Los primeros de mayo de cada año son propicios para hacer llegar a la sociedad el debate y la reivindicación por el empleo para todas las personas.
La casi totalidad de los partidos políticos anuncian y defienden que el empleo es la mejor de las estrategias para generar igualdad social y derechos sociales; lo vamos a continuar escuchando y defendiendo en este tiempo nuevo de elecciones que se nos avecina.
También a este discurso se unen muchas de las organizaciones sindicales que aunque suman a empleo la palabra derechos, sin embargo, continúan fundamentando estos derechos en tener acceso al empleo y en las mejores condiciones.
Esta manera de pensar y de hacer ha calado de tal manera en la sociedad, que es la misma sociedad, en su mayoría, quien está convencida de este único discurso que nos vende un sistema socioeconómico que no es capaz de mirarse a sí mismo y revisar las consecuencias reales de este planteamiento que para nada se corresponde con posibilitar los derechos sociales fundamentales de cada persona en el momento actual.
Este planteamiento es evidente que ha generado cada vez más exclusión y precariedad en una gran parte de la sociedad; de tal manera que en los últimos diez años por una parte se ha multiplicado por hasta cinco la caída al desempleo, que ha sido la principal fuente de riqueza de muchas personas y familias; por otra, se han deteriorado las mínimas condiciones de vida para poder acceder a techo o a la salud y a la educación; y, por el contrario, se ha multiplicado por mucho más la riqueza generada, cada vez en menos manos.
Siendo esto así de evidente y escandaloso, antes de dignificar las vidas por el empleo, éstas se sienten en muchos casos empujadas al empobrecimiento sin retorno; de tal manera que no podemos continuar defendiendo lo que ya es una falacia y una quimera en este sistema capitalista, sentir la dignidad de la vida por el empleo.
La solución y el problema ya no es el empleo para todas las personas, digámoslo con claridad, es el reparto de la riqueza generada y que seguro se va a continuar generando a pesar del "no empleo". Y una de las consecuencias más urgentes y evidentes, es la de no engañar más a los empobrecidos por el "sin empleo".
Porque la precariedad nos envuelve; verse empujadas muchas personas a tener que acudir a comedores sociales o a bolsas de comida, a mendigar ayudas puntuales, a acudir a bancos de alimentos; y que esto se convierta en una estrategia de sometimiento y control al propio sistema, tiene que tener un corto recorrido.
Hemos de pensar que crear empleo es quizá una posibilidad para algunas personas, pero de ninguna manera para quienes ya no van a poder acceder a él y desde hace tiempo permanecen en la exclusión más absoluta a nivel personal, familiar y social.
No se les puede continuar obligando a vivir del "no empleo" y acudiendo a ayudas tramposas e interesadas del propio sistema a una inmensidad de familias y personas en nuestro mundo desarrollado, en los países en desarrollo o qué decir en los países más empobrecidos.
Los derechos y dignidad de todos los pueblos sólo tienen un camino, rentas básicas para todas las personas e incorporación al trabajo y al apoyo comunitario como manera de desarrollar sus vidas. No hay otros caminos. Habrá que generar otro pensamiento social que sostenga estas nuevas iniciativas, pero, mientras, será necesario ir ensayando nuevas acciones. Creo que ya se están desarrollando y el propio sistema tendrá que mirar hacia ellas con respeto en su imparable crecimiento y protagonismo.
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