Tengo la impresión, quizás llena de lejanos prejuicios campesinos, de que si cualquier empleado de Medio Ambiente anduviera más cerca de los lobos o si el lobo feroz le comiera de dos dentelladas el salario de un mes o de dos, gestionaría de otra forma la protección o la contención del lobo en la provincia. Y si fuera alguien del movimiento Verde, pues también. Aunque, repito, puede ser un prejuicio mío, que soy de pueblo de antiguos lobos. Y digo en mi favor que tengo la impresión, compartida por más gente, de que los lobos de ahora, no sé si por más animalidad o más necesidad, son más crueles que los de antes.
Esto lo traigo ahora aquí porque llevamos semanas con la misma noticia: lobos matando a capricho, con una crueldad gratuita añadida que da espanto a quien ve el panorama de las ovejas degolladas. Y si eres el amo y ves que con cada oveja se te van cien euros a lo bruto, te entra un desespero difícil de describir. Y si el lobo que ataca tu rebaño es como uno de hace unas semanas que prácticamente casi sólo degolló las ovejas importadas, de raza especial y que valen más, entonces empiezas a pensar que ese animal no merece tal nombre y habría que, por lo menos, encerrarlo. Por muchísimo menos va mucha gente a Topas.
Puede ser cierto, no tengo datos ni razones para hablar sobre eso, que haya que protegerlo, pero sin olvidar que como ser vivo no reúne ninguna ventaja ni en cuanto a equilibrio natural ni en cuanto a aprovechamiento humano, sólo ofrece un triste patrimonio de muerte por placer y de mala idea para matar y destrozar sin sentido. Su mortal capricho inhumano, nunca mejor dicho, lo descalifica como ser vivo en una naturaleza equilibrada. Tampoco sé si hay entre nosotros más animales que matan por matar, no para alimento o defensa sino para morder y desgarrar matando a diestro y siniestro. De un zorro que mata una oveja, gajes del hambre y del oficio, a un lobo carnicero y brutal hay un inmenso trecho que lo cambia todo.
Desde Medio Ambiente (lástima que tuvieran desde hace lustros un rebaño en Yecla o en Bogajo o en Encinasola, lástima; y cada mes vivieran de él, claro; lástima?), bueno, pues dicen con rápida y excesiva frivolidad que si son galgos o podencos, perdón, que si son perros salvajes y asilvestrados, o que los ganaderos deben conocer el peligro y no dejar "sus" ovejas en "sus" fincas por si viene el lobo, o vigilarlas para ahuyentarlo si llega o hacer un seguro por si se quedan sin ellas o que no las tengan, como escuché a alguien no hace mucho y que se quedó tan tranquilo después de semejante perla. A cada uno de estos subterfugios administrativos y prepotentes no contesto por sonrojo y por pudor. Me abstengo y no me agacho a estas bajezas.
Lo curioso y hasta estrambótico es que al final de todo esto quienes deberían mimar y acompañar al labrador o al ganadero lo acaban ninguneando y despreciando, sin negar que haya habido exageraciones y hasta abusos a cuenta del lobo, pero ésa es otra historia totalmente distinta y tratable por otras vías.
Creo que tengo razón si digo que hoy el ganadero vive con total dignidad con los beneficios de su ganado, también creo poder afirmar que sin las ayudas de Bruselas, por simplificar, su oficio no sería hoy viable ni siquiera para un régimen de subsistencia; afirmo asimismo que su resistencia en el campo y la presencia de su ganado lo mantienen vivo y equilibrado y que en una provincia como la nuestra la ganadería extensiva o semiextensiva es de importancia decisiva para el desarrollo provincial. Sólo un señorito de ciudad, en su peor versión, puede desconocer o descuidar esto.Y, para terminar, la Junta, con las demás instituciones, son o debieran ser las más interesadas en mantener sin problemas esa fuente de buena salud para el campo y de calidad de vida para los ganaderos que viven en él, con él y de él.
Quizás esto ha salido algo duro en las formas, puede ser, pero la simple visión de la crueldad gratuita y mortal a base de dentelladas excita el ánimo e indigna el espíritu. Y perdón, si falta me hiciera.
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