Salamanca y sus edificios en ruinas

Nuestra memoria, desde la infancia hasta la juventud, está repleta de situaciones personales unidas a nombres de las calles: donde paseabas de la mano de tu madre, o no te pesaba la mochila a la espalda porque te reías de todo con los amigos de clase. La ciudad está llena de lugares de referencia que siempre coinciden con aquellos en los que elegías para una cita. En definitiva fotos fijas de una vida. Luis García Jambrina en su primera novela, El Manuscrito de Piedra, construyó un personaje como Fernando de Rojas, pero mucho antes de hacerse famoso con su obra La Celestina, quien acompañado por su fiel Lázaro recorre la Salamanca del siglo XV, y ejerce de buen guía para mostrarnos piedra a piedra los rincones de la villa. Cualquier biografía emocional suele ir acompañada de imágenes de la ciudad, es como si todos nuestros recuerdos estuvieran registrados dentro de una geografía urbana. Alguien puede añadir que las calles de Salamanca no tienen por qué permanecer intactas con el paso del tiempo, pero también es cierto que todos nos gusta mostrar a quienes nos visitan, aquellas que son las más emblemáticas. Por ejemplo, la Calle Compañía vista desde la Plaza de las Agustinas hasta la Universidad Pontificia, como una prueba del que tiempo se ha congelado para nuestro disfrute. Es evidente que Salamanca ofrece un reclamo turístico: su patrimonio histórico.

Precisamente por ello, el turismo la prefiere, entre otras ciudades, porque se puede pasear por nuestras calles y contemplarla sin prisas. Ahora bien, la planificación del Ayuntamiento parece que responde a dos velocidades, por un lado se peatonalizan algunas, con bancos de piedra, fríos en invierno, calientes en verano, que carecen de reposa brazos, como Pozo Amarillo. Pero lo más grave es que han desaparecido edificios de gran originalidad en su diseño de construcción, como el que derribó el anterior Alcalde, el Teatro Bretón, antes un corral de comedias, que desde 1878 se convirtió en teatro en homenaje a Tomás Bretón que nació cerca del lugar. Se derribó en 2009 pero en su lugar no nada, como si este solar fuera un símbolo de la indolencia de las instituciones. En otras calles centrales de la ciudad, como la Calle de la Rúa, el antiguo Hotel Maravillas es hoy una fachada fijada con andamios que evidencian su abandono y, como él, hay 46 edificios más de la ciudad. Al Alcalde se la ha preguntado por todos estos despropósitos, pero el Ayuntamiento se inhibe, como lo hizo con el anterior grupo de la oposición. Aunque conviene reconocer que la indolencia en su gestión urbanística siempre ofrece la misma respuesta a partes iguales. Me pregunto si se mueven por Salamanca, si la pasean, pero no dentro de un séquito cuya conversación aduladora no les permita detenerse, observar y tomar medidas. No, no lo hacen, porque ahora no les preocupa ni los solares, ni los locales cerrados, o los permanentes andamios, saben muy bien que tienen otros cuatro años para seguir dejando que se desfigure nuestra memoria urbana.