Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? MATEO, 27, 46.
Es tu cuerpo el remanso en que se estancan
las luces de los siglos, y en que posan
?¡eternidad!? las fugitivas horas.
MIGUEL DE UNAMUNO
Eres Tú de los muertos primogénito,
Tú el fruto, por la muerte ya maduro,
del árbol de la vida que no acaba,
del que hemos de comer si es que quisiéremos
de la segunda muerte vernos libres.
MIGUEL DE UNAMUNO
Eres Tú la Verdad que con su muerte,
resurrección al fin, nos vivifica.
MIGUEL DE UNAMUNO
TODOS FORMAMOS PARTE DE LA SÚPLICA
Todos formamos parte
De la oración que a ti,
Jesucristo, Dios nuestro,
La humanidad dirige.
Todos formamos parte de la súplica.
Todos formamos parte
De esa humanidad menesterosa
Que siempre necesita
La invocación, la súplica, las sílabas,
La letanía, la plegaria
Para acceder a tu divinidad
Y expresarte lo mucho
Que te necesitamos
En esta noche oscura
Del mundo en que vivimos.
Todos formamos parte de la súplica.
Pero, ¿cómo expresarla
Hoy ante tu figura en esa cruz,
Ante esa melodía del dolor
Que proclama tu rostro en el silencio?
¿Qué palabras usar para invocarte,
Para que te conmuevas
E ilumines el mundo en que vivimos?
Yo quiero comenzar
Con palabras prestadas,
Con las palabras más hermosas
De todas las que sé y que me enseñaron
Dirigidas a ti en nuestro idioma,
Una oración de amor
Que quiero, humilde, que se escuche hoy
Y que resuene en este templo,
Tan sagrado recinto,
A través de mis labios:
No me mueve, mi Dios, para quererte
El cielo que me tienes prometido,
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; múeveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido;
Muéveme ver tu cuerpo tan herido;
Muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
Que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
Pues aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.
DÓNDE ENCONTRARTE
¿Dónde encontrarte hoy,
Jesús Crucificado?
¿Dónde dar con tus huellas de dolor
Que redimen el mundo?
¿Dónde advertir tus llagas,
Tu corona de espinas,
Tu entrega al sacrificio
Para que el mundo sea salvado,
Para que cese el mal que nos abruma
Y que nos atormenta?
Yo te encuentro, Jesús, te reconozco
En esas caravanas que recorren
Los caminos de Europa
En busca de refugio
Y de una vida digna;
En esa cruz de vallas y alambradas,
Que es corona de espinas
Llena de concertinas y de púas,
Que tratan de saltar los africanos
Que huyen de la hambruna y de las guerras
Del corazón de África;
También en las barcazas de cayucos
Y pateras tan frágiles,
Cargados de indigentes
Que emprenden la deriva
De una vida más digna
Que esperan encontrar aquí en Europa.
Y te encuentro también,
Mi Dios, te reconozco
En todos los que sufren,
En todos los sin techo que en la calle
Nos muestran las señales
De la precariedad, de la intemperie;
En quienes hoy carecen
De vivienda, de techo,
De puesto de trabajo,
En quienes sufren la injusticia?
Tú los llamaste bienaventurados,
Por ellos apostaste,
Ellos te pertenecen
Y dan señas de Ti aun sin saberlo.
Todos formamos parte,
Cristo, de tu dolor
Y a todos nos redimes con tu gracia.
No nos dejes, Dios nuestro,
Nunca nos abandones
Y otórganos la luz
Para que en las tinieblas
Nunca, nunca caigamos.
NO IGNORAMOS
No ignoramos, Señor,
Que sigues caminando
Sobre las aguas de los mares todos
Y que nunca te hundes en la noche
De las profundidades;
Que multiplicas cada día
Los panes y los peces
En todas las reuniones y esponsales
Que celebran tu nombre.
No ignoramos, Señor,
Que tu palabra imanta la montaña,
Que eres capaz de derrotar la muerte,
De incorporar a Lázaro
De su sepulcro y de
Retornarlo a la vida.
Y que te transfiguras
Ante tus elegidos,
Volviendo tus vestidos, ay, tan resplandecientes
Que en ningún lavadero
Se consigue ese blanco
Que imanta de fulgor nuestra mirada.
No ignoramos, Señor,
Que indicaste que a ti fueran los niños
Para imponerles tus benditas manos
Porque tu reino a ellos pertenece.
No ignoramos, Señor,
Que ordenaste que el viento enmudeciera
Y se hiciera la calma
Y las gentes pudieran
En aquella pequeña embarcación
Atravesar el lago.
Porque todo lo puedes
Y todo lo mejor viene de ti,
Viene de tu palabra y de tus obras,
De la gracia que irradia tu figura,
Jesús crucificado.
NECESITO CANTAR
Necesito cantar la melodía
Que siempre, noche a noche,
Cuando yo era muy niño
Rezaba con mi abuelo al acostarme.
Habla de Cristo niño
Que prefigura ya su redención
En la cruz para todos.
Es una melodía
Que fue creada por el pueblo anónimo
Hace ya muchos años.
Se dan la mano en ella
Belleza y devoción.
Y ahora quiero ante ti,
Dios mío, Jesucristo,
Volver a pronunciarla
Como forma acabada de oración
Y ofrecerte con ella mi niñez
Junto a mi abuelo Pablo;
Una niñez humilde y campesina,
Una niñez serrana
Rodeada de bosques y caminos,
De esferas armilares y de mapas,
De pupitres y tintas y secantes
Y de historia sagrada y melodías,
Una niñez de juegos y ganados,
Siempre en celebración
Pese a tanta pobreza,
En la que tú estabas presente
Con tu incansable amor a lo creado.
