Elecciones generales 2015

Estamos en jornada de reflexión y la dialéctica para ganar la confianza de la gente ya no es posible. Después de acalorados debates en platós de televisión y de paseos entre la multitud, donde no han faltado la violencia verbal, ni la física, muchos ciudadanos aún no saben a quien votar. Entre otras razones, porque el resultado de los debates no ha quedado claro. Algunos candidatos se han dedicado a criticar a su contrario, omitiendo su programa de gobierno. Quizá esta conducta haya producido un efecto contrario a lo que pretendían algunos asesores de campaña. Lo cierto es que, el voto de los indecisos, a pocas horas de abrirse los colegios electorales, no se ha despejado.

Otra de las razones por las que no se aclaran las dudas, es por el desconocimiento que hay sobre posibles pactos postelectorales. Ninguna fuerza política desvela sus cartas, sin conocer el resultado de las votaciones. Este comportamiento, acrecienta las dudas de muchos votantes. Pues, su voto, puede favorecer a partidos con los que no simpatiza.

Si miramos atrás y recobramos lo que ha sido la campaña electoral, no encontramos nada reseñable, exceptuando la agresión sufrida por uno de los candidatos, y que condeno con toda la firmeza. Tales comportamientos, han de ser sancionados contundentemente para evitar que se repitan.

Como en todas las campañas, no han faltado sobre los escenarios, acalorados oradores prometiendo la gloria. El milagro de los panes y los peces se queda corto ante los millones de puestos de trabajo que se crearán. Tampoco las infraestructuras que nos harán la vida más fácil, dejarán de realizarse; ni la bajada de impuestos que más tarde habrá que reponer con intereses, convertidos en recortes. Lo cierto es que, en campaña electoral, todo está permitido. Como si el engaño y la mentira se libraran de sus perniciosos efectos en épocas tan señaladas.

El circo mediático en que se convierte la calle en periodos de campaña, puede resultar cómico para algunos. Sin embargo, hemos de tomarlo muy en serio. Porque, nadie en su sano juicio, puede creer muchas de las proclamas que se han realizado.

¿Cómo puede ser todo tan fácil en periodo de campaña, y tan difícil de cumplir cuando ésta termina? Pues, una vez ocupados los puestos, las promesas se olvidan, porque es imposible cumplir lo que se prometió. Movidos por la euforia del momento, muchos políticos no calibran las consecuencias de lo que dicen.

Si aún no conocen las responsabilidades a las que tendrán que enfrentarse ¿cómo es posible que vean todo tan claro? Que no se prometa la gloria por esquinas y plazas; que los besos y abrazos que se prodigan, no sean como el beso de judas. Es lo menos que se le debe exigir a quienes pretenden gobernarnos.

Ya no es importante la ideología. La empresa común, necesita gestores preparados y, sobre todo, honrados. La trayectoria que dejamos atrás marca un camino que los nuevos políticos deben evitar si quieren que la política recupere parte de la credibilidad perdida.

Dos palabras resuenan en los oídos de los indecisos a pocas horas de votar: inexperiencia y desconfianza. La inexperiencia de aquellos que acceden a la política sin conocer los escollos que tendrán que evitar para no repetir los errores de quienes han ejercido el poder. Y, la desconfianza en quienes han conducido la política en los últimos tiempos y que tantos daños colaterales han provocado.

Quizá sean estas dos palabras la fuente que alimenta la indecisión. En cualquiera de los casos, debemos ejercer nuestro derecho al voto. Quizá en la próxima legislatura tengamos las cosas más claras.