Dicen que el tiempo político que nos está tocando vivir, y en especial las elecciones generales que se celebrarán el próximo domingo, representan un cambio sustancial en la forma de desarrollar la actividad política en nuestra sociedad, y que ya nada será igual que antes. De forma especial todas las fuerzas políticas insisten en asegurar que la participación de los ciudadanos y ciudadanas será un hecho y que no se volverán a imponer las decisiones que adopten unos cuantos profesionales de la cosa política; así, todos los cargos electos deberán responder en todo momento ante las personas a las que representan.
Es posible que así sea, y ello no solo es deseable sino condición mínima necesaria para poder hablar de una sociedad democrática. La participación ciudadana en los asuntos públicos debe asumirse de una vez como el pilar fundamental de la democracia y tendría que estar tan interiorizada como para que no fuera necesario hablar de ella, porque no es una cuestión de palabras sino de hechos y de comportamientos.
Y este es el problema, porque no consigo atisbar en la campaña electoral comportamientos que permitan llegar a la conclusión de que existe una verdadera decisión de ir más allá de las palabras y los gestos propagandísticos. Al margen del hecho ciertamente estimulante de la irrupción de nuevas fuerzas políticas, que parece indicar el fin del bipartidismo turnista que hemos padecido hasta ahora, lo que permite que se pueda votar en positivo por la opción que cada cual estime más conveniente (en lugar de votar a una opción política solo para evitar que gobierne la contraria), lo cierto es que la campaña electoral está discurriendo por los mismos derroteros que todas las anteriores, con unos partidos más interesados en colocarnos propaganda que en establecer un diálogo honrado con la ciudadanía, en primar la imagen sobre el contenido, al líder sobre el colectivo, entrando una y otra vez en el juego de negar la voz a las fuerzas minoritarias.
Uno de los elementos cada vez más preocupantes es el de la reducción de las fuerzas políticas a la imagen de una persona; las campañas se centran cada vez más en los medios de propaganda, y se reducen a la habilidad dialéctica de un único líder, sin participación apenas de las personas que componen los colectivos locales, lo que lejos de favorecer la participación nos abocan a una concentración de la capacidad de decisión que excluye a la mayor parte de la ciudadanía de los asuntos públicos. Así, resulta que parece que estemos ante unas elecciones presidenciales cuando resulta que se trata de unas elecciones legislativas; nadie diría que no estamos eligiendo un presidente (en nuestra extraña concepción democrática ese cargo lo ocupa de por vida un señor que al parecer nació ya elegido) sino unos representantes en el parlamento, y que se eligen en circunscripciones provinciales. Me gustaría pedirles que hicieran un pequeño ejercicio: sin ver las papeletas que los partidos más pudientes han enviado a sus domicilios (forma de propaganda consentida pero antidemocrática porque elimina la igualdad de oportunidades y permite un fraude continuado elección tras elección) intenten decir quienes son los candidatos que se presentan en estas elecciones por la circunscripción de Salamanca; ni siquiera hace falta que digan los de todos los partidos, sólo los candidatos del partido al que van a votar, es decir, las personas en las que van a delegar ustedes su soberanía y que durante cuatro años van a actuar en su nombre. Estoy seguro de que la mayoría no sabe quienes son esas personas a las que van a votar, es más, estoy seguro de que la mayoría no saben quienes han sido los diputados y senadores que han ocupado sus escaños en la última legislatura con los votos de los y las salmantinas y salmantinos. No elegimos representantes, nos limitamos a poner el poder en manos de un líder, el resto nos da igual, pueden poner a quien quieran. Así, resulta que la verdadera elección no es la que hacen los ciudadanos, sino la que hacen los dirigentes de los partidos al decidir quienes ocuparan puestos de salida en las listas electorales.
Aquí no se presentan los que salen en los carteles, ni los que aparecen en la televisión, ¿aquí quien se presenta?. Si no lo sabemos, si no los conocemos, ¿cómo podemos pensar que estamos realmente participando?, ¿cómo podemos siquiera pedirles responsabilidades por el uso que han hecho de nuestra soberanía?.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.