Después de 28 años, se dice pronto, de mayorías absolutas del PP, el 32º Aniversario del Estatuto de Castilla y León tuvo ayer forzosamente otro aire, dejando atrás la mera rutina protocolaria a la que había quedado reducida esta conmemoración. No en vano era la primera efeméride celebrada con la actual composición de las Cortes, cuya pluralidad ha dejado atrás el bipartidismo imperante desde aquel lejano 1991.
Mal que les pese a algunos que se resisten a reconocerlo, lo que hace tiempo aquí motejamos como "el mausoleo" ha ido cobrando vida propia, y de qué manera, desde que comenzó la actual Legislatura. Basta recordar la última sesión plenaria para constatarlo. Pese a la rémora de un Reglamento que pide a gritos su reforma, el centro del debate político ha pasado a residir en el Parlamento, algo que ni los más optimistas pensaban que pudiera volver a suceder.
En el aspecto puramente institucional, la Mesa de las Cortes había tenido el acierto de conceder la Medalla de Oro de la institución a la RealAcademia Española en un momento en el que su director, Darío Villanueva, anda lamentándose del trato oficial dispensado al Año Cervantes. A la vez de realzar una de las principales señas de identidad de esta comunidad autónoma, dicha Medalla ha venido a subrayar el enorme potencial que supone ser la cuna de la lengua hablada por mas 550 millones de personas, filón que en buena parte seguimos desaprovechando. Tanto en este capítulo, como en el de una eventual nueva reforma del Estatuto, el discurso de la presidenta de la Cámara, Silvia Clemente, resultó inobjetable.
Aunque parezca cuestión baladí, otra nota positiva ha sido la recuperación -a coste cero, gracias al patrocinio privado- del vino posterior al acto, suprimido hace años como gesto de austeridad en el gasto público. Ello propició que la grey política y los invitados de toda laya desplazados desde todas las provincias, amén de la fauna periodística, pudieran entremezclarse y departir sin las formalidades de rigor. Eso sí, el "trending topic" de los corrillos no fue ni el Estatuto ni su reforma, sino el abanico de posturas sobre el pacto PSOE-Ciudadanos, la controversia sobre las Diputaciones y las apuestas sobre la repetición o no de las elecciones generales. Normal.
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