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El fondo
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El fondo

Actualizado 16/01/2016
Fructuoso Mangas

Hablo de mirar al fondo de lo que hay o de lo que sucede, sin quedarse en anécdotas ni superficies. Y este riesgo, el de quedarse en lo fácil y superficial, está de tal forma asentado en tantos campos de la sociedad y de la vida que amenaza con condenarnos a ignorar alcances y significados. Condenados a no entender, a no solucionar, a no llegar al fondo de las cosas.

[Img #529359]Incluso parece que un rasgo inevitable de todo medio de información que se precie es limitarse a lo llamativo y secundario, destacar la anécdota irrelevante y dedicarle páginas o tiempo a cualquier bebé que aparezca en la playa entre miles de personas que huyen y mueren o en medio de un Parlamento donde se establecen los primeros pasos para un país nuevo y difícil. Y eso sin asomarse a las razones reales de los que huyen ni a lo que representa como futuro inmediato un Parlamento con esas características. Todo se va pareciendo a un mercadillo en el que la calidad ha desaparecido por definición.

Y eso sucede en los campos más diversos y a cualquier nivel. Sucede cuando el ayuntamiento en pleno posa en la calle durante un minuto de silencio para protestar por el asesinato de una mujer por su marido, su ex o su compañero, sin preguntarse ni durante un segundo de silencio por las causas reales, sociales y familiares, de semejante barbaridad. No pasa nada, importa el latiguillo, la semántica maltratada y a otra cosa. Que se trata de dos inmigrantes con una vida difícil y dramática, da igual, interesa sólo el latiguillo y el refrán; que es una pareja malavenida, malhecha y malgestionada, es lo mismo, se repite el mantra y se orillan razones, pozos sociales, discriminaciones de barrio o cárceles intermedias. Que precedieron días de llanto y de luto, de ausencias y desgarros, de infortunio y hasta de dos casualidades, pues da lo mismo, se hace el rito, se declama el mantra, se endurece no sé qué y la cosa vuelve a su sitio.

Que la mezcla de la pareja era explosiva por necesidad y que sólo le faltaba una leve y falsa ocasión para la detonación, pues sí, pero se subraya la lacra se hacen aspavientos y sigue la letanía. Etc? Y se olvida el fondo real de los sucesos con su injusticia social, su violencia contenida, su incapacidad de recurso, su inviabilidad demostrada, su quiebra anunciada, su soledad manifiesta? mientras la población y sus autoridades y sus instituciones andamos tranquilamente en otras cosas. Hasta que vuelve la explosión y volvemos a la misma queja para volver al mismo silencio. La imitación está provocada y la repetición está servida.

Sucede cuando cualquier desgraciado con su fusil a punto comete el crimen de asesinatos seguidos en algún colegio o plaza o campus de EE.UU. Es un horror, pero nunca escuché la pregunta, incluido al menos un deje de compasión, por la vida torturada, desgraciada y negra de un individuo que llega a semejante extremo de crueldad gratuita. Se describe el horror del asesinato con pelos y señales, fotos, vídeos, dibujos recomponiendo la escena y todo lo que satisfaga ese morbo cruel que parecemos llevar dentro. Y ni una pregunta más. Si acaso una alusión a la ley de armas y a las discusiones sobre ella. La persona y su desastre interior no suscita ni preguntas ni examen de conciencias. Sólo condena y lapidación.

Sucede cuando alguien, madre, padre, profesor, ciudadano? hace algo que va contra la misma naturaleza humana por su crueldad o por su frialdad o hasta por su violencia excepcional. Todos nos horrorizamos pero a las 24 horas todo queda olvidado y como si nada hubiera pasado; como si no hubiera debajo del suceso y antes de él y con toda probabilidad una historia de dolor, de espanto y de desesperación. Pero ésta historia no interesa, sería hasta enormemente molesta y casi seguro vergonzosa para la mayoría?, por eso queda desbordada por la alimentada curiosidad momentánea de un día. Se repite la consabida letanía y todo queda en su sitio.

Sucede cuando aparecen las noticias de todos los días con su carga de violencia, exclusión social, extorsión, robo, conductas antisociales; sucede cuando nos cruzamos con cualquier mendigo de mal aire o con tres okupas que se han tomado la justicia social por su mano o con cualquier mujer al borde de la carretera o de cualquier piso de la ciudad. Y apenas si hay preguntas sobre de dónde viene ese deterioro personal, qué descalabros personales, familiares y/o laborales han llevado hasta ese precipicio y qué puertas sociales están abiertas a estas personas para una posible integración que les devuelva a la supuesta dignidad de una vida "normal". O cosas así.

La lista es interminable y la tentación, alimentada desde muchos frentes, es siempre la misma, hacer aspavientos y declaraciones mantra ante estos hechos y no dar más pasos, a no ser los de castigo legal, para conocer y afrontar y hasta, si es el caso, resolver las situaciones que llevaron a tales sucesos.

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