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Así lo vi yo (Apreciación subjetiva de un Carnaval menos. O más), por Jesús Cid
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OPINIÓN

Así lo vi yo (Apreciación subjetiva de un Carnaval menos. O más), por Jesús Cid

Actualizado 12/02/2016
David Rodríguez

Es una delicia ver subir la manada en una calle repleta de corredores y espectadores que dan a la zona una apariencia de estadio deportivo

[Img #560355]No soy nada original si digo que el pasado Carnaval ha tenido muchas cosas muy buenas y algunas pocas cosas muy malas. Tampoco si escribo que las cosas muy malas se han fagocitado, en parte, a las buenas.

Dos de las patas que sostienen cualquier carnaval son el disfraz y la animación callejera y ambas, a nuestra manera algo fría y asceta, salen bien paradas.

Al Toro del Antruejo le sueltan en un terreno propicio pero con el hándicap de que le esperan cientos de recortadores frescos, descansados y ávidos de estrenar la temporada en pleno invierno. Dominado lo fue ipsofacto.

Que es una brillante idea establecer el encierro por la Avenida Conde Foxá, no lo pone en duda ni el menos ilustrado. Es una delicia ver subir la manada en una calle repleta de corredores y espectadores que dan a la zona una apariencia de estadio deportivo con sus gradas y palcos. Es impensable que el encierro se mude a otro sitio cuando se ha establecido en torno a este una estrategia perfecta que consiste en ir cerrando puertas al paso de los animales para que estos no tengan otra opción que dirigirse hasta la Plaza. La anarquía de encierros pasados ya no tiene cabida en el pensamiento actual. Sugiero que para amortizar la larga espera se hagan dos encierros con tres toros cada uno y su parada de bueyes correspondiente en el intervalo de veinte o treinta minutos. Es una idea.

De práctica, genial y moderna he de calificar la idea del anuncio a través de los altavoces que trasladan el sonido de la Campana de la proximidad del comienzo del encierro y la prohibición de recortar los toros. Se puede aprovechar para anunciar o sugerir otras cosas y aplaudo la iniciativa.

No tienen la misma ligereza y armonía los Desencierros. Los toros desorientados y cansados no encuentran la salida natural e instintiva del camino por el que llegaron y tienen muchas probabilidades de emplazarse. Esto se soluciona dándoles la salida por el mismo lugar del encierro, aprovechando la querencia y el desnivel favorable el asunto ganaría en agilidad y belleza ahorrándonos el triste espectáculo de ver evacuar contra su voluntad a animales exhaustos incluso con medios mecánicos. Espero no herir la sensibilidad de nadie si digo que la zona de los Pinos no es tierra santa y empieza a ser prescindible. El Desencierro por el mismo lugar que el Encierro.

No existe un toro tipo para Ciudad Rodrigo, y este varía, pienso, en función del mercado, pero debería parecerse bastante al de los vistos este año, sin exageraciones, con la seriedad y el trapío que impone un carnaval con apellido toro y la ligereza y bravura para aguantar la exigente prueba a la que son sometidos. Gracias a ello los recortadores plenos de agilidad, sobrados de facultades, nos han ofrecido un verdadero repertorio con acrobacias de alto nivel incluidas. Me alegro especialmente que se hayan dejado caer por aquí una docena de Capas dispuestos a pasarse por la cintura toros de ganaderías buenas, algunos extraordinarios para la muleta, recordando lo que han sido aquí las capeas hasta no hace mucho. Verles pasar el guante es una imagen romántica y evocadora. El máximo respeto para ellos.

Que los tiempos cambian se demuestra cuando un público enfervorecido le gritaba al presidenta aquello de "si se puede, si se puede", animándole a saltarse el reglamento en vigor para indultar un novillo increíble. El matador utilizando la vieja argucia de dejarse sonar los tres avisos consiguió que el bravo animal saliera vivo del coso pero la ley no permitió que padreara en el campo. Una pena. En la atractiva y bien planteada novillada picada hubo luces y tres novillos "arreglados" hasta el tuétano, afeados, más si cabe, por otro novillo íntegro y en puntas que le tocó en suerte al local Pérez Pinto, el menos toreado de los cuatro novilleros y que esta vez sí vino con la espada afilada. Entre medio del festival y la novillada los cinco becerristas que toreaban por el Bolsín demostraron tantas ganas como buenas maneras en dos festejos muy entretenidos donde el Presidente se mostró bastante cicatero a la hora de conceder los trofeos. Un único pero; los becerritos del domingo eran más chicos que algunas vacas que habían tentado los aspirantes en las pruebas anteriores, cosa que no gustó al personal. Lógico.

Del Encierro a Caballo no hablo porque bastante disgusto y decepción tenemos todos con lo acontecido. Sólo que toca reformular o replantearse la organización de este espectáculo en beneficio del interés general. El Ayuntamiento debe asumir gran parte de la responsabilidad de tamaño fracaso por falta de previsión, escasa organización y exceso de confianza en un cercado ridículo, además debieron de tener la delicadeza de echar un encierro de reserva a las calles para compensar, en parte, a una muchedumbre decepcionada.

Retorna esta Ciudad a su habitual y abrumadora calma rutinaria. Será hasta la Semana de Pasión. Entre tanto disfruten ustedes, moderadamente, de la Cuaresma. He dicho.

Jesús Cid

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