Llueve, y llueve agua y llueven votos y yo con estos pelos que todavía no he ido ni a por el pan ni a por la papeleta. Llueve y la gente tiene ganas de que esta caterva de políticos nuevos y viejos hagan algo para cambiar las cosas, esas que, pese a la cifras, no funcionan por mucho que el personal se ponga a hacer cuentas macroeconómicas, que no empezamos a comprar regalitos porque no nos ha llegado la extra? que sí, que vivimos al día y con la marca blanca. Llueve y quizás no es suficiente, pero se moja el suelo, se anima uno a mirar hacia arriba y a esperar a la hora del recuento, que total, las cosas están peor para aquellos que siguen esperando en una frontera a que Europa despierte del letargo, ese que se ha olvidado de que tiene el problema yihadista no en Siria, sino en casita, ahí, al lado.
Dirán ustedes que yo debería escribir sobre elecciones, candidatos, regalos navideños, sobrinos soberanistas, primas de riesgo y hasta contarles el último rebote de la niña bonita, que dio mucho de sí, pero nada, a mí lo que me preocupa y ocupa es este invierno raro lleno de gente detenida, de ahogados y mafias dedicadas al noble arte de pervertir fronteras. Ya lo sé, tengo un espíritu navideño encomiable y debería dedicarme a limpiar el polvo que acumula el nacimiento o a amontonar barras de turrón, pero nada, lo mío es pensar cosas raras y amargar al personal, será porque la alegría de la huerta ya la pone la niña bonita pensando en sus cosas, que el egoísmo es privativo de los niños y de los viejos? sí, esa forma de ver la vida inmediata y plena es hermosa, tan hermosa como la alegría genuina con la que se para esta niña mía delante de una juguetería para decir que quiere una máscara de Darth Vader. La criatura no es que sea muy princesa que digamos, eso lo deja para la prima de riesgo, quien a este paso se postula para prometida del Guillermito de Inglaterra aunque le saque una porrada de años, pero todo sea por la tiara y por el fasto británicos. Aquí cada uno tiene sus intereses y el del pollo pera es la patrulla canina, que para eso es hijo del cuerpo, ya ven, al final acabo hablando de mi caterva de niños porque estas criaturitas son afortunadas y nadie las saca de su cama a base de bombas para recorrer el mar en barcas tan frágiles que acaban volcando. Sí, hoy llueve y quizás es que me pongo melancólica, o es que a través de una gota veo todo un océano de desdicha, entonces me pregunto qué hacemos preocupados por cuestiones tan banales como las que nos ocupan. Y me disculpan?
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez
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