La única vía de comunicación fluvial de Salamanca tuvo carácter comercial. Tras un estudio previo, que respaldó la navegabilidad del Duero, en 1829 se firmó un Tratado con Portugal para la libre navegación por el río. Al país vecino le vendíamos cereales que transportaban en barcos desde La Fregeneda hasta Oporto.
Seis años más tarde, en 1835, se firmó en Lisboa un nuevo Tratado. Por parte española se pretendía dar salida al excedente del trigo salmantino y en el documento se ratificó la navegabilidad del río Duero como medio de comunicación y acercamiento entre los dos países, pero los mutuos recelos paralizaron el proyecto.
Portugal estaba reticente porque no quería abrir el país a los alcoholes y aguardientes españoles que, probablemente, desestabilizarían su mercado de vinos de Oporto. Y por parte española tampoco se deseaba que entrasen productos como el algodón (le disgustaba a los catalanes), y puesto que sólo se quería que fuera una vía para la exportación de granos, las autoridades de Madrid pusieron una tasa que resultó una doble imposición a los productos portugueses.
Después de las muchas desconfianzas e incertidumbres, en la década de 1840 comenzó el comercio fluvial con Portugal, a pesar de la enorme dificultad que representaba la falta de un muelle en la Fregeneda. Muelle que no se terminó de construir hasta 1860.
Hacia 1846 exportaron por el Duero más de 3 millones de kilos de trigo que, en buena parte, iban con destino a Inglaterra, y en 1855 fueron más de 6´5 millones de kilos. Esta exportación a Portugal e Inglaterra terminó en la década de los 70 por la competencia internacional y porque a partir de la década de los 80 España comenzó a ser deficitaria en grano y tuvo que importarlo. El comercio fluvial con Portugal se mantuvo hasta 1886-87 cuando llegó el ferrocarril.
¿Falta de comunicaciones o de espíritu emprendedor?
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