Soy hijo y hermano de maestros, y si yo no lo soy es seguramente porque me faltaron agallas en su momento al pensar que mi trabajo sería estar a cargo de un buen número de personas, o mejor dicho personitas, todos los días. Aún hoy me asusto si me imagino la situación.
Sin embargo, siempre he sido muy sensible a la profesión y he de reconocer que me molesta escuchar alguno de los tópicos que se oyen de vez en cuando sobre el gremio, casi tanto como si se estuviesen refiriendo a mí, debe ser que los siento muy cercano, claro está.
Mis palabras de este lunes las quiero dedicar a todos los maestros y maestras que hoy han comenzado la semana con unos 25 niños y niñas a su cargo (como mínimo), con la difícil tarea de guiarles en su educación, el camino que lleva el conocimiento a la verdad, la voluntad al bien y la sensibilidad a la belleza, definición de educación que me enseñó mi padre y que, con su permiso ampliaría, por hacerla más actual, a dirigir el comportamiento con los demás a la igualdad, camino donde los maestros son una pieza clave para que se recorra con éxito.
Ahora además de hijo y hermano de maestros, soy padre y dejo a mis pequeños en las manos de sus maestros y maestras, con toda la confianza, con mucha seguridad, la misma que me transmiten mis hijos cuando van y cuando salen del colegio.
Lo cierto es que lo cotidiano hace que en ocasiones no seamos capaces de valorar la importancia de pequeñas y grandes cosas, siendo a veces exigentes con ellos, como si en la clase sólo estuviese nuestro hijo/a, o no cumplamos nuestro papel en casa a la espera de que lo hagan ellos, u otras muchas meteduras de pata con el maestro o la maestra de nuestro hijo.
Por eso mi reflexión se dirige a valorar la labor de todos y cada uno de los maestros y maestras que día a día se convierten en acompañantes de un camino de grandes descubrimientos hechos con pequeños pasos, sin vosotros el camino sería mucho más corto y pobre. En la educación está el potencial de la sociedad del futuro, vuestra labor es tremendamente importante, desde aquí, haciendo el ejercicio de cada lunes, poniéndome en vuestra piel, sólo se me ocurre decir:
QUERIDOS MAESTROS, GRACIAS
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