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La mano de San Pedro
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La mano de San Pedro

Actualizado 16/02/2016
Fernando Robustillo

Que se nos quite de la cabeza, pero esa mano tímida de hombre, pero firme de dioses, signo de paz de culturas decimonónicas, quizá la tengamos repetida los humanos por si nos falla la otra. Y bien cerca tenemos los ejemplos de Valle-Inclán y Cervantes, qu

[Img #562999]Es posible que nuestro presidente en funciones, señor Rajoy, fiel a sus lecturas, en ese ritual de petición de manos del enviado o mandatario del Rey, señor Sánchez, pensara que aquella mano era idéntica a la tramposa "mano de Dios" de Maradona, que hasta llevó a Argentina a ganar un Mundial, y claro, no era cuestión de exponerse al engaño.

Estas prevenciones son lógicas entre gente de buenos orígenes políticos, aunque bien mirado, su mentor, don José María Aznar, no tuvo un día muy afortunado aquel en el que le tocó nombramiento de vicepresidentes. El señor Rato, después de minutos de gloria por instituciones como el Fondo Monetario Internacional o Bankia ?así es la vida, los años se convierten en minutos? todo el mundo sabe cómo ha terminado. Y para no repetirnos diremos que lo hizo confundiendo molinos de viento con paraísos fiscales.

Del otro vicepresidente aznarista, quien ahora nos interesa, aunque con mención aparte y distinta, presidente en funciones que ni está inspeccionado ni se le espera, hasta llegó a pensarse que había sido el gran descubrimiento de don José María, pero no ha habido suerte, pues ya sabemos lo que dice la sabiduría popular: obras son amores..., y aquel descubrimiento, o sea, el señor Rajoy, no tiene ni un amigo ?excepto los de Twiter, ¡que para qué queremos enemigos! ? y vendados y atados los trabajadores que le votaron, se ha quedado sin una mano que le asista. Y como las desgracias nunca llegan solas, pura ironía, ahora viene el señor Sánchez a darle la mano. ¡Váyase a paseo!, debió pensar el vicepresidente del señor Aznar y aún hoy presidente de nuestro país señor Rajoy.

No falta quien esto lo explica como si el señor Rajoy estuviera fuera de la realidad. Si es así, es de entender. Él cree en los recortes, en sus recortes, en los que pudo realizar con una mayoría insultante. ¡Todo ha sido tan fácil! Pero ahora le duele que esos mismos españoles no le agradezcan los viajes turísticos por pan tierno hacia otros lugares del mundo, o la buena vida en una España con empleos de dioses para quienes se quedaron, que a veces son de ¡sólo una hora semanal! Ahora, desagradecidos ellos, le han imitado y le han recortado los votos. Y lo peor de todo, que cada voto de esos ciudadanos vale lo mismo que los de un banquero, entre los que se le supone tantos amigos. Pero ésta es una democracia increíble. Vamos a ver, si no existe otra salida que la del sometimiento al dinero, cómo es posible que un euro no valga un voto. No crean que es un despropósito, no; este pensamiento es elemental y, créanme, muy razonable para muchos.

No obstante, volvamos a la realidad, a la noticia, donde aún colea ese porte tan presuntamente feudal del señor Rajoy abrochándose la chaqueta ante un señor Sánchez que le da la mano a la atmósfera, imagen que ya ha dado la vuelta al mundo, una estampa indeseable que la pueden protagonizar unos individuos políticamente amortizados o mortales, como usted, amigo lector, si no está en estas lides, o como yo, pero no políticos demócratas profesionales que están en capilla bien para pasarse las cuentas o peor, ¡qué imagen!, ir así hacia unas próximas elecciones.

Ante hechos como éste y otros parecidos que vienen oscureciendo del gris al negro la imagen del señor Rajoy, cada día más enfadado por creer que el pobre por ser pobre tiene que ceder, el señor González, don Felipe, a pesar de sus presuntos vaivenes ideológicos del último cuarto de hora, aún tiene carrete para decir esa frase sencilla pero exacta que en un gran estadista hace mucho eco: "Señor Rajoy, su tiempo ya ha pasado". Nadie mejor para dar ese consejo que quien lo tuvo todo y un día, después de muchos años, hubo de echarse al lado por mandato de las urnas.

Sin embargo, el señor Rajoy puede hacer lo que quiera: intentar ganarle al Rey a los naipes o seguir diciendo que ha ganado las elecciones sin estudiar la científica Teoría de Juegos (en cinco minutos, un politólogo o un sociólogo le pueden explicar el juego de las coaliciones), pero digamos que puede hacer absolutamente de todo, ya que nadie le quitará de la cabeza, de la suya, hablando en términos deportivos, que hoy España parece el Carrusel Deportivo en versión Judicial. No tiene usted, señor Rajoy, más que situarse delante de un telediario con un purito "Reig" y esperar a que le den "minuto de juego y resultado" en Valencia, Madrid, Baleares...

Buenos días, buena suerte, señor Rajoy.

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