Miguel Ángel Martín Ramos D e la Fundación Academia Europea de Yuste, relata la intensa y penosa jornada de los atentados yihadistas en la capital europea
Pasada la media noche de la jornada trágica del 22 de marzo en Bruselas, corazón de Europa y sede de las Instituciones Europeas, contesto a un mensaje que recibo de Mary Carmen García, una antigua compañera de colegio con quien compartí clase en los Salesianos de Salamanca allá por los años 80. Me dice que trabaja ahora en SALAMANCArtv AL DÍA y me propone junto con su director, Juan Carlos, compartir con mis conciudadanos y sus lectores como he vivido esta intensa y triste jornada, invitación a la que accedo encantado.
Son ya diecisiete años los que llevo viviendo en Bruselas, y como cada día el despertador suena a las 7:00am, con la particularidad de que en esta ocasión no hay prisa por llevar a los niños al colegio, ya que están de vacaciones de semana santa, lo que hace las mañanas un poco más relajadas, si cabe. Aun así como las vacaciones aún no se han trasladado al ámbito laboral, tenemos organizado un servicio de guardería al que se lleva a los niños entre las 8 y las 9. Todo comienza tranquilo y como los pequeños apuran hasta el último minuto salimos corriendo de casa para no perder el bus que les llevará a un centro en el exterior de Bruselas donde pasarán el día jugando y realizando actividades culturales y deportivas con sus compañeros de colegio. Son poco más de las 8 de la mañana y en esos momentos el caos ya se había desatado en el principal aeropuerto del país, aunque las noticias aún no habían llegado a nuestros oídos, ni móviles. En el camino y mientras esperamos el autobús comienzan a oírse sirenas de fondo, a las que no doy importancia pues es algo común en Bruselas, aunque parece que hay más que otras veces y otro detalle que me salta a la vista es la gente mirando sus móviles?las noticias empiezan a circular por las redes sociales e internet, aunque las prisas con las que todos van no hace que se compartan físicamente con el vecino de al lado o con otras personas con las que se cruzan, aunque si la hayan enviado a varios amigos o familiares que están a cientos de kilómetros?qué paradoja?
Dejados los niños en el bus vuelvo a casa para terminar de arreglarme y coger el portátil y lo necesario para ir a la oficina, cuando empieza a sonar mi móvil?decenas de mensajes y llamadas perdidas, y es entonces cuando salta la alarma al ver que todos van en la misma dirección?¿Estáis bien? ¿Os ha pasado algo?...Tened cuidado?Qué tragedia?Dad señales de vida?Acabo de ver las noticias, que horror?.Pongo el televisor y sigo en directo la tragedia sin saber que hacer o cómo reaccionar durante unos minutos?la información me absorbe?pienso inmediatamente en los niños que estaban en un bus y debían pasar cerca del aeropuerto?me los imagino en un atasco rodeados de sirenas que vienen y van y estupefactos sin saber qué pasa. Intento contactar con la guardería, el servicio de buses, los servicios de seguridad, pero nada, imposible, las redes a esa hora ya están colapsadas, y la televisión acaba de dar la noticia de que han estallado bombas en el Metro Maelbeek que se encuentra a escasos metros de nuestra casa y de camino al trabajo de mi mujer que sigue las noticias a mi lado igual de sorprendida que yo. Decidimos, tras meditarlo bien, que hay que ir a la oficina (son días de mucho jaleo) y decido acompañarla pues trabaja en la zona donde ha estallado una de las bombas y no sabemos con lo que vamos a encontrarnos?por el camino recibimos mensajes de alerta de su trabajo invitando a los empleados a no ir a la oficina a los que no han llegado aún y evitar salir a los que ya han llegado. Los edificios quedan bloqueados, pero la noticia nos llega cuando ya estamos en la puerta.
