La vida guijuelense a través de un cámara

La historia de un lugar en los últimos cien años está ligada inevitablemente a la fotografía. Se pueden guardar recuerdos, escribir memorias, pero una imagen, válgame el manido tópico, vale por mil palabras. Hay gente aficionada a la fotografía, y gente a la que no le gusta un pelo salir en ellas, pero a todos nos gusta rememorar lugares, vivencias o personas a través de una instantánea. Guijuelo, como no podía ser de otra manera, también tiene su historia en la fotografía y a través de sus fotógrafos.

Mis escarceos con la fotografía comenzaron hace exactamente 20 años. En el año 96, siendo yo estudiante de Administrativo en el extinto Instituto de Formación Profesional de Guijuelo, me apunté a un curso de fotografía como actividad extraescolar. El encargado era Juanjo, profesor de Tecnología de la rama de Electricidad, el cual nos enseñó a mi y a otra docena más de estudiantes, incluido mi hermano Ángel, los rudimentos de la fotografía. Fotografía química de la de toda la vida, película, revelador, cubetas, mal olor, negativos y por fin? la magia de la imagen procesada. Muchos pasaron por delante de nuestras cámaras en aquel entonces (una pequeña muestra se puede observar en la imagen que acompaña este artículo). Inconsciente yo de que sólo serían unos pocos de los miles de guijuelenses que he tenido el honor de fotografiar con tan humilde y sufrida profesión que elegiría tiempo más tarde.

Ese recuerdo iniciático es mi "momento fotográfico", pero he tenido otros, naturalmente. Alguno de ellos compartido con muchos vecinos de la villa. Como sentarse en el caballito de don Emilio para la foto infantil o sentarse en el taburete del estudio de Jero para la foto del carné de conducir son dos clásicos de la fotografía guijuelense sin duda alguna. El valor incalculable de las fotografías de don Herminio Sánchez Bazo. Aquella exposición de fotografías del Grupo Scout Edelweiss que se hizo en el primer piso del mítico Bar Imperio también a mediados de los 90. O posar en fiestas para alguno de los compañeros de oficio que han fotografiado Guijuelo y a sus gentes durante décadas, como Myly Díaz. O más sencillo aún, cualquier vecino con un mínimo de inquietud fotográfica ha terminado, tarde o temprano, haciéndole una sesión fotográfica a nuestro querido Torreón.

La era digital ha trivializado en cierto modo el espíritu de la fotografía. Antes, el hacerse una foto era un momento incluso solemne. Ahora es algo tan cotidiano que roza el hartazgo, sobre todo en las tan útiles, pero también tramposas, redes sociales. Por eso invito a todos los que leáis esto a que lo penséis dos veces antes de apretar el botón de la cámara del móvil. Buscad la manera de hacer esa foto distinta a las demás, merecedora de ser parte de nuestra historia, un pedacito de Guijuelo. O fiel a tu propia historia, sólo para tí y los tuyos, da igual, lo hermoso es hacer esa foto digna del instante que querrás recordar en el futuro.