Cómo un suspiro leve en el cuello de una mujer, cómo las olas que rompen contra las piedras, cómo los pensamientos irrumpen en el corazón haciendo un surco que deja huella, los problemas moldean nuestra manera de pensar. Las críticas nos hacen constructivos, entonces ¿Por qué queremos una sociedad sin dolor? ¿Por qué educamos a nuestros hijos con la única esperanza de que no sufran?
Entre tanto, nos encerramos en pensar que la vida sin dolor es mejor vida, pero ignoramos la importancia de los problemas a la hora de desarrollar nuestra capacidad de razonar, los problemas contribuyen a la creación de nuestra persona y entonces ¿Por qué ignorarlos? La razón de mi entusiasmo por defender esta causa tan extravagante es una muy simple, la sociedad ha intentado crear a jóvenes que tienen una capacidad muy desarrollada: esquivar los problemas, y esto a simple vista se podría decir que se trata de un don innato, pero a mi parecer y sin ser un erudito en nada, tengo que decir que ésta es la clave de la falta de personalidad de la juventud actual.
Y ahora olvidando todo lo anterior y para argumentar, sin ser algo prominente quiero ejemplificarlo : Para lograr tener una conversación más o menos interesante con un joven, tienes que encontrar el momento idóneo, rodearle con una fina prosa, y esperar sin detenimiento a que no se dé cuenta de que quieres hurgar en lo más profundo de sus pensamientos, si por el contrario no se da cuenta y continuas puedes escarbar hasta encontrar que debajo de esa GRAN capa de superficialidad encontramos a un hombre, un niño, un humano que siente, llora, ama, ríe? La enorme capacidad de la juventud por esconder sus pensamientos y con ello sus problemas crean a la larga, en la edad adulta, traumas, desconsuelo, estrés y otras enfermedades que para mi parecer se podrían solucionar de una manera: Educar a los niños a afrontar los problemas, compartir los sentimientos y dejar que otras personas que sufren igual que tú puedan ayudarte desde el cariño. Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tíos y nuestra familia educados para soportar el dolor, el desconsuelo, la apatía? nos han enseñado que la vida hay que vivirla, dichosa redundancia, sufriendo, pero disfrutando, soñando, pero despierto, llorando, pero también riendo, amando y también muriendo. - See more at: http://salamancartvaldia.es/readersletter/108#sthash.q1j8jqfd.dpuf