Por el camino, hemos tenido que pasar varias barreras y controles policiales y nos hemos cruzado con infinidad de coches de policía, bomberos, ambulancias y militares circulando a gran velocidad por calles desiertas ensombrecidas por el clásico gris de Bruselas y el ruido de los helicópteros que sobrevolaban la zona. Hemos pasado por la estación de Metro afectada y que se encontraba completamente tomada por las fuerzas de seguridad y servicios sanitarios?las siluetas de gente sobre la acera y las cortinas blancas de cerca de tres metros que habían instalado para evitar miradas indiscretas y mostrar las imágenes dantescas que escondían hacían presagiar lo peor. Esos presagios se confirmaban al final de la noche cuando el balance hablaba de 34 personas fallecidas y cerca de 200 heridos.
Bruselas se había convertido de nuevo en una ciudad fantasma y sitiada, donde sus calles y avenidas principales, siempre llenas de gente, se encontraban vacías, y donde el sonido del tráfico, la lluvia constante y las obras que siempre hay en cualquier punto de la ciudad había sido sustituido por el de sirenas. Las pocas caras que encontrábamos volviendo a casa sólo mostraban preocupación, tristeza y desolación, pero sobre todo impotencia por sentirse incapaz de hacer frente a una situación como esta. La ciudad se ha paralizado para todos, y la diversa e intensa rutina ha sido absorbida por el monotema del día y las consecuencias que esto pueda tener para nuestro futuro.
No se hablaba de otra cosa, ni se hacía otra cosa. De poco servía estar en el trabajo, ya que las llamadas y mensajes de familiares, amigos y compañeros de trabajo, socios o conocidos no dejaban de llegar mostrando gran preocupación por lo sucedido, curiosidad por saber si estábamos bien, y gran solidaridad y afecto, y había que atender esas preocupaciones y transmitir tranquilidad y agradecimiento. Quizá esta ha sido la parte buena del día?ver cuanta gente piensa en ti en los momentos difíciles. El resto del día se ha desarrollado en un ambiente tenso y preocupante, y sobre todo lleno de incertidumbre sobre lo que iba a pasar, como se iba a desarrollar el estado de alerta, y si iba a pasar de nuevo como cuando los atentados de París y la ciudad se iba a bloquear de nuevo?incertidumbre que aún sigue. La noticia que recibíamos a primera hora de la tarde de que podíamos ir a recoger a los niños nos llenaba de tranquilidad y era increíble ver como los padres se amontonaban ante la puerta del punto de encuentro y todos abrazaban a sus hijos como si hubiera pasado un siglo en apenas unas horas de día. Las lágrimas florecían y los niños, ajenos a todo preguntaban a sus padres que pasaba, y estos intentaban mostrar una tranquilidad y serenidad imposible. La calma volvió con la noche, pero las noticias e imágenes no dejaban de golpear el televisor, el teléfono no dejaba de sonar y la inquietud y preocupación se muestra latente y deriva en un análisis profundo de que es lo que va a pasar a partir de ahora. Yo lo tengo muy claro amigos lectores. No nos debemos dejar llevar por la ira, la venganza o la ignorancia.
Desde hace ya varios años vivimos en un mundo completamente diferente y la realidad nos ha mostrado su lado más amargo y es por ello que debemos seguir trabajando juntos por un mundo mejor. Hoy nos han atacado a todos, ya que atacando a la Unión Europea e hiriendo su corazón, atacan también nuestros valores, nuestro modo de vida y todos aquellos principios y objetivos por los que lucharon nuestros antepasados. Europa resurgió de sus cenizas hace 70 años con el objetivo de construir y asentar la paz, crear prosperidad, defender la libertad, promover la solidaridad y promulgar la igualdad y esos deben ser también nuestros objetivos, pues ataques como el de hoy nos demuestran que la paz es extremadamente frágil y sólo se puede mantener si estamos unidos todos los que habitamos en este continente y compartimos esos valores y principios europeos, independientemente del origen, cultura, creencia, color e ideología que haya esculpido nuestra naturaleza. Esa, creo, debe ser la lección que tenemos que reaprender y no olvidar cuando ocurren tragedias como esta.
Miguel Ángel Martín Ramos
Fundación Academia Europea de Yuste