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'Teresa, la jardinera de la luz' vuelve a la Tierra de Alba
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obra de teatro

'Teresa, la jardinera de la luz' vuelve a la Tierra de Alba

Actualizado 17/01/2016
Redacción

LARRODRIGO | El grupo Lazarillo de Tormes recrea la apasionante vida de la religiosa, gracias al guión de Denis Rafter (GALERÍA DE FOTOS)

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En este sábado de mediados de enero y sobrepasando ya el V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, celebrado a lo largo del 2015, "Teresa, la jardinera de la luz", vuelve a la Tierra de Alba. En esta ocasión el grupo Lazarillo de Tormes se acerca con su ya conocida obra, a un pueblo muy cercano a la villa salmantina en la que muere la santa, Alba de Tormes. Nos referimos a una pequeña localidad, que no lo es en su nombre, y que además se puede tildar cuanto menos de original. Hablamos de Larrodrigo. Y sólo con pronunciar su nombre parece encerrar dentro cualquier historia sorprendente. No vamos a pararnos en si esto es así o no; tampoco en la etimología que dio origen a tan singular topónimo. Pero sí es cierto que nos permite iniciar con él toda una biografía llena de magia y sencillez, la de Teresa.

Esta apasionante vida, queda fielmente reflejada en el guión que Denis Rafter elaboró para dar vida a "Teresa, la jardinera de la luz". Contó con los actores del grupo Lazarillo de Tormes para sumergirse en la investigación previa de lo que Teresa de Jesús supuso en su época, y como ahora se ha dado constancia a través de este centenario, también a lo largo de todos estos siglos. Es indudable, visto el resultado final, que ha conducido a este montaje a un rotundo éxito, que el dramaturgo irlandés se ha sabido empapar de nuestra cultura. Cuarenta años viviendo y triunfando en las artes escénicas de nuestro país lo avalan. Su texto es sencillo, sintético pero toca con increíble sensibilidad y acierto las etapas más interesantes de la vida de esta mujer que logró concentrar en su tiempo la controversia de ser mujer y monja; escritora de sus vivencias y sentimientos; rebelde reformadora y una mística de corazón indómito.

Uno de los capítulos más conocidos de Teresa de Jesús, es el que nos habla de su infancia. Alegre y llena de imaginación, inteligente y coqueta, la niña Teresa crece entre hermanos varones a los que está acostumbrada a liderar. Los habitantes de Larrodrigo no pueden por menos que simpatizar con la narración de la tan conocida anécdota que vivió nuestra monja, cuando con tan sólo seis años, convenció a su hermano Rodrigo, dos años mayor que ella, para escapar a tierra de moros en busca del martirio. Es una escena fresca, llena de ritmo, donde las hermanas carmelitas, que aparecen en la obra logran la complicidad del público, a la vez que le arrancan más de una sonrisa. No tanto por lo que narran acerca de los niños, momento en el que Rodrigo parece que va a convertirse en el protagonista supremo, sino por la espontaneidad que manifiestan las monjas. Esto desmonta por completo la idea preestablecida de lo que nos pudiera sugerir la vida conventual, prejuzgada como austera y aburrida. Ya desde un primer momento la magia de este texto nos conduce por vericuetos sorpresivos y cambios rápidos de registro y situación, que logran de forma auténticamente profesional los actores aficionados de Lazarillo de Tormes.

Se van sucediendo, pues, las distintas escenas en el altar mayor de la iglesia, en este caso el de Larrodrigo, cuya maravilloso templo a medio camino entre el gótico y el renacimiento, alberga un altar barroco, marco en esta fría tarde, para el calor y la luz que "Teresa, la jardinera de la luz" transmitió, como ya nos tiene acostumbrados. Según su productor, Javier de Prado, son estos lugares, al estar tan llenos de emociones y vivencias de las gentes, a lo largo de un tiempo secular, los más adecuados para este montaje. Quizá en esto, radique también parte de su éxito. Aunque es sin duda, el vestuario y los pocos elementos que acompañan la escenografía, los que son igualmente responsables de lo mismo. Larrodrigo acoge la función número 106, que da fe de ello. Un púlpito para el padre dominico, enviado de la Inquisición, unos hábitos que visten las monjas carmelitas, o el órgano, réplica exacta del usado por el maestro Salinas, son suficientes para transportar al público a la atmósfera del siglo XVI.

Es emotivo estar en la tierra de Las Aguas de santa Teresa con el embalse tan cercano. Para una jardinera este elemento es tan importante porque es el encargado de dar vida. Para Teresa la vida venía de su amor por Dios y así la transmitía ella a sus coetáneos y a la posterioridad a través de sus escritos. Esta comunicación con su Divino Enamorado, por medio de la oración, la expresaba con la bella imagen del agua que riega y fertiliza. En estos parajes de Alba de Tormes se cerraron sus ojos para conseguir su máximo anhelo: vivir en la luz de su Amado. Aunque toda la obra sea una acérrima defensa de esta gran mujer ante el Santo Oficio, que la juzga, al final de la misma, el público aplaude emocionado con la sensación de que no hay nada que defender en Teresa de Jesús, y sí mucho que admirar. La transformación que consiguió en la sociedad de su época así lo demuestra. Sin embargo con "Teresa, la jardinera de la luz", se tiene la certeza de llegar a ella por un camino corto que la aproximan a nuestro mundo de hombres. Y al acercarnos a Larrodrigo y ver sus cigüeñas en lo alto de la iglesia recordamos que sus habitantes pronto celebrarán a su patrón san Blas. Dentro del recinto aplaudieron delante de su otro patrón, san Pedro, la obra teatral que acababan de ver, preguntándose, tal vez, si éste, con sus llaves, fue el primero en ver a Teresa a las puertas del Cielo.

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