La música es creada para evocar sensaciones en el oyente, expresar sentimientos o provocar en nosotros algún tipo de emoción. Se podría decir que busca, de algún modo, removernos por dentro y cuando lo consigue parece que es cuando decidimos de forma inconsciente que ese tema es bueno, si por el contrario no lo hace, determinamos que ese tema es flojo o directamente que no es bueno. Entonces, la pregunta es: ¿Es la música la que nos guía hacia un estado de ánimo determinado, o es nuestro estado anímico el que nos hace encasillar la música que escuchamos? En realidad, eso solo se podría medir cuando no tenemos un estado de ánimo definido, ya que este sería el momento perfecto para entrar en el ambiente que la música o, más bien, que el compositor ha querido crear. Sería entonces cuando podríamos apreciar la sensación o la carga emotiva que tiene una pieza musical determinada, porque si el tema es triste/melancólico, nos llevaría precisamente a ese estado anímico y si por el contrario es alegre/eufórico conseguiría lo propio.
Pero encontrarnos sin un estado de ánimo definido es muy complejo y es ahí donde empiezan a entrar en juego otros factores a la hora de determinar si lo que escuchamos es bueno o malo. No estamos hablando, en esta ocasión, de estilos musicales (Jazz, Rock o Reggaetón, por ejemplo) ya que sería muy fácil descartar lo que no nos gusta, sino de una concepción más amplia de la música.
Si en el entorno de nuestro estado anímico escuchamos algo del signo contrario, en ocasiones, vamos a encontrarnos rescatados de nuestro estado anímico anterior, aunque será mucho más probable que automáticamente determinemos que lo que estamos escuchando es algo que está fuera de nuestro gusto y gratuitamente lo califiquemos como algo malo. En la sociedad actual en la que vivimos, rodeados de música, es fácil desechar una música en favor de otra, pero lo que deberíamos hacer, sería no descartar la música, sino analizarla y por supuesto encontrar el momento oportuno para escucharla en profundidad, quizá de ese modo lleguemos a entender que cada música está creada por un motivo concreto y que si no nos remueve por dentro quizá ya haya pasado nuestra hora de escucharla o mejor aún, que todavía no ha llegado.
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