La primera pregunta que me hago cuando voy por casi cualquier acera es cómo se arreglan los que van en silla de ruedas o los que van con el coche del niño para sortear todos los obstáculos, hoyos, baldosas hundidas, parches, baches, adoquines desiguales, postes, cajas, cajetines, cajones, sillas de bar, mesillas de copas, jardineras, moquetas, armarios de todo tipo y para todo uso que se van adueñando del espacio que fue para peatones. A veces hasta tal extremo (hay numerosos ejemplos localizados) que cuesta creer que tal escenario urbano sea consentido. Y ¡ojo con la bici que viene por la acera en sentido contrario sorteándolo todo como un poseso y se te echa encima antes de lo que calculas! Sería bueno someter a aquellas personas de las que depende esta situación, sean del nivel o de la institución que sean, a ir en silla de ruedas durante una hora una sola vez en su vida por las aceras de cualquier calle del centro.
La pregunta que me hago pasando por Iscar Peyra es: ¿qué hay que hacer para eliminar, ¡ya!, todas las barreras urbanas? ¿Alguien sabe de quién es la responsabilidad y la razón por la que no la cumple?
Otra pregunta que me hago al llegar al final de la Plaza de la Fuente y con el Hospital de la Santísima Trinidad a la vista tiene que ver con una vieja y reciente, por reincidencia, determinación del gerente a quien corresponda tal gestión de que las operaciones quirúrgicas que no puede cubrir el Hospital Universitario tienen que irse a una clínica privada de Zamora con los graves y muy molestos perjuicios que eso causa al enfermo y a su familia, incluso (y ahí se sitúa la pregunta posterior) las que podrían hacerse en este hospital a la puerta de casa y con más de cien años de presencia en la ciudad, levantado por el Padre Cámara cuando nada parecido existía en Salamanca. Viene luego el "explicador" y dice que eso es porque el de la Trinidad llegó tarde con su propuesta (y quiero creer que el listillo de medio pelo que hace el comunicado se cree lo que está diciendo). ¡Vamos, anda!
La pregunta es, ¿cómo consentimos que algo tan sencillo y tan conveniente para muchos salmantinos se nos hurte de esta manera tan grosera y tan sospechosa? Y me atrevo a suponer que el Hospital, el de la Trinidad, no se atreve a levantar el dedo ni la voz porque, señoras y señores, el poder es el poder?
Subo por la Avenida de Villamayor siguiendo la acera de la izquierda. Es una de las aceras más transitadas hacia el centro (los otros accesos urbanos al centro están ya peatonalizados) y con un alto porcentaje de personas mayores. Y según voy subiendo la cuesta me hago algunas preguntas. Por ejemplo, la primera: esa especie de telar o de restos de satélite desorbitado que sobreviven junto a la tapia del hospital, ¿no podrían recibir alguna atención y una mejor "instalación"?
Pero la acera es peor; es infame, traidora y corre la voz de que sus remiendos, desigualdades, parches mal puestos, cicatrices de obras constantes, etc? los ha diseñado un enemigo de los confiados peatones, sobre todo cuando bajan. Sin duda es una leyenda urbana, pero tiene su razón y está bien contada.
La pregunta aquí es: costando tan poco dejar bien cien metros de acera muy transitada y saliendo por cuatro euros adecentar el adefesio del telar o lo que sea, ¿sabe alguien la misteriosa razón de que algo tan simple, tan útil y tan barato no se haga?
Y sucede además que los bancos que hay a lo largo de la acera están muy bien y casi siempre ocupados en cuanto la temperatura lo permite, pero los pies de los sentados acaban siendo fácil zancadilla para los que pasan; bastaría entremeter un poco cada banco en la zona verde y costaría muy poco dinero. Todos, sentados y peatones, saldrían ganando. Y la pregunta, ¿de quién dependen cosas tan fáciles?
Y aquí me quedo sentado, encogiendo algo mis piernas, claro, en este banco de la avenida disfrutando del suave sol del otoño en Salamanca. Y me vienen más preguntas? Serán ya para otro sábado.
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