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Política y bien común
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Política y bien común

Actualizado 06/03/2016
José Román Flecha

Hay muchas lecciones que podemos aprender del reciente viaje del Papa Francisco a México.
En primer lugar, vemos que un país que se autodefine como laico en sus instituciones civiles, ha acogido en el Palacio Nacional al obispo de Roma. Los mexicanos no han visto como contradictorio que un líder religioso de este rango pueda ser invitado a dirigir su palabra a los representantes de toda la República Mexicana.
En su discurso el Papa alude varias veces a la multiplicidad y diversidad de culturas que contribuyen a dar a un pueblo "una identidad propia, que le posibilita contar con una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos".
[Img #577695]Por otra parte, el Papa ha subrayado la importancia de contar con una amplia población juvenil, que "permite pensar y proyectar un futuro, un mañana, de esperanza y proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente".
Claro que es importante la ética a la hora de pensar en "un futuro esperanzador que se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado". Con alusiones fácilmente comprensibles, añadía el Papa que "cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo".
Ahora bien, para superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, "es necesario el acuerdo de las instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona".
Son necesarias "nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario". El compromiso de todos, comenzando por los cristianos, ha de generar una política auténticamente humana y una sociedad que supere la cultura del descarte.
Según el Papa, todos los ciudadanos tienen derecho a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Para lograr el disfrute efectivo de esos bienes, además de la ayuda de las leyes, hace falta la responsabilidad personal de cada uno y el respeto del otro. La fe católica no será un obstáculo para la convivencia. Al contrario, puede colaborar a la edificación de la civilización del amor.
José-Román Flecha Andrés
EL ALIMENTO Y LA FIESTA
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class="RichTextAlignRight" height="282" id="IMAGEN_INSERTADA_577696" src="/adjuntos/img/periodico/img_577696.jpg" width="398" /> "El día siguiente a la pascua, ese mismo día, comieron el fruto de la tierra: panes ácimos y espigas fritas" (Jos 5,11). El autor del libro de Josué señala así el final del periodo del largo peregrinaje de los hebreos a través del desierto.

Con razón el salmo responsorial (33,2-7) nos exhorta a aceptar los bienes del Señor: "Gustad y ved qué bueno es el Señor". La providencia que demostró a su pueblo es una prenda y promesa del amor con que vela por cada uno de nosotros.
El primer domingo de cuaresma, oíamos la respuesta de Jesús al tentador que le ofrecía fáciles panes por arte de magia: "No solo de pan vive el hombre". La liturgia de hoy nos sugiere que el Señor nos alimenta con el maná de su palabra y de la eucaristía.
De hecho, nuestro Padre nos trata como hijos y nos exhorta a vivir como hermanos que participan del mismo alimento.
SER HIJOS
El evangelio de este cuarto domingo de cuaresma nos propone la lectura de la parábola del "Hijo pródigo". Así solemos titularla, aunque bien sabemos que el centro de la parábola es el padre misericordioso.
También en este caso, el alimento ocupa un lugar importante. El hijo que se va de casa, se ve obligado a servir a unos amos que no se preocupan por él. En consecuencia, ha de padecer el hambre. Y el hambre le lleva a añorar la casa de su padre.
Cuando al fin se decide a retornar a casa, el padre lo recibe con los brazos abiertos. El relato parece subrayar el fin del hambre y de la miseria. El padre manda preparar un gran banquete para celebrar el regreso del hijo que se había perdido.
Así pues, también en este caso, se pone ante nuestros ojos la misericordia y la compasión de Dios, reflejada en el alimento, o mejor en el banquete de la fiesta. Dios no es indiferente a la suerte o la desgracia de sus hijos.
SER HERMANOS
La parábola incluye también la reacción del hermano mayor que se niega aparticipar en el banquete ordenado por su padre. Pero también para él hay una palabra que evoca la ternura de la convivencia y exhorta a la alegría:
? "Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo". Como ha dicho el papa Francisco, Dios no engendra "hijos únicos". A todos ha de recordarnos la suerte de tenerlo por padre y de poder ser reconocidos como hijos suyos.
? "Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido". Pero Dios no olvida exhortarnos a reconocer al otro como nuestro hermano. Y nos invita a celebrar con él la alegría de la vida que triunfa sobre la muerte.
? "Estaba perdido y lo hemos encontrado". En realidad, el padre había perdido al hijo menor. Y el hijo mayor se empeñaba en perder a su hermano. Pero el hallazgo es un motivo de alegría compartida.
- Padre nuestro, padre de todos, te damos gracias por tu providencia y por tu misericordia. Y te rogamos que nos ayudes a redescubrir la alegría de la fraternidad y a celebrarla con palabras y gestos de amor y sinceridad. Amén.
José-Román Flecha Andrés

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