Ya ha salido Soraya por la "tele" y ha dicho que ha ganado el PP, como siempre, pero luego han dicho que no podrá gobernar porque no tienen mayoría.
Eso me ha dicho mi madre a eso de las once y cuarto de la noche. También me ha dicho que quien ha ganado ha sido la abstención, 9'8 millones han optado por ella pero que eso a este país no le importa nada, que nadie los tiene en cuenta, que nadie los mira y que nadie ve en ellos una protesta sorda, pero son los que de verdad podrían tener la llave del verdadero cambio que necesita esta pequeña parte de la tierra.
Lo cierto es que han sido dos millones y pico más que los que han votado a la formación política que más votos ha cosechado: el PP, el cual ha perdido más de cuatro millones de votos, el PSOE se ha dejado en el vestuario casi dos millones y las formaciones emergentes que partían de cero llegan a más de cuatro Podemos y más de tres Ciudadanos.
Con estas mimbres no es extrañar que las caras de los seguidores de cualquier partido no muestren más alegría que una caras sonrientes ante las cámaras, a excepción de los seguidores de Podemos, que han puesto la euforia en las cadenas de TV. En realidad nadie ha ganado esta vez, la mayoría absoluta de la que saldría un gobierno para los próximos cuatro años parece más lejana que nunca y sin jugar a las adivinanzas, la probabilidad de que se convoquen nuevas elecciones antes de acabar la legislatura es más que probable, con lo que la inestabilidad y el baile político están casi garantizados en los próximos meses.
De dicha inestabilidad nadie está está hablando en la noche electoral, ¿produce cierto vacío en el estómago de unos? ¿vértigo en otros? El tiempo lo dirá, la Troika, el euro y el FMI lo sentenciarán y el capitalismo recalcitrante lo apuntillará a no ser que los abstencionistas tengan la capacidad de ofrecer una alternativa tan decidida como valiente, cosa que se me antoja un tanto utópica cuanto menos, pero menos da una piedra.
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