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Apuntes para un minué
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Apuntes para un minué

Actualizado 11/01/2016
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Entran alborotados en la gran sala del casino. Algunos con joyas y tocados con solemnidad exagerada, haciéndose los pulcros y sin conseguir del todo tapar los remiendos que abundan en la parte inferior de sus espaldas. Otros con vestimenta elegida con descuido y sin miramiento. Abunda la coleta, más de lo que pareciera. No se oye a los músicos que, como si nada hubiera pasado, siguen rasgando las cuerdas de sus instrumentos con una calma decrépita y con poco esfuerzo, cansados en su propia inercia.

Paraliza el ruido un tumulto superior. Superior porque viene de arriba y también porque arma más escandalera. Ahora es cuando los que acaban de entrar en la gran sala parecen acordarse de que había programado otro festejo en otro piso del mismo local. Como habían dado por sentado que era reunión aburrida y sin sentido, ni atendieron a los carteles anunciadores. En realidad ya lo sabían, pero estaban seguros de la suspensión en el último momento de esa fiesta del tres al cuarto.

Lo que les sorprende ahora es que el jolgorio es incesante, y que está claro que viene de arriba. Pero como es de buena crianza hacerse los interesantes, aunque se han callado todos para tratar de oír qué se cuece por esas menospreciadas alturas, hacen como que no se inmutan y se disponen para el baile. Llevan ensayando todo el año para tamaña reunión. Han tenido sus más y sus menos en las discusiones sobre faldas y etiqueta. Empolvados y con peluca ?algunos con coleta incluida- probaron a ensayar sus pasos complicados: unos con más gracia y otros con evidente desgana. Pero había que estar, y allí están, alineándose en dos filas y disponiéndose con algo de orden a atender la tímida melodía que hace rato que suena y suena, a pesar de que apenas se oiga.

[Img #527184]Empieza la supuesta danza, con sus idas y venidas, con sus reverencias suaves; algunas ni reverencias son. A medida que se anima el movimiento de pies, moderado y sigiloso, algunos se atreven a lo que tenían pensado: una alarga más la pierna de lo necesario, y hace que el traspiés de su vecino sea de consideración; otro al que empujan unos cuantos con bastante disimulo, se empieza a enfadar, pero en ningún momento se le ven maneras de no seguir bailando; otro quiere dirigir el cotarro, nada sutilmente, pero ni el más atento le hace caso; y el de la coleta auténtica sonríe con una mochila a cuestas, aunque nadie sepa por qué la haya traído.

Con garbo y distinción, ya metidos en faena, de las aparentes filas iniciales no queda ya ni rastro, y eso que están trazadas en el suelo con pintura fosforito unas claras líneas rojas que ninguno se atreve a pisar, por mucho que con ellas la pista se haya estrechado; sea llamar pista de baile a este entarimado desconchado, aparte de un anacronismo sugerente y una benevolencia del que suscribe, una licencia poética para esta emocionante ocasión.

El minué sigue su curso, desaliñado sin duda, sin que las parejas estén claras. Algunos amagos se hacen, a alguna se le toca el culo, pero nada que merezca anotación perenne en esta crónica histórica. Ni rastro hay todavía de quiénes serán proclamados los reyes de la velada, si es que al final del todo y tras tanta vuelta y devaneo alguno conserva todavía cierta lucidez templada.

Pero arriba el estruendo va en aumento y, pese a que en las caras de todos se pretende simular confusión, algunos ya han entendido hace rato que deben ponerse serios pues el espíritu del baile quizás bien lo merezca. No vaya a ser que en los anales quede escrito que la jerigonza de arriba llegó a un orden medido y hasta premeditado, mientras que los de abajo se dejan llevar por la tontuna de las hidalguías caducas.

A uno se le olvidaba contar que en el despacho de abajo se encuentra un señor gordito, cuya afición principal es darle por internet a la contabilidad y a la bolsa. Ahora mismo está contando billetes de un fajo que tiene delante, y le esperan todavía algunos montones más, relucientes y ordenados, a la espera de su respectivo apunte en la casilla correspondiente.

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