El título puede llevar a equívoco porque en realidad aquí, en España, ya nadie se muere de hambre, aunque de vez en cuando, para llamar la atención o desviarla de otros asuntos, desde alguna que otra comunidad autónoma se venda echarle la culpa a la capital del reino de la falta de alimentos para los niños. No confundamos comer mal con pasar hambre, malnutrición con desnutrición? Lo de nuestros abuelos sí que eran miserias, penurias y calamidades, en la guerra y en la posguerra: o todos los días patatas o pan como una piedra si acaso?
Ahora el hambre no es precisamente un problema en España a pesar de la falta de trabajo, la emigración de los jóvenes y la asfixia económica a las clases medias y más desfavorecidas de la sociedad. Sí lo es, sin embargo, la necesidad de conocer la verdad de muchos asuntos, de ver la sinceridad en el rostro de quien nos tiene que contar lo que pasa para poder creérnoslo y de confiar en la honestidad de quienes nos gobiernan. Ése es el hambre que tenemos, hambre de verdad y hambre de justicia social.
Porque de nada vale ser sincero y honesto en tu modo de actuar si compruebas la mentira que hay a tu alrededor, del mismo modo que de nada sirve ser un conductor prudente, responsable y que conserve todos los puntos del carnet si el que te encuentras de frente por la noche viene borracho y sin luces?
Empezando por quienes están al frente de cualquier empresa, ente, organismo o institución, si reconociesen sus errores, conjugasen el verbo dimitir, fuesen más cercanos a la población, dijesen lo que piensan con naturalidad y no sólo lo políticamente correcto, dialogasen con los empleados y ciudadanos y diesen ejemplo de verdad con los sueldos, con la solidaridad con los que menos tienen, con el uso del transporte público? está claro que nos iría mucho mejor porque confiaríamos más en la sociedad y en el sistema que nos ha tocado vivir.
Parece una utopía pero no debe ser tan difícil cuando, por ejemplo, católicos, agnósticos y ateos ven en la figura del Papa Francisco a una persona que merece ser escuchada y tenida en cuenta por los valores que transmite, porque dice lo que piensa y piensa lo que dice, predica con el ejemplo y, sobre todo, con verdades que incomodan y sacuden las conciencias de los poderosos, pero que a la vez sacian el hambre de sinceridad que tenemos y siembran la esperanza de que otro mundo es posible? aunque acabar con esta otra hambruna también dependa en gran medida de cada uno de nosotros.