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El ganadero Adolfo Martín cuelga el ‘no hay billetes’ en Macotera
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CRÓNICA DE TIMI CUESTA

El ganadero Adolfo Martín cuelga el ‘no hay billetes’ en Macotera

Actualizado 28/03/2016
Redacción

Protagonizaba una charla organizada por la Asociación Cultural Taurina "Media Verónica"

Como anunciaba el programa de la Asociación Cultural Taurina "Media Verónica" de Macotera, el 26 de marzo lo tenía reservado a la intervención del Adolfo Martín Escudero, ganadero que ha conseguido labrarse un puesto pionero dentro del escalafón de los criadores de reses bravas, con su tesón, inteligencia y, sobre todo, con su afición incontestable a la fiesta nacional. El poder de convocatoria del hombre del toro pone de manifiesto de que el verdadero protagonista, en la plaza, es el toro. La figura del toro, con su estampa, trapío, presencia y agresividad, componentes que el espectador añora, espera admira y aplaude; sin este elemento, el arte, el arrojo, la destreza y la gallardía no tienen sentido. El toro no es una hermanita de la caridad, sale a luchar sin miramientos y llena el ruedo de riesgo, y, al que se descuida, se lo carga sin contemplaciones; por eso, los arrimaos: ganaderos, mayorales y ayudantes, toreros y subalternos tienen que preñarse de prudencia por si las moscas. Así nos lo hizo ver Adolfo Martín con sus palabras curtidas de campo y de experiencia.

Insistió en que el toro se ha de criar y mostrar respetando los genes característicos de su ancaste, respetando su oriundez, introduciendo pequeños matices, pero sin modificar, en demasía, la esencia de su procedencia. Y, en su desarrollo, Influye sobremanera, el medio ambiente en el que tiene su "hábitat". Por esta dependencia, tanto el labrador como el ganadero, su primera mirada, al despertar, la dirigen al cielo y a sus fenómenos; y, por otra parte, el toro demanda unos cuidados muy peculiares y una vigilancia extrema, que eviten riesgos a su integridad; razón por la que Adolfo defiende la protección de las defensas de los astados, pues su deterioro puede ser la causa de su rechazo en la lidia.

La procedencia de la ganadería de Adolfo Martín viene de largo (1770, de donde arrancan sus ancestros más antiguos: los Vistahermosa, los Arias de Saavedra, Los Picavea de Lesaca, los Salcillo, los Murube, los Ibarra, los Santa Coloma, Los Albaserrada, los Coquilla, José Bueno y los hermanos Escudero Calvo, quienes vendieron su ganadería, en 1961 y 1965 a los hermanos Adolfo y Victorino Martín Andrés: padres de Adolfo y Victorino.

Don Adolfo Martín Andrés, quien falleció en 1998, cedió, en 1992, la ganadería a su hijo Adolfo Martín Escudero, que, en 1997, presentó, tras lidiar los festejos reglamentarios, su solicitud en la UCTL, que fue aceptada en el 2000.

Esta familia de grandes y afamados ganaderos surgió del trato. No hay cuna heredada. Compraba bueyes de vida y novillos bravos, que corrían por las distintas capeas de los pueblos de Madrid y sus provincias aledañas, al mismo son, que los chalanes de mi pueblo, que hacían otro tanto en la provincia de Salamanca. Y lo viejo lo entraban en el matadero de Madrid; y también contó con el apaño de la labranza; por esta faena, a Adolfo, (que nos dijo que no fue buen estudiante), le tocaba, durante el verano, dar vueltas a la parva subido al trillo, y echando una mano a su padre en el cuidado del ganado; o sea, que se forjó en el oficio a base de golpes y trajines.

¿Qué puedo decir de la conferencia? Fue muy interesante, muy amena, de sabor a encina y pasto, muy cercana, muy familiar, y tuvo momentos en los que reconoció el trabajo y profesionalidad de los ganaderos macoteranos, que fueron sus buenos amigos, como Gabriel García Patán y Miguel Zaballos Potanche, y los más recientes, los Bayones.

Y puso el punto final, un sabroso y castizo coloquio, que coadyuvó a evidenciar el caudal torista de Adolfo, fuente inagotable. Y con su campechana sonrisa, se marchó a cumplir con sus compromisos en las fincas de Los Alijares y Caballerías de Piedras Labradas. Escurial (Cáceres), Caballerías chicas y Villamesías (Cáceres).

Nos dejó muy buen sabor.

¡Que Dios reparta suerte, maestro!.

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