Después de toda elección que se precie, el ciudadano debe admitir, sí o sí, algunos axiomas. Uno, que no oiremos a ningún político hacer declaraciones admitiendo que su formación ha salido mal parada del proceso. Para algunos resulta difícil encontrar ese preciso concepto en el que se han superado, pero siempre lo encuentran. Otro hecho que se produce con frecuencia es el resbalón de más de una encuesta, para el que también se encontrará justificación. Por último, también se debe asumir que, como el pueblo es soberano, nunca se equivoca en su elección.
Cuando escribo estas líneas acaban de cerrar las mesas electorales y, tras las primeras impresiones, también hoy se confirman esos axiomas. El pueblo español ha querido que los resultados sean éstos. En esta ocasión, sin embargo, hay algo que cambia. Si todos los partidos se declaran satisfechos con los resultados, lo peor que podía pasarnos es que acabáramos perdiendo todos los españoles. Con cuatro partidos separados por poco más de diez puntos, a primera vista parecería sencillo encontrar una coalición con mayoría suficiente para gobernar. Por desgracia, la realidad es bien distinta. El problema radica en aglutinar formaciones políticas que, a priori, se declaran radicalmente opuestas; o que, no siéndolo, han manifestado que nunca llegarán a ningún acuerdo. Si tenemos que creerlo ?siempre es aventurado-, llegaremos a la conclusión de que nos espera una legislatura muy peligrosa. Desde luego, nos iremos a la cama sin saber quién será el próximo Presidente del Gobierno, ni cuándo será elegido. Cuando por fin lo sepamos, habrá que ver cuánto durará esa legislatura. Me gustaría ser optimista y pensar que el futuro gobierno no va a ser responsable del más mínimo retroceso en el bienestar de los españoles; que disminuirá el paro, que mejorarán la educación, la sanidad y las pensiones; que la inversión exterior no se retraerá y que el peso exterior de España no se verá mermado. La suerte ya está echada y, para no caer en posiciones pesimistas, mientras se aclara nuestro porvenir político, hay que reconocer que lo primero que nos espera son las próximas fiestas navideñas, por lo que me permito animar a los creyentes a que intenten poner al Niño Jesús en el centro de su Navidad, y a los no creyentes a optar por la alegría, la solidaridad y la fraternidad. Para todos, paz, unidad y Feliz Navidad.
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