio, no es suficiente la contemplación, sino el esfuerzo conceptual. Husserl nos recordaba que el racionalismo es un error, pero la racionalidad es un imperativo ineludible. Atenas y Jerusalén son las dos posibilidades del existenciario humano, contemplando en tensión ambas posibilidades desde la razón y el corazón.
El silencio es un camino que conduce al corazón del hombre habitado por el Espíritu, desde esa Presencia inefable encuentra su verdadera presencia en sí, en el mundo y con los demás. Este "silencio habitado" es compatible con la estructura y vocación del hombre. Esa presencia de Dios, si es buscada, si es reconocida, la dimensión interior del hombre le posibilita para la transcendencia y para un amor más profundo que nos libera. Este encuentro con Alguien es necesario para un silencio fecundo, de lo contrario puede provocar un tremendo aburrimiento o un gran vacío que acaba por amenazar nuestro equilibrio. Esa pedagogía del silencio nos la abren los grandes místicos, donde el amor ya no plantea preguntas sino que se abre al misterio de Dios y Dios responde al hombre liberándolo de sus preguntas. No todos estamos llamados a vivir como místicos, pero todos tenemos la necesidad vital del silencio. Comentaba Julien Green en su Diario: El silencio de esta habitación donde escribo es una de las mayores riquezas de mi vida. Yo así lo siento, así lo pienso. Gracias.
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