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La jardinera une su luz a la de Candelario
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'teresa, la jardinera de la luz'

La jardinera une su luz a la de Candelario

Actualizado 07/02/2016
Redacción

El grupo de teatro Lazarillo de Tormes actúa en la iglesia del municipio coincidiendo con la fiesta de La Candelaria (GALERÍA DE FOTOS)

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Candelario es un pueblo muy conocido y querido de todos los salmantinos. Su maravilloso entorno natural hace de él una auténtica joya de la Reserva de la Biosfera a la que pertenece, y además su conjunto histórico-artístico forma parte de nuestro Patrimonio. Por cualquiera de sus innumerables rutas de senderismo que enlazan con la ya conocida Ruta de la Plata que une nuestra geografía a lo largo de la franja oeste, podría haberse acercado Teresa de Jesús a esta bellísima localidad. Y es que ambas parecen pertenecer a una atmósfera que carece de tiempo real, que se ha convertido en universal por los valores que las adornan. En el caso de este pueblo charro, saber conservar a ultranza sus más enraizadas tradiciones, que apuntalan la comunidad de sus habitantes. En lo referente a Teresa de Jesús, la fidelidad a un Dios que la llevó a pelear en nombre de su amor por todas las hermanas de sus muchas comunidades conventuales.

Por eso, en estas fechas en las que se celebra la tan tradicional fiesta de La Candelaria, tan especial para este pueblo, Teresa, la jardinera de la luz ha llegado para poner el fin de fiesta en Candelario. Esta celebración que nos llega de la tradición judía, recuerda como María presentó a su hijo Jesús en el templo, después que ella, como cualquier madre judía hubiera pasado la cuarentena. Es por tanto un acontecimiento lleno de luz como las de las muchas velas que en los templos había para festejar este hecho que es un canto a la nueva vida. Cuando "Teresa, la jardinera de la luz" se representa en el altar de la iglesia del pueblo que visita, nos recuerda la importancia que estos espacios tienen para el ser humano. Una obra que desborda energía, vida y autenticidad, y que habla mucho de la fuerza y debilidad del hombre, no podría encontrar un escenario mejor. Así, como ya es sabido, nace esta idea en la mente del productor de la obra, Javier de Prado, y en torno a ello, el montaje empieza a crecer.

En el precioso escenario que es el altar mayor de la parroquia de la Asunción de Candelario, preside la Madre de Jesús de Nazaret, al que Teresa se entregó, en cuerpo y alma. Esto la convirtió a su vez en la madre que fue para las mujeres de su época, acogiéndolas en la difícil tarea de enseñarles a ser libres gracias a un amor libre, el del hijo de Dios, que a pesar de hacerse carne mortal como la nuestra, se alejaba del patrón del varón dominante del tiempo de la carmelita. La grandeza de Teresa es saber ante quién tiene que rebelarse, en función de sus convicciones, sean hombres o mujeres, pues siempre estuvo al lado de los más débiles, y fue amiga de ricos y poderosos si así era menester para lograr sus objetivos. Si a esta actitud se añade su gran formación intelectual y teológica, no resulta extraño que en medio de un rígido siglo XVI, Teresa fuera sospechosa de cualquier cosa ante la muy ortodoxa Inquisición de la todopoderosa y católica España de entonces.

Con un texto sencillo y muy bien estructurado, el dramaturgo irlandés, Denis Rafter, guionista y director de la obra, consigue en apenas una hora, descubrirnos todo lo que rodea a esta monja en su contexto histórico, religioso y político, mientras se hace un esbozo acertado de la mujer que fue para su tiempo, y la posteridad. La escenografía que tanto productor como director han puesto ante los espectadores es de una factura impecable. Los auténticos hábitos de estameña de las hermanas carmelitas que aparecen en escena, unidos a los ropajes del padre dominico que les da la réplica desde lo alto de un púlpito, sobrecogen desde el primer momento del montaje, y traslada al público a un tiempo, el de Felipe II donde los moldes de comportamiento humano eran muy difíciles de trasgredir y más para las mujeres. Sin embargo oímos en un momento inicial de la obra como una de las monjas, Lucía, magníficamente interpretada por la actriz Sonsoles Palacios, recuerda valientemente a sus hermanas carmelitas, las enseñanzas de la madre: "una mujer tiene las mismas cualidades, talentos y sabiduría que los hombres". Tenemos que señalar también que las notas de las canciones propias del siglo XVI, que salen del órgano, réplica exacta del que tocaba el maestro Salinas en aquellos momentos, envolvieron las sensaciones de los que en esta tarde del sábado del carnaval del 2016, se acercaron a Candelario para compartir con los candelarienses esta representación 109 del montaje.

Dentro de la bella iglesia de Candelario, la altura profesional de Teresa, la jardinera de la luz,se vio arropada por la riqueza artística allí acumulada a lo largo de los siglos. Desde su artesonado mudéjar, o el precioso rosetón gótico, pasando por un altar barroco rematado por el manierismo de la talla de san Sebastián, han hecho que el ambiente creado envuelva a actores y espectadores en una especie de magia donde la presencia de Teresa de Jesús lo preside todo. Fuera, en la silenciosa y lluviosa tarde de invierno, otro entorno, el de las calles de un pueblo pintoresco en cada rincón, parece escoltar mudo lo que allí dentro, tiene lugar. Casas milenarias construidas en la lejanía del tiempo para servir a la rutina de las tareas de sus habitantes. Son construcciones hechas de piedra y madera que dan lugar a la vida y la muerte tan enraizadas en este rincón de sierra y frío, de aguas cristalinas que limpian bajando desde los neveros por las regaderas de sus calles, otros ríos, de sangre. Es sangre de las típicas matanzas que han permitido vivir a estas gentes desde una época ancestral que ya nadie recuerda. Tradición de matanza y unión de familias en torno a un hogar donde se realizaba y que les permitía vivir. Así reunía nuestra monja también a sus hermanas alrededor de fogones donde les enseñaba que el Creador de todo está presente en cualquier situación de nuestras vidas.

Cuando nos acercamos a este pueblo, lo primero que nos recibe es su ermita del Cristo del Refugio, con cuya festividad los candelarienses empiezan el mes de mayo. Parece anunciarnos la calidez de los anfitriones de una localidad acogedora en la belleza de su entorno, donde reside siempre la primavera en la música de sus aguas, la luz de la nieve y el sol de las montañas y sobre todo lo perenne de la autenticidad de las cosas que permanecen a lo largo del tiempo por la calidad que las sostiene. Después de ver Teresa, la jardinera de la luz estamos seguros de que Teresa de Jesús, se hubiera parado a descansar en esta ermita para refugiarse a los pies de su amado por quien llegó a ser lo que siempre será.

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