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Un palco que merece los honores de una ovación
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CRÓNICA DEL FESTIVAL, POR PACO CAÑAMERO

Un palco que merece los honores de una ovación

Actualizado 06/02/2016
David Rodríguez

CIUDAD RODRIGO | Juan Diego y Juan del Álamo cortaron una oreja cada uno, César Jiménez dio la vuelta al ruedo, y Álvaro Lorenzo se llevó una ovación

[Img #552888]Tras el particular veranillo de enero el frío no quiso perderse el Carnaval y las estampas de mantas para protegerse de la adversidad climatológica volvió a estar presente en los tablados de la maravillosa fiesta del Carnaval de Toro. Porque Ciudad Rodrigo en un pueblo con magia y alegría que echa la casa por le ventana en estas fechas de las 'carnestolandas', como ocurrió con el primer festival, desarrollado bajo el magnífico ambiente que trajo un llenazo por el que suspirarían todos los empresarios.

El festejo discurrió en medio de un particular diente de sierra en el ámbito artístico. Porque si Juan Diego se mostró frío y abúlico con el que abrió plaza, tras un esperanzador saludo capotero, lo realmente bueno de su hacer fue la facilidad con el que mató a su oponente, que tampoco acabó de emplearse en ningún momento de la lidia. La estocada le valió la orejita que paseó.

El momento que marcó el festejo llegó en las postrimerías de la faena de César Jiménez. Ahí el toro derrocha nobleza para embestir a la pañosa que le ofrecía el de Fuenlabrada, quien disfrutó ante aquel torrente de clase tras someterlo después del desastre en el primer tercio. Firme Jiménez, que comenzó de hinojos, con ambas rodillas clavadas en la arena, lo mimó y cuidó para sacar lo mejor del toro, que llegó además a un público que, espontáneamente, comenzó a pedir el indulto y esa petición se fue extendiendo cada vez que el torero empuñaba la espada y enseguida desistía del empeño de acabar con las res, dicho sea de paso cada vez con más celeridad.

Ante las protestas de parte de la plaza, una vez que soló el primer aviso, el mismo palco informó por megafonía que el reglamento vigente impedía indultar. Entonces, el público festivo y jaranero gritaba: "si se puede, si se puede" y César Jiménez, quizás esperando que al final asomase el pañuelo naranja no dejó de torear y ahí además se descubrió otro defecto del toro al perder fijeza al segundo muletazo y buscar la querencia de las tablas, pero el diestro anduvo fácil para tapar los defectos. Sonó el tercer aviso y en vez de liarse la bronca, que era de esperar, hubo paz y Jiménez dio la vuelta al ruedo obligando a saludar al ganadero, a quien aplaudieron desde los tablaos.

Pero quien se merecía una ovación de verdad fue el presidente, Juan José Rodríguez, que estuvo en su sitio para mantener el respeto a la integridad y verdad de la Fiesta frente al desorden en los tendidos.

Juan del Álamo volvió al pueblo en el que nació y fue todo entrega y corazón. Sufrió hasta tres coladas por el derecho y un tantarantán tras porfiar hasta hacer meter en la muleta al novillo. Fue un Del Álamo entregado y queriendo mucho, que dio lo que no tuvo su toro, estando muy por encima de él.

Se esperaba el toreo de capa del toledano Álvaro Lorenzo, pero faltó fijeza a su oponente. En su faena larga mandó la entrega y su afán por agradar, pero con la pena de no matar, lo que le impidió cortar orejas. Fue el final del festejo en el que en ese momento, a punto de comenzar la capea y el desencierro, muchos aficionados abandonaron los tablaos buscando el calor de las barras en medio de unos momentos en los que el presidente ya era el feliz protagonista.

FICHA DEL FESTIVAL

Novillos de Garcigrande, con presencia y kilos. El segundo de mucha clase, se le pidió la vuelta al ruedo.

Juan Diego: Oreja.

César Jiménez: Vuelta al ruedo.

Juan del Álamo: Oreja.

Álvaro Lorenzo: Ovación.

Ambiente: La plaza se llenó en tare nublada y ventosa.

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