La equivocación o acto fallido del presidente Rajoy respondiendo a la pregunta de una periodista sobre cómo se había sentido con la decisión del Ayuntamiento de Pontevedra de nombrarle PERSONA NON GRATA, mostró paradójicamente por una vez sus sentimientos; respondió: "somos sentimiento, tenemos humanos". Más allá de lo que el psicoanálisis interpretara de esta equivocación, Rajoy en ella expresó tener "o ser sentimiento". Queda como misterio qué significará en su fondo "tener humanos".
Pero lo más importante públicamente de esta jocosa anécdota es que ésta se junta inevitablemente en nuestra memoria con otras dos recientes, nada jocosas: el puñetazo que un joven de Pontevedra le pegó durante un paseo por el centro hace un par de meses, y la otra el reciente acuerdo del ayuntamiento pontevedrés citado antes.
Aunque hay muchas más escenas o imágenes en las que Rajoy pierde, al menos parcialmente, su serenidad (recordemos solo el debate a dos en la campaña electoral de diciembre con el candidato socialista Sánchez) bastarían estas tres para hacer la hipótesis de que Rajoy y todo lo que su persona significa (que es mucho, como cualquier presidente de un país), se está derrumbando a un ritmo acelerado. Y este hecho sí que crea inestabilidad a muchos niveles, político, económico, social; incluso inestabilidad psicológica (que es mi especialidad). Toda autoridad es para todos los ciudadanos, aunque más claramente para los jóvenes y niños, una figura paterna: a nivel emocional un presidente es como el padre de una familia. Si el padre sufre alguna crisis, cambio o desgracia, todo el grupo familiar se resiente, todos están inquietos, temerosos o ansiosos por lo que pueda suceder. Pero además, el partido del gobierno en su conjunto, está en la actualidad sometido a una revisión sobre numerosas situaciones de posible ilegalidad; con lo que no solo es la cabeza del partido la que está en crisis sino toda la organización.
En el plano de las emociones inconscientes la mayoría de la población española se debe sentir inquieta, en mayor o menor grado, en su interior, independientemente de que sean votantes del partido popular o no.
Estamos en lo más agudo de un tránsito de poder, de autoridad. Se puede observar mucha inestabilidad en la calle, en las instituciones, no digamos dentro de las organizaciones políticas. Y esa inestabilidad, difícil de medir, pero fácil de detectar, es incomodidad general y puede llegar a sentirse como sufrimiento.
Cuanto antes se tomen decisiones (o tomemos todos los ciudadanos en elecciones generales) más pronto este malestar desaparecerá. Todo cambio implica riesgos, pero los temores sobre los cambios suelen estar constituidos sobre todo por fantasmas que desaparecen en cuanto el cambio se ha producido.
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