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Felipe VI reclama a los partidos “espíritu de reconciliación” ante el clima abierto tras el...
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Discurso íntegro del monarca

Felipe VI reclama a los partidos “espíritu de reconciliación” ante el clima abierto tras el...

Actualizado 24/12/2015
Redacción

Su discurso de Navidad subraya la necesidad de poder crear "empleo digno", fortalecer los servicios públicos esenciales y reducir las desigualdades "acentuadas por la crisis económica"

Felipe VI se enfrenta estos días a uno de los momentos más trascendentales de su aún corto reinado. La Constitución le atribuye, con limitaciones, un papel importante en la necesaria búsqueda de consensos entre las formaciones políticas. Suya es la obligación de proponer al Congreso el nombre de un candidato a la presidencia del Gobierno tras la preceptiva ronda de contactos con los líderes de aquellos grupos que hayan obtenido representación parlamentaria en las urnas. En un panorama como el actual, con una cámara fragmentada como jamás lo ha estado en democracia, tras los comicios del domingo, el reto es elevado. No se le escapa. Y en su tradicional mensaje de Navidad, ha reclamado confianza.

"Haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo legado tenemos la responsabilidad de administrar ?ha prometido- y fortaleceremos nuestra cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar nuestro progreso político, cívico y moral, para impulsar nuestro proyecto común de convivencia". "Porque ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo ?ha insistido-, es España y el interés general de los españoles".

[Img #512819]Cuando sucedió a Juan Carlos I en la jefatura del Estado, hace año y medio, el Monarca asumió que, como su padre durante la Transición, él también estaba obligado a legitimar el cargo con su actuación en un momento político delicado, con papel de todas las instituciones, incluida la Corona, terriblemente cuestionadas, una crisis económica severa y la seria amenaza del secesionismo catalán sobre la unidad de España. Pese a sus esfuerzos, el marco sigue siendo exigente, pero también le otorga una oportunidad trascendente.

Don Felipe ha tratado de demostrar, incluso en lo simbólico, hasta qué punto él mismo lo entiende así. Esta vez, su discurso de Nochebuena ?junto al de los premios Príncipe de Asturias, el más personal de cuantos pronuncia a lo largo del año en coordinación con el Gobierno- no ha sido grabado, como el anterior y como solían serlo los de su progenitor, en su despacho del Palacio de Zarzuela, sino en el salón del trono del Palacio Real, "donde se celebran los actos de Estado en los que queremos expresar, con la mayor dignidad y solemnidad ?ha explicado- la grandeza de España", según destaca El Norte de Castilla.

El escenario, su cuadros, sus tapices, le han servido para hacer referencia a los "siglos y siglos" de historia en común y para evidenciar que su gran preocupación es la integridad de la Nación. No en vano, la Carta Magna lo señala a él como símbolo de la "unidad y permanencia" del Estado. "Creo, sinceramente, que hoy vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une; es necesario poner en valor lo que hemos construido juntos al o largo de los años con muchos y grandes sacrificios, también con generosidad y enorme entrega", ha dicho. "La historia define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo".

Las alusiones a la situación de Cataluña, menos de dos meses después de que el Parlamento autonómico aprobara una declaración de ruptura con España con el mandato al próximo Ejecutivo para que la haga efectiva, han impregnado toda su intervención. "Quiero reiterar un mensaje de serenidad, de tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España; un mensaje de seguridad en la primacía y defensa de nuestra Constitución", ha señalado.

"El Rey ha repetido lo que ya dijo en su discurso de proclamación ante las Cortes, que en la España Constitucional "caben todos los sentimientos y sensibilidades" y "las distintas formas de ser español", que España es un "gran Estado" con unas reglas comunes de convivencia "que nos hemos dado y que nos unen" y que reconoce la diversidad "en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones".

