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Luchadores frente a las adversidades económicas
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Luchadores frente a las adversidades económicas

Actualizado 02/01/2016
Santos Gozalo

Ana (nombre ficticio para preservar su anonimato) y A.S.H., dos parados de 36 y 61 años respectivamente, encuentran en el Comedor de los Pobres el apoyo necesario para llegar a fin de mes

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Ana no se avergüenza de que la vean en la calle mientras espera para entrar en el Comedor de los Pobres. A sus 36 años, ignora esas miradas que mezclan curiosidad y compasión, y piensa en sus dos hijos, uno de nueve años y el otro de seis. "Vengo a este sitio por ellos, todos los alimentos que me entregan son para mis niños", afirma.

El mayor ha comenzado a percibir el drama de su madre: "A veces me pide que le compre cosas y yo no me lo puedo permitir". Ana recibe 598 euros de la Renta Garantizada de Ciudadanía, con los que paga el alquiler y las facturas de la luz y el agua. Después de costear los gastos de la vivienda, apenas le queda dinero para adquirir leche o galletas. En ocasiones encuentra el apoyo de sus padres. Cuando pueden le llevan comida o le ofrecen ayuda económica. Afortunadamente, su expareja, de la que se separó hace medio año, ha empezado a contribuir en la manutención de los niños. Desde hace un mes, le paga una pensión destinada a contrarrestar las carencias de los pequeños.

En estos momentos, Ana intenta regresar al mercado laboral, aunque no lo tiene fácil: lleva ochos años en el paro. Antes la contrataban las empresas de limpieza. Ahora les deja el currículo y no recibe contestación. "Estamos igual o incluso peor que hace un año, no veo mejoría", considera. A menudo siente impotencia por no poder enfrentarse sola a sus obligaciones, por carecer de un empleo para satisfacer las necesidades de sus hijos.

El pesimismo invade, a su vez, a A.S.H., un hombre de 61 años que hasta hace tres era albañil. Ahora está en el paro y cobra una prestación pública de 426 euros. A su edad, ve difícil que le vuelvan a contratar en la construcción. "A los mayores no nos quieren, optan por llamar a los jóvenes", explica. Al principio, durante los primeros meses como desempleado, lo pasó muy mal. Visitaba todas las obras de Salamanca en busca de una oportunidad laboral, pero regresaba a casa sin haber cumplido su propósito. "Aquello era un sinvivir, yo había estado mucho tiempo en activo y cuando escuchaba las negativas sentía angustia", recuerda. En estos momentos, lo lleva mejor: ha asimilado su situación.

A.S.H. convive con una familia y aporta 200 euros para los gastos de la vivienda. No llega a fin de mes con la prestación que recibe, pero se niega a que sus familiares lo sepan: no quiere ser una carga para ellos ni ocasionarles problemas. "El único que está al tanto de todo es uno de mis hermanos", afirma.

Desde hace dos años, acude al Comedor de los Pobres. Y se muestra encantado con la decisión que tomó. "Prácticamente, son más humanos los voluntarios de este centro que la familia; cada vez que vengo, me tratan fenomenal y siempre me regalan una sonrisa", asegura.

Hace una década, durante el auge del sector de la construcción, A.S.H. cobraba algunos meses cerca de 2000 euros. "Me marchaba de vacaciones con frecuencia", evoca. De momento descarta jubilarse. Aún es pronto. Esperará cuatro años, hasta que cumpla los 65, para solicitar la pensión. "Si la reclamara en estos momentos, me quedaría una cantidad más pequeña", concluye.

Ejemplo de solidaridad

El Comedor de los Pobres atiende cada mes a unas 750 personas y entrega 100 raciones de comida a diario. Además, reparte alrededor de 300 lotes cada mes y ayuda a los necesitados a sufragar los alquileres, las hipotecas y los recibos de la luz y el agua. "Nuestro objetivo es garantizar los derechos básicos de las personas, por eso damos alimentos y contribuimos a costear los gastos de las viviendas", afirma Rocío Ledesma, coordinadora del Comedor de los Pobres, que así detalla las carencias del centro: "Nos hace falta gente que colabore con alimentos, pero también necesitamos dinero para el mantenimiento del local y las ayudas sociales".

Entre los que acuden al Comedor de los Pobres en estos momentos, el colectivo más numeroso lo componen los españoles que están en el paro, algunos de ellos con todas las prestaciones agotadas. Sin embargo, también llega gente que tiene otro perfil, ya que, tal y como recuerda Rocío, el centro es una puerta abierta para todos los necesitados.

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