Este 20 de febrero se celebran los primeros 16 lustros del notable poeta portugués especialmente vinculado con Salamanca, nacido en la ciudad de Castelo Branco el año 1936. Alencart escribe sobre su admirado amigo.
A veces uno mismo suele incurrir en tópicos, en repetitivas frases que poco nutren las raíces del sentimiento que vivifica al ser humano, en artículos y notas que destilan loas y grandilocuencias por todos los poros de la página o la plantalla del artilugio electrónico que sirve de soporte.
Antonio Salvado cumple ochenta febreros y a mí lo único que se me ocurre es darle un abrazo que dure ochenta segundos, ochenta minutos, ochenta horas, ochenta días... No se me ocurre homenajearle con un poema, que ya varios le he dedicado a lo largo de los buenos años de amistad genuina que mantenemos. Tampoco se me ocurre escribir un artículo o ensayo que compendie y retrate su valiosa obra lírica que viene escribiendo desde su Castelo Branco natal: superan la docena los textos que sobre este magno poeta lusitano he escrito y publicado aquende y allende el idioma castellano. No se me ocurre llamarle para decirle, en broma, claro, 'Feliz cumpleanos, querido Tozinho, Príncipe de las Beiras'. No.
No se me ocurre nada, salvo este abrazo en la distancia física, siempre vencida por la potencia espiritual, por el voltaje de los sentimientos que nos sitúan en la misma órbita, hermanados desde el Principio, desde el Verbo. Un abrazo que contenga Poesía (hay abrazos sosos, desganados, que se notan falsos; como hay versos sosos, acartonados, claramente carentes de Poesía). Se me ocurre un abrazo tejido de estrellas, porque somos parte del cosmos; pero también con una porción de infinito, de misterio, de palabras que alarguen el tiempo que vivimos profundamente. Este abrazo sí que le puedo ofrecer porque está cimentado desde el corazón y lejos de los cuentos de hadas, de las ingratitudes, de los regodeos...
Ochenta febreros se merecen ochenta abrazos que contengan recién brotadas flores del almendro. Pero aunque lo anterior suene algo lírico, un fragil Salvado sabe que mi 'amenaza' es muy cierta: sabe que recibirá, en la primera ocasión de un nuevo encuentro, ochenta abrazos por minuto. Será en Salamanca, en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes, en el pueblo portugués de Monsanto o en su morada albicastrense, allí por la avenida Nuno Alvares. La vida, también de todo poeta, acopia deleites y sinsabores, algunas alegrías y múltiples desengaños, dolores, tristezas... Y en ochenta años de vida (sesenta como poeta editado), António Salvado, el 'viejoven' cuya infancia transcurrió en la casita con malvas en las ventanas, subiendo al castillo, ha sabido dar muestras de grandes literaria y de humildad personal, esa humildad serena que sólo pueden detentar los que realmente son maestros y no necesitan impostar su presencia en el mundo.
Sólo se me ocurre un abrazo largo, largo... Y traducirle para los muchos lectores en lengua castellana a los que llegan las botellas que lanzo en la Red.
TRES POEMAS DE ANTÓNIO SALVADO
EPÍSTOLA
Amor: si un día cualquiera
supieras que estoy empapado
de muerte y ya no hubiera
tiempo de estar a tu lado,
si no pudieras oír
mi palabra de esperanza
recorrer, beber, sentir
tu rostro de muchacha,
quiero que sepas el nombre
que en mí nació como un río:
te amé con toda el hambre
de mi corazón tan frío.
EL EXTENSO CONTINENTE
La senda se prolonga
en el extenso continente
donde viven las palabras:
dentro de él se esconde
el semen que las aumenta
cuando algunas mueren.
En mi deambular
hacia nuevos lugares,
tiernas palabras tengo:
nacidas en el corazón,
me ofrecen otras melodías
y un diferente aliento.
MARCA
Si de los pasos me queda
tan sólo una huella,
siento alegría:
está es
la mejor forma de ser
más que nada.
¿Qué mares podría
haber conocido?
--Una huella
dibujada y fría:
¡la prueba de haber vivido!
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