Consenso político

[Img #512817]"Tampoco debemos olvidar ?ha dicho en otro pasaje de su alocución- que la ruptura de la ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento". La frase es válida para las fuerzas políticas catalanas que, sin una mayoría absoluta en votos pero sí en escaños, pretenden iniciar el camino a la independencia. Pero ha estado imbricada en toda una reflexión sobre los "esfuerzos" de "diálogo, concertación y compromiso" que requerirá lo decidido por los ciudadanos en los comicios del pasado domingo.

El Jefe del Estado ha subrayado que serán necesarias "todas las energías y voluntades" de las instituciones para "asegurar y consolidar lo conseguido en las últimas décadas". Pero también ha defendido, en este momento en el que prácticamente todas las fuerzas parlamentarias salvo el PP abogan por una reforma constitucional de calado, que las instituciones deben ser "dinámicas" y saber caminar "al paso del pueblo", además de "ser sensibles con las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos para la vida pública". Esa ha sido la única referencia a la corrupción en un año en el que él mismo revocó el título de duquesa de Palma a la infanta Cristina, que a principios del año que entra se tendrá que sentar en el banquillo para hacer frente a una petición de ocho años de cárcel por colaboración necesaria en el fraude fiscal cometido por su esposo en 2007 y 2008.

El mensaje más claro y directo a los partidos, sin embargo, ha sido el siguiente: "La España actual es muy distinta a la España de los siglos que nos preceden gracias a una auténtica y generosa voluntad de entendimiento de todos los españoles, a un sincero espíritu de reconciliación y superación de nuestras diferencias históricas y a un compromiso de las fuerzas políticas y sociales con el servicio a todo un pueblo, a los intereses generales de la Nación, que deben estar siempre por encima de todo". "Esta es la gran lección de nuestra historia más reciente que nunca ?ha pedido- debemos olvidar".

Retos de futuro

También ha hecho una referencia a la situación económica y, sobrevolando las disputas políticas que durante toda la campaña electoral se han centrado en esta cuestión, se ha adentrado en un terreno también delicado. Ha subrayado la necesidad de poder lograr un crecimiento económico sostenido que permita "seguir" creando empleo -"y empleo digno", ha matizado- fortalecer los servicios públicos esenciales, entre los que ha citado la sanidad y la educación, y "reducir las desigualdades, acentuadas por la dureza de la crisis económicas". Y ha pedido, por otro, lado que España "haga oír" su voz en Europa en lo que se refiere a asuntos como el terrorismo yihadista, la crisis de los refugiados o la lucha contra el cambio climático.

Su pretensión, en todo caso, ha sido clara: tratar de infundir confianza a los españoles y asegurarles que hay salida a la difícil situación que hoy vivimos y que él pretende contribuir a ello como hicieron los españoles de la Transición. "A los españoles de hoy nos corresponde seguir escribiendo la historia de nuestro tiempo y vamos a hacerlo como ya hemos demostrado que sabemos", ha dicho. "Hace décadas el pueblo español decidió, de una vez por todas y para siempre, darse la mano y no la espalda".

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TEXTO ÍNTEGRO DEL MENSAJE DEL REY

"Buenas noches.

En esta Nochebuena, quiero especialmente desearos junto a la Reina y nuestras hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, unas muy felices fiestas y todo lo mejor para el año nuevo.

Desearía también que la voluntad de entendimiento y el espíritu fraternal, tan propios de estos días, estén siempre muy presentes entre nosotros, en nuestra convivencia.

Esta noche me dirijo a vosotros desde el Palacio Real, donde la Corona celebra actos de Estado en los que queremos expresar, con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España.

Este Palacio es de todos los españoles y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a todos los ciudadanos que desean conocer y comprender mejor nuestro pasado.

En sus techos, en sus paredes, cuadros y tapices, en definitiva, en todo su patrimonio, se recogen siglos y siglos de nuestra historia común.

Y esa historia, sin duda, debemos conocerla y recordarla, porque nos ayuda a entender nuestro presente y orientar nuestro futuro y nos permite también apreciar mejor nuestros aciertos y nuestros errores; porque la historia, además, define y explica nuestra identidad a lo largo del tiempo.

