El pasado 20 de Noviembre tuvo lugar el 40 aniversario de la muerte del Francisco Franco, el dictador que gobernó desde 1936 como si España fuera el cortijo particular de él, de su familia y de un conjunto de intereses económicos, religiosos y políticos que se impusieron a la mayoría de los españoles.
A lo largo de esa terrible dictadura, innumerables españoles pasaron por las cárceles y muchos miles fueron asesinados, una parte de ellos están aún en fosas anónimas al borde de muchas carreteras españoleas, algo insólito en la Europa del siglo XXI.
40 años después, a pesar de encontrarnos en un régimen de democracia y libertades, las huellas del Franquismo siguen vigentes y continúan dividiendo a la sociedad española, porque como dijo un gran periodista Carlos Carnicero: " los muertos mal enterrados terminan siempre por molestar". Un gran historiador español, desgraciadamente fallecido hace unos años, Julio Aróstegui comentaba con cierta sorna que el franquismo seguirá dando guerra política hasta mediados del siglo XXI.
En la vida social española los fantasmas del pasado continúan estando muy presentes como prueba la tradicional desconfianza de la población por los políticos y los partidos, consecuencia de tantos años de politización. La indiferencia popular hacia los símbolos del país, singularmente la bandera por la apropiación de los franquistas. La presencia de fenómenos como el clericalismo político que refleja la falta de adaptación a la democracia de la Iglesia católica y su contrapunto una posición anticlerical hostil a la Iglesia. La escasa vertebración social de la ciudadanía, a diferencia de otros países europeos, que no responde solo al creciente individualismo, sino a la desconfianza al encuadramiento. El neocorporativismo sindical heredado del franquismo, etc.
Hoy en día una parte de las nuevas generaciones agrupadas en las Asociaciones y Foros de la Memoria Histórica están asumiendo la exhumación y enterramiento de los restos de asesinados republicanos, que continúan en las cunetas de nuestras carreteras 40 años después de muerto Franco. Esta política que recupera la memoria de los vencidos frente a la memoria impuesta de los verdugos ha generado una extraordinaria polémica.
Por un lado, con el argumento de no dividir a los españoles con el pasado, postura propiciada por los grupos conservadores y sus voceros mediáticos.
Y por otro lado por la consideración por parte de grupos de izquierda de que la transición a la democracia fue en realidad la victoria final del franquismo ante la falta de exigencia, por parte de los demócratas, de responsabilidades a los partidarios de Franco.
Para muchas personas de esa ideología la transición se hizo sobre el olvido intencionado de la dictadura y la ausencia de cualquier responsabilidad de los principales agentes de la guerra civil y el franquismo: la Iglesia católica, Falange española, el partido del régimen y sobre todo la derecha franquista, reconvertida en demócrata por esa política de olvido.
La consecuencia, según esta opinión, es que se convierte a los vencidos de entonces en los humillados del presente. Sin embargo, tal creencia no se corresponde en absoluto con la realidad de aquellos años, la propuesta de reconciliación por parte de la izquierda y aceptada por la derecha trajo un régimen constitucional y democrático que en nada es continuador del franquismo
En palabras de la historiadora Paloma Aguilar: "resulta llamativo que aún estemos debatiendo sobre si las políticas que se adoptaron en la transición respecto al pasado fueron apropiadas o no; que continúe existiendo un disenso fundamental sobre si se ha echado sistemáticamente tierra sobre estos episodios históricos... o si, por el contrario, se ha hecho lo que las circunstancias han permitido en cada momento".
Todo lo cual demuestra que la memoria del franquismo y la propia transición a la democracia continúan estando muy presentes en la vida española y explica porqué el dictador Francisco Franco murió en la cama.
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