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Elogio del diminutivo
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Elogio del diminutivo

Actualizado 27/02/2016
Fructuoso Mangas

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Es como decir elogio de lo pequeño. Y juego con esto porque entre otras cosas voy a hablar de bocadillos. Me refiero a los 18.500 bocadillos que Manos Unidas hizo y repartió el pasado jueves. Y podría repartir más, pero la calidad del proceso y demás cautelas casi impiden por ahora subir el número. Y 18.500 son ya una cifra casi increíble. No es fácil hacer en una mañana tantas cosas y tan diminutas.

Es increíble el panorama de unas ciento treinta personas trabajando desde las 5 de la mañana para poder llegar con todos los cuidados del caso a la tromba de peticiones que se concentran sobre todo a la hora del recreo de los colegios. Es una lección de excepcional naturalidad en una acción compleja resuelta con soltura y profesionalidad. Si escribiera en francés diría ¡chapeau! Es trabajo y fiesta, es cansancio y frescura, es agilidad y resistencia, es pan cortado y espíritu abierto, es cosa pequeña y gesto grande.

Es increíble también el interés y el trabajo previo en colegios, parroquias, empresas, oficinas, grupos sociales de toda clase y procedencia que se unen en esta acción colocando bocadillos como si se tratara de colocar el artículo del mes. Es una trama que abarca a toda la ciudad en todos sus niveles más allá de cualquier identidad. Cada año me sorprende esta variedad de gentes poniendo su parte y su trabajo. Increíble, pero ahí está. Y para una cosa tan diminuta como un bocadillo. Ahí está su grandeza, de forma que aunque sea un diminutivo, todo lo que le rodea es verdaderamente grande.

Increíble también los límites hasta los que puede llegar una acción así, tan elemental y casi ridícula por diminuta, de vender bocadillos. Me explico. Con los cincuenta mil euros, más bien más que menos, que Manos Unidas ingresa con la Operación Bocata para sus proyectos de desarrollo humano y social en el Sur, se dan pasos importantes. Con esa suma, sin contar ahora cifras mucho más altas que también se suman y por buscar equivalencias que lo expliquen, se le puede devolver suficiente modo y medio de vida normalizada a un grupo humano considerable de forma que no tengan que dejar casa ni tierra para poder salir de la miseria o de la indignidad. Por cierto, sólo interviniendo allá, en los países de origen, se detiene con eficacia y respeto el río de la emigración a la fuerza. Hasta ahí llega el diminuto bocadillo.

Increíble también, y esto es un reconocimiento merecido, que Manos Unidas haya sido capaz de mantener con rigor y calidad esta Operación Bocata desde hace más de 30 años, desde los años gloriosos del "Javiche", del colegio de San Estanislao y la multitud congregada en aquel patio con grupos que confluían desde toda la ciudad hasta los nuevos tiempos en que con la inestimable y generosa colaboración de los Trinitarios se reparten por todos los rincones de la ciudad miles y miles de bocadillos. Parece sencillo, pero no lo es y hay que reconocer el trabajo y buen hacer de las Presidentas de Manos Unidas (me van a reñir pero las cito: Valen, Ana, Mª Luisa, Maite y Loli) que en estos años han dirigido la Operación. ¡Va por ellas y por todos los colaboradores! Hasta por las cien empresas que, en distintos servicios, colaboran gratuitamente cada año. Hay que ver? ¡una cosa tan pequeña, un bocadillo, y obra de tantos!

Increíble también esa capacidad del ser humano de anclar significados grandes a realidades diminutas, pequeñitas, diminutivas? Los ejemplos se amontonan a millones. Desde un beso o dos palos cruzados en cruz hasta el trazo de una firma o una medalla por muy de oro que sea, desde un busto de Goya hecho en serie hasta un escudo bordado en la camiseta? o un bocadillo hecho, vendido, comprado y comido; y prácticamente todo en compañía, que es de por sí un valor añadido, un IVA al revés que lo dignifica.

Cada bocadillo y el gesto que lo acompaña es un recuerdo respetuoso y dolido ante la gente, de cerca o de lejos, que vive en estrechez, angustia o miseria; es una mirada llena de respeto hacia los de lejos, borrosos y sin nombre, pero presentes por la fuerza del amor y de los hechos; es una sensación de quedarse a medio comer para sentir un poco alguna punzada de hambre y de carencia; es una mirada, muy breve y quizás fugaz, pero crítica hacia nuestro mundo de indiferencia y abundancia; es una forma humilde y hasta ambigua de mostrar desacuerdo y rechazo a formas de actuar y gobernar; es una vía, muy estrecha pero que funciona, para financiar algún proyecto más de desarrollo y progreso humano en algún país pobre del Sur ofreciendo dignidad y futuro. Y es lo que cada uno quiere que sea.

Por todo esto y más alabo el apetito de los que el jueves se comieron el bocadillo (recordando además el hambre y el pan de otros y de lejos), el gesto de los que los hicieron y repartieron y el gusto de la Organización en repetir la Operación el año que viene. ¡Hasta el 2017!

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