Creo sinceramente que hoy vivimos tiempos en los que es más necesario que nunca reconocernos en todo lo que nos une.

Es necesario poner en valor lo que hemos construido juntos a lo largo de los años con muchos y grandes sacrificios, también con generosidad y enorme entrega.

Es necesario ensalzar todo lo que somos, lo que nos hace ser y sentirnos españoles.

En mi discurso de proclamación manifesté que en la España constitucional caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español; de ser y de sentirse parte de una misma comunidad política y social, de una misma realidad histórica, actual y de futuro, como la que representa nuestra nación.

Una gran nación definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las artes y por una literatura universal; enriquecida por nuestra lengua común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra identidad.

Un país que a lo largo de los siglos han tejido pensadores, científicos, creadores, y tantos y tantos hombres y mujeres; y por el que muchos de los cuales han dado su vida por España.

Y es también un gran Estado, cuya solidez se basa hoy en unos mismos valores constitucionales que compartimos y en unas reglas comunes de convivencia que nos hemos dado y que nos unen.

Un Estado que reconoce nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones; y que tiene en el respeto a la voluntad democrática de todos los españoles, expresada a través de la Ley, el fundamento de nuestra vida en libertad.

Por todo ello, tenemos -tengo- muchas razones para poder afirmar esta noche que ser y sentirse español, querer, admirar y respetar a España, es un sentimiento profundo, una emoción sincera y es un orgullo muy legítimo.

Con estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran legado tenemos la responsabilidad de administrar; y fortaleceremos nuestra cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar nuestro progreso político, cívico y moral; para impulsar nuestro proyecto común de convivencia.

Porque ahora, lo que nos debe importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los españoles.

Tras las elecciones generales celebradas el pasado día 20, y como siempre después de cada renovación del Congreso de los Diputados y el Senado, se inicia el procedimiento establecido en nuestra Constitución para la gobernación de nuestro país.

En un régimen constitucional y democrático de Monarquía Parlamentaria como el nuestro, las Cortes Generales, como depositarias de la soberanía nacional, son las titulares del poder de decisión sobre las cuestiones que conciernen y afectan al conjunto de los españoles: Son la sede donde, tras el debate y el diálogo entre las fuerzas políticas, se deben abordar y decidir los asuntos esenciales de la vida nacional.

La pluralidad política, expresada en las urnas, aporta sin duda sensibilidades, visiones y perspectivas diferentes; y conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones que resuelvan los problemas de los ciudadanos.

España inicia una nueva legislatura que requiere todos los esfuerzos, todas las energías, todas las voluntades de nuestras instituciones democráticas, para asegurar y consolidar lo conseguido a lo largo de las últimas décadas y adecuar nuestro progreso político a la realidad de la sociedad española de hoy.

Unas instituciones dinámicas que caminen siempre al mismo paso del pueblo español al que sirven y representan; y que sean sensibles con las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos para la vida pública.

La España actual es muy distinta de la España de los siglos que nos preceden gracias a una auténtica y generosa voluntad de entendimiento de todos los españoles, a un sincero espíritu de reconciliación y superación de nuestras diferencias históricas y a un compromiso de las fuerzas políticas y sociales con el servicio a todo un pueblo, a los intereses generales de la Nación, que deben estar siempre por encima de todo.

Esta es la gran lección de nuestra historia más reciente que nunca debemos olvidar.

Como tampoco debemos olvidar que la ruptura de la Ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento. Ese es un error de nuestro pasado que no debemos volver a cometer.

Nuestro camino es ya, de manera irrenunciable, el del entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad. Por ello, respetar nuestro orden constitucional es defender la convivencia democrática aprobada por todo el pueblo español; es defender los derechos y libertades de todos los ciudadanos y es también defender nuestra diversidad cultural y territorial.

Por eso, esta noche quiero reiterar un mensaje de serenidad, de tranquilidad y confianza en la unidad y continuidad de España; un mensaje de seguridad en la primacía y defensa de nuestra Constitución.

