Dice un amigo mío que la única virtud que ha tenido esta semana política pasada es la de poner en marcha el calendario preelectoral. En efecto, copia descaradamente a Pedro Sánchez cuando hace de necesidad virtud y trata de sacar algún mérito al rigodón de estos días. Uno, de manera más fina, había previsto un revuelto minué y ha sido enmendado por el señor Presidente en funciones. Se admite la enmienda, señor Rajoy. "Rigodón".
Es cierto: a una situación de paralización constitucional se le ha dado una última salida a medio plazo -penúltima o antepenúltima más bien, porque tampoco tenemos seguro que sea la solución definitiva-. Está claro que hasta hay fecha para una nueva consulta a la ciudadanía, que sin reparo alguno se dio a conocer antes incluso del inicio de los debates. Sí, es evidente que estamos hablando de hombres de poca fe. Y por eso mismo, desde la perspectiva de este cómodo guindo, uno aprecia bastantes más cosas que la señalada con excesiva severidad por mi apreciado amigo.
No cabe negar que ha sido una semana entretenida, que ha animado el aburrido cotarro de dos meses en los que casi no se avanzó nada. Los montes parieron un ratón: un pacto de supervivencia, poco útil por lo menos de momento. Pero lo fructífero no ha estado por el lado del pacto, sino por los alrededores.
Dejemos aparte los fuegos de artificio. Seguimos en un país de corrala si la noticia de primera página es que Fulanito y Menganito se han dado un pico delante de medio gobierno. Bajen a la realidad señores periodistas -y, con mayor razón, señores diputados-. No se dejen engañar por anécdotas, por mucho que tengan la pretensión provocadora de épater les bourgeois. Que si Carolina lleva al niño, que si el otro lleva las rastas, que si estos muchachos huelen bien o mal? Por cierto, propongo un juego, señores diputados conservadores y medio pensionistas: huelan un minuto seguido a su ilustre vecino o vecina y saquen sus propias conclusiones. Hasta aquí puedo leer, como diría una colega mía.
Pero vayamos al asunto. Mi tesis se resume en que una vez fracasado el amago de investidura, lo que tenemos en realidad es una desvestidura, que a mi modesto parecer puede ser incluso más importante, siempre que se cumpla la ineludible condición de que cada palo aguante su vela, y cada mochuelo sea consciente de cuál es su olivo, dicho sea con el respeto que se merecen quienes con buena fe piensan en algún momento en el bien común de este país. El caso es que hay demasiados rabos de paja y la mayoría se dedican a aparentar lo que no tienen, o a exagerar lo que les sobra. De ahí la desvestidura: si aún había alguna duda, me parece que ahora ya no existe. Desvestidos quedan.
No me leerán, por supuesto, quienes deberían hacerlo, modestia aparte. Pero en todo caso, hablemos claro. Sr. Rajoy: ceda paso. Ya ha cumplido su función y no me corresponde a mí enjuiciarla. Retírese con dignidad y su propio partido se lo agradecerá. No hace falta Congreso extraordinario alguno para que el Partido Popular ofrezca otro candidato o candidata a la Presidencia del Gobierno. Sr. Sánchez: Usted ha tenido un recorrido más corto. Qué le vamos a hacer. Pero está también amortizado. Ha tenido la valentía de intentarlo y la insensatez de llevar las cosas menos atadas de lo que pensábamos los confiados. Ahora le toca a otro que sea consciente de los diputados que tiene y de la necesidad de arrimar el hombro. Sr. Iglesias: Ha tenido ya sus momentos de gloria parlamentaria. Deje usted sus tonos profesorales y sus excesos mitineros para ocasiones más propicias, y póngase en serio a negociar. Negociar es ceder. Las buenas formas ayudan. Sr. Rivera: No está en situación de poner vetos. Si de verdad quiere ser un buen estadista en el largo futuro que puede esperarle, también debe poner los pies en el suelo y no sentirse mareado por los augurios de los que han apostado ya por unas nuevas elecciones.
Moléstense en buscar en la red cuál ha sido el presupuesto de las elecciones de diciembre de 2015 y entenderán muy fácilmente por qué sería un despropósito que se nos convocara de nuevo en junio. Sean sensatos todos. Piensen de verdad en los ciudadanos y no jueguen con nuestras ilusiones, ni con nuestro dinero.
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