Los tilos florecidos sobre el parque dejan su impronta de melancolía apenas desgarrada por la leve voz de la lluvia. Como un vil ladrón entró el invierno en el corazón de mayo robando la alegría de los patios, pisoteando rosas y buganvillas. Tal vez contaminado por el brillo del cielo en la humedad de los naranjos, yo también robo la felicidad del viento cimbreando las macetas. El resplandor del agua suspendida entre los ojos dulces de la hierba por un instante es la identidad de la alegría aquí, en mi corazón.
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