Comienza un nuevo año y, tras una noche que se ha alargado más de lo normal (quizá por ser la última del año anterior), entre las ranuras de la persiana comienzan a asomarse las primeras luces de 2016. Tras remolonear un rato en la cama, donde me aferro a unas sábanas y mantas que ofrecen mejor perspectiva calorífica que salir de ellas, finalmente acabo por sucumbir a la idea de poner un pie en el suelo, desprenderme de la pereza e iniciar lo que será el primer día del año. Desde la habitación contigua se escuchan unos bellos sones de música clásica, que se antoja como un regalo celestial enviado desde Austria: es la Orquesta Filarmónica de Viena, que envuelta en las melodías valsianas de los Strauss da, como cada año, su particular felicitación de año nuevo al mundo.
Como es tradición, la toma de las uvas abrió la entrada de la estrenada anualidad y, por aquello de que por geografía España debería tener una hora menos, me decido a repetir la toma de uvas a la par que los canarios y los portugueses. Al fin y al cabo, hay uvas de sobra? ¿Por qué no tomarlas también en la hora que por naturaleza solar nos correspondería? A estas horas, y sobre todo tras la digestión de la cena familiar de nochevieja y las que han venido detrás, las uvas habrán pasado ya a mejor vida, como 2015, un año que, como todos, ha dejado sus cosas buenas y sus cosas malas, sus momentos de risa y sus momentos de llanto.
Ha sido un año en que muchos perdimos a algún ser querido, un familiar, un vecino, un amigo o simplemente un conocido, gente que partió hacia otros mundos dejándonos los recuerdos de una charla, de un momento de humor, o de un lugar al que los asociamos. Esencias que ligaremos a sitios concretos, y aunque los protagonistas no estén, dichas esencias seguirán ahí en nuestra percepción cada vez que nos encontremos en un determinado lugar. Pero si unos se han ido, otros han llegado, y también el 2015 nos trajo nacimientos, hijos de amigos o de paisanos que han comenzado su andadura vital en este año que se ha ido, y que están llamados a suplirnos en todos los órdenes de la vida cuando se nos agoten las pilas. Ley de vida.
Por otro lado, como politólogo, he de decir que 2015 ha sido un año pleno de cuestiones a analizar, pues ha estado repleto de procesos electorales (municipales y autonómicas en mayo, catalanas en septiembre y generales en diciembre), a lo que se ha sumado para darle jugo al asunto la instauración de una nueva correlación de fuerzas en el panorama político español, no habiendo estado tan abierto éste desde los tiempos en que existía el CDS y el PCE superaba la veintena de escaños. En definitiva, un año apasionante para la Ciencia Política en este país, pero en algunos aspectos quizá preocupante para la sociedad española, pues hay problemas que siguen muy vigentes, como el altísimo nivel de paro y, dentro de este, el del paro juvenil, la precariedad de los nuevos contratos, el aumento de población bajo el umbral de la pobreza (y con ello de la pobreza infantil o la pobreza energética), etc. No obstante, parece que todo ello hubiese quedado en un segundo plano envuelto tras la cortina de humo que está suponiendo la cuestión catalana. Y es que mientras unos y otros se envuelven en banderas rojigualdas, con dos o cuatro barras rojas al gusto del consumidor, el empobrecimiento sigue poco a poco devorando a buena parte de la sociedad española.
En cuanto a Las Arribes, el 2015 se ha ido sin desprenderse de la amenaza que la mina de uranio plantea sobre el entorno de Retortillo, sin la rehabilitación ni la reapertura por parte de las instituciones de la línea férrea La Fuente-Barca D'Alva, sin que se haya vuelto a plantear desde ninguna institución la construcción del puente internacional de Masueco, con el lobo erigido en protagonista acechando a la ganadería, y un largo etcétera que nos plantean un año nuevo plagado de problemas viejos.
De este modo, nos hemos plantado en 2016, un nuevo año al que recibimos con los brazos abiertos, con ganas de que sea memorable o, cuanto menos, simplemente bueno, con ánimo de ser felices, de compartir buenos momentos, y con la esperanza de que al finalizar este 2016 que estrenamos podamos hacer un excelente balance de él.
¡Feliz Año Nuevo! ¡Feliz 2016!
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