Ha habido que esperar tres siglos y medio para descubrir que con el cuadro "La joven de la perla" el pintor Vermeer no quería ofrecer una muestra de belleza sino representar la maldad. ¿A quién debemos tan revelador hallazgo intelectual?, ¿a los historiadores del arte?, ¿a filósofos o politólogos sesudos? Pues no. Lo ha destapado otra joven, dotada ella de los dones de la bondad, la belleza y la verdad política. La vallecana Cristina Pedroche ha aportado al acervo popular un aforismo irrefutable: "ser de izquierdas significa querer el bien para todo el mundo". Añadiendo que a ella le "da rabia la gente que lleva pendientes de perlas". Se refiere a las mujeres de derechas: "es que son pijas malas".
Rascando solamente un poquito en los fondos de la denominada (con optimismo excesivo, a mi juicio) sabiduría popular, la mencionada señora Pedroche podría constatar que el hecho de equivocarse es "no dar una a derechas" o " levantarse con el pie izquierdo". Hasta los diccionarios (en casi todas las lenguas) recogen como sinónimos de derecho/a conceptos como justo, legítimo, cierto, razonable, fundado, directo y diestro. En izquierdo/a incluyen torcido y siniestro (o sea, avieso, malintencionado, infeliz, funesto o aciago). Supongo que en los comedores de beneficencia de su esposo no se servirán ostras, animal sospechoso de fascismo, y que a Cristina tampoco le gustará esta otra perla, de Aldous Huxley: "Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje".
Pero volvamos al partidismo. Si tuvieran que mencionar un paradigma de la maldad de la derecha, un alto porcentaje de ciudadanos tan ufanos de sus derechos como de su ignorancia se acordarían de Hitler. La realidad de los hechos, en cambio, demuestra que el tirano nazi era izquierdista, concretamente líder del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores. Cito un artículo de José Carlos Rodríguez acerca de Hitler: "Sus políticas fueron pioneras de varias obsesiones de la izquierda. Especialmente el control de armas, pero también la legislación antitabaco, a favor del aborto y de la eutanasia, la discriminación positiva y su obsesión por los derechos de los animales". Sin olvidar una de sus mayores felonías, algo que no perpetraría no ya cualquier partido de derechas sino la socialdemocracia decente, su pacto con el también genocida Stalin: "Resulta bastante chocante que un movimiento llamado nacional socialismo se haya atribuido a la derecha, pero eso sólo es debido a que el comunismo reclamaba para sí el título de ser la verdadera izquierda y porque los planes expansionistas de Hitler le llevaron a romper el pacto de no agresión con Rusia, que meses antes les había servido a las dos partes para repartirse Polonia".
Y claro que se puede vivir sin ser de unos u otros. Obviando la relatividad de unos términos que exigen puntualizar dónde te hallas y con qué te comparas, lo cierto es que en las opiniones y los objetivos de la política (convivencia social, trabajo, negocios, gestión de los recursos y servicios públicos o administración del común) se dan coincidencias y divergencias entre personas de un mismo partido y de los opuestos, pero sobre todo existe una forma libre y personal de interpretar la vida que permite situarse no sólo a izquierda o derecha; también cerca o lejos, delante o detrás, arriba o abajo. Dividir a las personas políticamente entre izquierdas y derechas es de una aberrante limitación ética e intelectual. Como he dicho tantas veces, mi opinión coincide con la de Ortega y Gasset: "Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral".
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