Y me gustaría también transmitir un mensaje de esperanza en que la reflexión serena, el contraste sincero y leal de las opiniones, y el respeto tanto a la realidad de nuestra historia, como a la íntima comunidad de afectos e intereses entre todos los españoles, alimenten la vigencia de nuestro mejor espíritu constitucional.

Por otro lado, la mejora de la economía es una prioridad para todos. Creo que todas las instituciones tenemos un deber con los ciudadanos, las familias y especialmente los más jóvenes, para que puedan recuperar lo que nunca se debe perder: la tranquilidad y la estabilidad con las que afrontar el futuro y la ilusión por un proyecto de vida hacia el mañana.

Todos deseamos un crecimiento económico sostenido. Un crecimiento que permita seguir creando empleo -y empleo digno-, que fortalezca los servicios públicos esenciales, como la sanidad y la educación, y que permita reducir las desigualdades, acentuadas por la dureza de la crisis económica.

Europa es, sin duda, otra de nuestras grandes realidades, pero también con grandes desafíos en su seno.

Todos hemos sentido la indignación y el horror ante los atentados que han costado la vida a compatriotas nuestros, ante los terribles crímenes de París y de otros lugares del mundo, que son auténticos ataques a nuestro modelo de convivencia y a los más elementales valores humanos.

Y todos nos hemos conmovido ante el drama de los refugiados que llegan a nuestras fronteras huyendo de la guerra, o el de los migrantes angustiados y acosados por la pobreza.

Ante estos desafíos, y otros muchos como el de la lucha contra el cambio climático, es necesario que la voz de España se haga oír en la Unión Europea y en las instituciones internacionales en todo aquello que afecta a nuestras convicciones y a nuestros intereses vitales.

Porque el mundo de hoy exige naciones fuertes, responsables, unidas, solidarias y leales a sus compromisos con sus socios y aliados y con el conjunto de la comunidad internacional.

Finalmente, no quiero despedirme esta noche sin deciros, con total convicción, que a los españoles de hoy nos corresponde seguir escribiendo la historia de nuestro tiempo y que vamos a hacerlo como ya hemos demostrado que sabemos:

Contando con todos: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, nacidos aquí o venidos de fuera; empujando todos a la vez, sin que nadie se quede en el camino.

Debemos mirar hacia adelante, porque en el mundo de hoy nadie espera a quien solo mira hacia atrás. Debemos desterrar los enfrentamientos y los rencores; y sustituir el egoísmo por la generosidad, el pesimismo por la esperanza, el desamparo por la solidaridad.

Tengamos fe y creamos en nuestro país. España tiene una resistencia a la adversidad, una capacidad de superación y una fuerza interior mucho mayor de lo que a veces pensamos.

La fortaleza de España está en nosotros mismos; está en nuestro coraje, en nuestro carácter y en nuestro talento. Está también, por qué no decirlo, en nuestra forma de vivir y de entender la vida.

Los españoles nunca nos hemos rendido ante las dificultades, que han sido grandes, y siempre las hemos vencido.

Y sabemos, además, que tenemos que seguir caminando con la voluntad de entendimiento y con el espíritu de unión a los que me refería al principio.

Con diálogo y con compromiso, con sentido del deber y con responsabilidad; sintiendo y viviendo, cada día, cada uno de nosotros, ese compromiso ético que hace grande a un pueblo; uniendo nuestros corazones, porque hace décadas el pueblo español decidió, de una vez por todas y para siempre, darse la mano y no la espalda.

Hagámoslo con toda la fuerza y la confianza de quienes estamos orgullosos -con razón- de lo que hemos conseguido juntos y, sobre todo, de lo que juntos vamos a conseguir.

Con esa emoción, con esa confianza en nuestro futuro -en ese futuro de España en el que creo- os deseo a todos una muy Feliz Navidad, Eguberri on, Bon Nadal, Boas Festas y un próspero año 2016".

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