A nuestro alrededor ya todo es ciber... y lo que se le quiera añadir. La vigesimotercera edición del Diccionario de la RAE ha incluido como artículo enmendado este elemento compositivo que indica relación con redes informáticas. Y es que estamos acostumbrados a escuchar ciberespacio, cibernauta, cibernético, cibercultura, cibersexo, ciberacoso, ciberataque, cibercafé, cibermedicina, ciberdelincuente... y ahora, también, ciberrobo.
Si hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, como decía don Hilarión en La verbena de la Paloma, no es menos cierto que el mal siempre va por delante del bien. Estos días se ha conocido el mayor ciberrobo de la historia en entidades financieras. Se calcula que con un malware, un programa malicioso compuesto por ceros y unos, una banda de ciberlistos ha robado en más de cien instituciones financieras de más de 30 países.
Inicialmente se hablaba de 300 millones de dólares, pero la cifra se ha incrementado hasta los 1.000 millones de dólares de botín, según el International Business Time. Y lo más grave es que los hackers venían actuando desde 2013 en las transacciones interbancarias sin temor y parece que también sin riesgos de poder ser descubiertos.
Es curioso que nos hablen de extremar la seguridad con nuestras claves en el móvil, al sacar dinero del cajero, con la información que revelamos en las redes sociales... y el ciberrobo se produce en las narices de quienes mayor seguridad alardean tener.
La noticia es relevante, además, porque los gobiernos se dedican a inyectar liquidez a los bancos a costa de sacrificar el estado de bienestar, y luego vienen otros (parecidos a los de las cajas de ahorros y a los de las tarjetas black) y también consiguen saquear un buena cantidad de millones del dinero que se supone que es de todos.
Más que nunca se cumple aquello de que la banca siempre gana, porque los gobiernos y los seguros responden, como primera opción, por los poderosos. Cibercabreo podría llamarse también a todo esto, pero van tantos...
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