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Sancti Spíritus o el espíritu de Teresa
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OBRA DE Denis Rafter

Sancti Spíritus o el espíritu de Teresa

Actualizado 27/12/2015
Redacción

Representación 101 de 'Teresa, la jardinera de la luz' (GALERÍA DE FOTOS)

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Dentro de un apretado calendario para todos, en días en que parece que la Navidad sólo aporta su nombre a tanta carrera desaforada en dirección a nadie sabe dónde, cierto espíritu que marca la diferencia nos sigue aguijoneando. En plenas fiestas navideñas, recién estrenado el invierno, ya parece lejano aquel final de febrero de este año que silencioso a pesar del ruido festivo nos abandona. Por aquel entonces otro invierno que precedió a éste, iniciaba su último tramo dando paso a una primavera, expectante a las puertas y llena como siempre de nuevas promesas. Y así fue como nació también, por entonces, "Teresa, la jardinera de la luz". Sólo en su título parece que se nos hace un anuncio de vida en ciernes, de crecimiento y lucidez. Nada extraño si tenemos en cuenta que de Teresa de Jesús se habla. La carmelita del XVI, fue un torrente de vida, a través de cuyas aguas indómitas se colaban los rayos del sol, que se descomponen entre cada una de sus gotas en un arco iris de colores que matizaban los compartimentos de su existencia.

Hablar en imágenes de esta mujer, parece lo apropiado. Ella misma las utilizaba para no sólo contar su vida y hacer pedagogía con ella, sino que también supusieron un instrumento imprescindible a la hora de escribir; junto a la paradoja hicieron posible que pudiera expresar algo que parece tan inefable como es la experiencia de Dios y su relación con Él. Teresa no fue una mística cualquiera. Pisaba con fuerza el suelo por donde pasaba, pues muchos fueron los caminos que tuvo que recorrer en este mundo para explicar a través de sus vivencias, lo que luego dejó reflejado en sus escritos. Nos hallamos pues, ante una inigualable mujer, que a pesar de la época en la que le tocó vivir, no se arredró ante las circunstancias adversas que su tiempo le imponía. Y es que era muy difícil ser en pleno siglo XVI, una mujer de cierta altura intelectual, muy por encima de algunos hombres, y que toma las riendas de su destino, y lo hace desde el ámbito de la religiosidad, desde la que nos habla de su relación de amor con un Dios tan cercano que se convierte en el hombre de su vida y el centro de su universo. El de sus coetáneos varones se quedaba pequeño para Teresa, máxime si éstos se creían muy por encima de las féminas a las que consideraban inferiores, casi transparentes. Se les adjudicaba una función determinada enclaustrada en tareas cotidianas, revestida en ocasiones de cierta frivolidad, donde el tema de la procreación era básico. Y llega Teresa hablando de un amor divino que la hace libre y la convierte en una luchadora de excepción para todos aquellos que quieran escuchar su mensaje de igualdad en un mundo injusto que nada tiene que ver con Dios.

Todo esto queda reflejado en el guión de "Teresa, la jardinera de la luz". Es bien sabido de todos que esta obra, que ya rebasa las 100 representaciones, fue escrita y dirigida en un primer momento por Denis Rafter, hombre de teatro, que ha sabido hacerse un nombre de prestigio dentro del mundo de las artes escénicas.

La tarea fue ardua, pues desde el primer momento en que Javier de Prado, productor del montaje, le transmitió las claves en que había concebido esta obra, el irlandés, se puso a trabajar codo con codo en la elaboración del guión y puesta en escena de este proyecto, con los actores encargados de ponerla en marcha, esto es el grupo de teatro Lazarillo de Tormes. Lejos de los tópicos que envuelven esta figura, se descubre a una Teresa humana ante todo. Llega al misticismo por su rendido amor por Dios; es una incansable viajera para conseguir llevar a las mujeres de su tiempo la oportunidad de vida que ella llevaba por bandera, libre y decidida. Así inició una tarea fundadora de conventos de su nueva orden, totalmente revolucionaria entre sus coetáneos. Y así llegó a ser la escritora que tantos registros tocó para dar a conocer al mundo, al suyo y al nuestro toda su experiencia vital. Nos ha dejado en palabras su vida. Mediante bellísimos poemas se dirige a Dios; a través de cartas vemos su relación con los que la rodeaban, fueran sus seres queridos, religiosos adeptos o no a su tarea; poderosos del reino o incluso el mismísimo rey Felipe II, al que no dudaba en acudir para elevarle cualquier deseo, queja o muestra de cariño si era menester. Su estilo, en cualquier caso, siempre era espontáneo y cercano, y en ocasiones parecemos tener delante un interlocutor más que un escritor. ¿Alguien puede dudar de que un espíritu poderoso movía a Teresa de Jesús? Ella tenía claro que el fuego del Espíritu Santo ardía en ella para darle la fuerza necesaria que Dios quería para cumplir una suerte de objetivo conjunto.

Es un privilegio que sea la iglesia salmantina de Sancti Spíritus, la que acoja esta representación 101 de la obra, pues es como si "Teresa, la jardinera de la luz", estuviera también imbuida de la fuerza de un espíritu que la ha acompañado en su largo periplo por tantas localidades, llevando con renovadas energías en cada una de ellas, el mensaje de un ser excepcional, que hecho de barro como nosotros, parece tener el soplo del espíritu divino en su interior .Y esta magia se pone ante los espectadores en tan sólo una hora. Hora que parece corta, y que sin embargo aglutina lo esencial de la vida de la carmelita, hasta el punto de que parte abundante del público que de este trabajo ha disfrutado, lo define en términos de catequesis u oración. Tal vez radique aquí el misterio de que haya sido capaz de rebasar las fronteras del V centenario del nacimiento de nuestra monja, para convertirse en un acontecimiento que no necesita moldes o excusas temporales para continuar transmitiendo lo verdaderamente auténtico de esta mujer: su universalidad a través de los tiempos. Tiempo, por tanto, que para nuestra obra de teatro, parece ya carecer de importancia.

Salamanca, en la tarde navideña del 26 de diciembre se acercó a la ya mencionada iglesia, que como sabemos es el mejor de los escenarios para este montaje, para volver a oír en boca de las actrices que representan a la perfección a las monjas carmelitas del XVI. Sus magníficos hábitos de paños de la época, consiguen una caracterización perfecta, como lo es la del actor que subido al púlpito, se convierte en el padre dominico enviado de la Inquisición y que a través de sus diálogos con las hermanas, nos va deshilvanando toda una vida. El público asistente disfruta también con maravillada emoción el repertorio de canciones del Renacimiento que envuelven la puesta en escena, y que son interpretadas al órgano, réplica exacta del que se halla en la Catedral Vieja, por un actor que encarna al maestro Salinas, coetáneo de Teresa de Jesús.

No se puede añadir más sin revelar los entresijos de la obra. Sin embargo es tal la cantidad del público que la ha visto y la fama que sus numerosas representaciones le han aportado, que no se desvela ningún misterio en torno a ella. Algo tiene que significar la circunstancia de que muchos de los espectadores que ya la han visto, vuelven a repetir; algunos en varias ocasiones. Sin embargo una de las mejores críticas que de ella se han hecho ha sido resaltar la poca importancia que estos datos tienen, pues por mucho que de ella se diga, hasta que no se ve no se sabe la magnitud que "Teresa, la jardinera de la luz" ha llegado a alcanzar en cualquiera de las facetas desde las que se la contemplen. La advocación de esta iglesia de Sancti Spíritus parece querer decir también algo al respecto.

Fotos: Alejandro López

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