¡Menuda puesta en escena! Viendo las imágenes de la firma del acuerdo entre PSOE y Ciudadanos cualquiera pudiera pensar que estábamos asistiendo a la firma de la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas o a la firma de la Paz Mundial. Allí se encontraban, más guapos que un San Luis, Pedro y Albert, Albert y Pedro, con unas sonrisas que para sí quisieran los anunciantes de dentífricos, firmando un acuerdo que no han dudado en calificar de "histórico" (pobres estudiantes del futuro, que tendrán que estudiar tantas cosas "históricas" como están sucediendo en los próximos meses). No ha faltado nada, ni el intercambio de cartapacios, ni la firma solemne, ni el grupo de aduladores que aplaudían arrobados y henchidos de felicidad. He sentido un no se qué de satisfacción, una conexión cósmica con millones de españolas y españoles que hoy podremos descansar tranquilos porque por fin nuestros lideres bienamados han dado solución a todos nuestros problemas. Ay, qué gustirrinín.
Pero la alegría en la casa del pobre dura poco; tal y como luce en muchos cartelitos de esos que pretenden ser originales "hace un día estupendo, ya verás como llega alguien y lo jode", llegó el aguafiestas de turno y me aclaró que no estaban firmando el nuevo gobierno mundial sino tan solo un acuerdo programático entre dos partidos políticos que no han tenido en cuenta el pequeño detalle de que la suma de sus diputados no alcanza ni siquiera para una minimayoría. Resulta que ahora de lo que se trata es de que los demás partidos, maravillados por el contenido del acuerdo (que debe ser el no va más, a juzgar por el modo en que los firmantes se felicitaban entre sí) se sumen alborozados al nacimiento de la nueva era, y con ellos toda la ciudadanía al grito unánime de ¡Pedroooo!.
En fin, volviendo a la triste realidad, no sabemos el recorrido que podrá tener el acuerdo y tiempo habrá de analizar su contenido, aunque una pista ya ha dado Albert Rivera cuando en varias ocasiones ha afirmado que está seguro de que puede ser aceptado sin ningún problema por el PP, y parece que sabe lo que dice.
Yo solo quería ahora detenerme un instante en uno de los aspectos del acuerdo, referido a la eliminación de las diputaciones provinciales. No puedo estar más de acuerdo, las diputaciones son un auténtico lastre para la regeneración democrática, son un hibrido que no tiene encaje en una estructura racional de la administración dividida en tres niveles (central, autonómico y local) y todas sus funciones pueden ser realizadas sin mayor problema, y seguro que con mayor eficacia, por las autonomías. Pero sobre todo suponen el mantenimiento del viejo sistema caciquil que nos viene lastrando desde el Siglo XIX; las diputaciones provinciales manejan ingentes cantidades de dinero, que reparten en función de las presiones de los caciques de cada zona sin tener en cuenta las necesidades reales, que mantienen un funcionamiento siempre oscuro y que no son el resultado de la elección ciudadana sino de la decisión de los aparatos de los partidos (ninguno de ustedes han votado a los diputados provinciales, ni al presidente de la Diputación, y por eso no existe un verdadero control ciudadano, lo que pasa en la Diputación no tiene la misma trascendencia de lo que pasa en cada Ayuntamiento, y sin embargo su presupuesto y su capacidad de gasto es muy superior). El bipartidismo de PP y PSOE se ha cimentado en buena medida en el control de las zonas rurales que les han proporcionado las diputaciones, en las que además se colocan sin medida primos, amigos y allegados. Por eso podría resultar llamativo en un primer momento que el PSOE haya aceptado este punto en el acuerdo (la última vez que se intentó tímidamente hablar del asunto fueron sus propios cargos en los ayuntamientos rurales, y fundamentalmente en Andalucía, los que se opusieron de plano); pero todo tiene su explicación, parece que hay truco de trilero porque no se habla de suprimir las diputaciones sino de convertirlas en "Consejos Provinciales de alcaldes", es decir se cambia el nombre pero no se cambia nada de su contenido; ya estamos acostumbrados a miles de reformas de la administración que se reducen a cambios de nombres, de siglas y de colorines en su imagen.
Por cierto, en el acuerdo tampoco contempla la derogación de la Reforma Laboral, la derogación de la Lomce (solo se habla de paralización) ni por supuesto de la recuperación de los recortes en la enseñanza pública. Y para que no haya dudas, no han acordado derogar la ley mordaza, así que tengan cuidado con lo que piensan.
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