Y ahora quiero volver
A pronunciar esa oración-romance
Y con ella ofrecerte
Mi niñez y mi vida:
Allí arriba hay una cruz, de cristal dicen que era,
con fuertes clavos de hierro, diciendo de esta manera:
?Oh cruz excelente mía, regalo de la inocencia,
¿cuándo llegará el día que mis espaldas os vean? ?
?No digas eso, Hijo mío, que me causa grande pena,
porque tengo prometido de llevaros a una fiesta. ?
?Si lo tenéis prometido, id a cumplir la promesa. ?
Al subir una cuestita y al bajar una barrera,
miró la Virgen pa atrás y vio que no apareciera;
dio voces a una casada, le respondió una doncella:
?¿Has visto por aquí a un Niño que ayer tarde se perdiera? ?
?Déme las señas de él, yo acaso le dé las nuevas. ?
?Su frente es blanca y hermosa y rubia la melenera,
unos zapatitos negros y unas moraditas medias,
que en Belén se las comprara y en Belén se las pusiera
y para ceñir su cuerpo una muy linda correa.?
?Ese tal Niño, señora, anoche llamó a mi puerta
pidiendo, por Dios, posada y yo, por Dios, se la diera.
Yo le puse............. una colación de cena
y él me dijo que no, que ayunaba la Cuarentena;
le puse una rica cama con almohadas de seda
en el rincón más oculto que yo en mi casa tuviera,
el Niño, por cortesano, no quiso dormir en ella,
el suelo cogió por cama y la cruz por cabecera.
A eso de la media noche lo vi salir de mi puerta,
eché a correr tras de él y me dijo..............
?Vete, mujer, a tu casa y de mí no sientas pena,
que en el reino de los cielos tienes la morada eterna
para ti y para tus hijos, aunque no la merecieras.?
EL DIOS DE LAS PARÁBOLAS
(PAN Y VINO)
Eres, Señor, el Dios de las parábolas,
El que compara el reino
De Dios con el que arroja la semilla
En la tierra y espera a que germine
Y aguarda a que la mies esté en sazón
Para segarla con la hoz cortante
Y recoger el grano
Para obtener el pan bendito,
El pan que consagraste
En la última cena
Y convertiste en tu sagrada carne.
El viñador que planta
La viña y que la cerca
Y que cava un lagar
Y edifica una torre
Y pone en nuestras manos la heredad
Cuando parte muy lejos
Y manda un emisario hasta nosotros
A percibir la renta de los frutos,
Pese a saber que sacrificaríamos
A su Hijo y heredero.
Y ese vino, en la cena consagrado,
Convertiste en tu sangre,
En tu preciosa sangre que es bebida
De comunión, lo mismo que tu carne,
Señor de las parábolas,
De las palabras puras
Que hablan de amor fraterno,
Esas palabras puras que nos salvan.
ECCE HOMO
Aquí tenéis al hombre,
Aquí tenéis al Dios que se hizo hombre,
Aquí tenéis al Cristo que se entregó por todos,
Aquí tenéis al Cristo, Dios de resurrección,
Clavado en esta cruz
Para salvarnos de nuestra tiniebla,
De la caída y de nuestra expulsión
Del añorado paraíso
Y devolvernos para siempre el reino,
El reino de la luz y de la gracia,
La melodía clara
De la fraternidad y del amor.
Aquí tenéis al hombre,
Aquí tenéis al Dios que se hizo hombre,
Aquí tenéis al Cristo que se entregó por todos,
Aquí tenéis al Cristo, Dios de resurrección,
Clavado en esta cruz.
Y este Cristo es camino
Y es verdad y es la vida verdadera.
Este es el Cristo de
Las bienaventuranzas,
De los pobres, los mansos, los que lloran,
De los que tienen hambre y sin recursos,
De los limpios de alma y de los que padecen
Persecución por la justicia,
De los que aman la paz y misericordiosos.
Aquí tenéis al hombre,
Aquí tenéis al Dios que se hizo hombre,
Aquí tenéis al Cristo que se entregó por todos,
Aquí tenéis al Cristo, Dios de resurrección,
Clavado en esta cruz
Para salvarnos.
CRISTO DE LA AGONÍA REDENTORA
Cristo de la Agonía Redentora,
Quien esculpió tu imagen
Plasmó tu ser sereno en la agonía,
Exhausto ya en la cruz,
La cabeza inclinada
En actitud de entrega a los designios
Divinos. Mas tus ojos
Y el rictus de tu boca
Y tus manos y pies tan enclavados
Con las huellas visibles del tormento
Nos hablan de pasión y de dolor,
De aceptación callada del tormento.
Y esa secreta vida de tu imagen,
Que nos muestra tu entrega al sacrificio
Para salvarnos de nuestra caída,
Para hacernos partícipes
Del destino divino de la gracia,
Nos lleva hasta un artista
Que supo convertir
El dolor en belleza.
Cristo de la Agonía Redentora,
Aquí nos tienes ante ti postrados;
Que la contemplación
De tu figura que es belleza amarga
Nos conmueva y nos lleve hacia la búsqueda
De esa fraternidad y de ese amor
Que proclamó vibrante tu palabra.
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