"La asociación Chrysallis, que agrupa a familias de menores transexuales, anunció este viernes en su página web el suicidio de un menor de 17 años, Alan, que atribuyó a "la presión e incomprensión en el ámbito escolar".
Este menor fue uno de los primeros en Catalunya a los que, a principios de mes, un juez autorizó a cambiar su nombre en el DNI y en los documentos oficiales, tras un proceso en el que contó con el apoyo de su familia".
Esta es la noticia que comentamos, sin otra información que la propia noticia, que en todo caso se repite con demasiada frecuencia.
Esta noticia nos llena de dolor, porque el rechazo de las diversidades sexuales (en este caso la transfobia) provoca sufrimientos injustificados, cuyo único origen está en la ignorancia y los prejuicios. Son las personas que no aceptan estas diversidades las que tienen un problema y no a la inversa. Y es vergüenza que los padres admitan estas actitudes en los hijos, los padres en los alumnos y la sociedad en sus ciudadanos.
Este ha sido un caso grave de maltrato sexual (tipología que debiera figurar en el código penal) por el que los compañeros que le rechazaron y los profesores que no lo impidieron deberían ser castigados.
Es no solo una grave falta a la ética de la diversidad, ya comentada en otra columna, sino un atentado contra la dignidad y los derechos de este chico. Derechos que no están bien defendidos en nuestro país, especialmente en el caso de los transexuales.
Felicitamos a la familia y al juez que aceptaron su verdadera identidad, estamos con ellos, tienen nuestra condolencia y apoyo. Felicitamos también a esta asociación de familias, tan necesaria.
Señalamos con el dedo al colegio dónde se mofaban de él y pedimos una investigación y una denuncia formal contra quienes han empujado a este chico al suicidio.
Solo tenemos una forma de ayudar a las personas transexuales: apoyar su identidad sexual y aceptarles.
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