Una desigualdad que se palpa en la vida diaria de cualquier mujer: relaciones sociales, trabajo, familia, pareja, amigos e imagen.
Autoras: Bonny L. Cano Otálvaro y Sara Ciudad Pérez de León. Activistas de Amnistía Internacional
A día de hoy llevamos 55 mujeres asesinadas por violencia de género, aunque resulte escalofriante, el número de víctimas aumenta vertiginosamente si contamos con hombres y más mujeres que por la normativa vigente no son reconocidos como víctimas de esta violencia. Los no reconocidos dentro de este marco jurídico son: las parejas homosexuales, las madres, hermanas y amigas de las víctimas que son asesinadas por el mismo agresor; y las mujeres que mueren después de la agresión por consecuencias de la misma. Como resultado, la ley actual es un hándicap que excluye víctimas reales en esta violencia.
La violencia de género no es un asunto personal, no se trata de un hecho aislado, se trata de cientos de asesinatos de mujeres simplemente por el hecho de ser mujeres, de todas aquellas que sufren a puerta cerrada el maltrato y de todas las mujeres que tienen que aguantar los micro-machismos diarios y normalizados como: el temor de volver a casa sola, la camarera que tiene que aguantar ser tratada como un objeto sexual solo por mantener su trabajo de cara al público o la mujer promiscua que debe justificar su promiscuidad solo por ser mujer, etc? Por ello es competencia del Estado intervenir con unas políticas reales de prevención y protección adaptadas a la realidad social del machismo.
Con la información anteriormente dada, observamos que las política desarrolladas por el Estado hasta ahora no son capaces de abordar esta problemática, que lleva siendo una lacra social desde siempre.
Estas políticas contra la violencia de género no han surtido efecto, son meramente parches que actúan sobre las consecuencias del problema y no sobre la raíz, no ofrecen una atención adaptada a las dimensiones que en la realidad alcanza la problemática en la vida de una mujer. Debido a la ineficacia de éstas, los colectivos feministas se han visto obligados a demandar una mejor actuación pública en áreas tan básicas como garantizar seguridad a toda mujer que haya denunciado para evitar que sea acosada, agredida o asesinada o que los espacios de atención a mujeres que sufren violencia machista sean de gestión pública, entre otras peticiones. Estos colectivos aparte de demandar reformas, dan visibilidad sobre las lagunas del problema que el Estado obvia.
La lucha contra la violencia machista no debe ser únicamente responsabilidad de estos colectivos o del Estado, sino de la unificación de todas las fuerzas sociales incluyendo al total de la población que consciente o inconscientemente participa y la perpetúa. Por lo tanto se ve necesaria una educación basada en el respeto y la equidad. Donde rompamos con los viejos estereotipos ligados a roles muy marcados de lo que debe ser una mujer y un hombre; quebrantando también la idea de lo que debe ser la pareja perfecta en un hetero-patriarcado; y que simplemente son contraproducentes en esta lucha.
Para la victoria de la igualdad entre géneros sería necesaria la existencia de un compromiso social que excluyera la desigualdad ligada al género. Una desigualdad que se palpa, como ya hemos dicho, en la vida diaria de cualquier mujer: relaciones sociales, trabajo, familia, pareja, amigos e imagen. Se trata de una presión constante por un vivir en un mundo donde las personas son juzgadas según su género y que por el hecho de no pertenecer al género dominante deben aguantar a un medio social que es una agresión continua.
Esta desigualdad se ve amparada por la imagen que se da de ambos géneros en los medios de comunicación, que fortalecen los estereotipos y normalizan las actitudes machistas.
Si tenemos en cuenta la influencia de estos medios, como una fábrica de valores y modelos a seguir, debemos actuar directamente sobre ellos y controlar la difusión de mensajes contrarios a la lucha contra el machismo. Ya que los jóvenes son el motor de cambio en esta lucha y tienen en sus manos la capacidad de generar una cultura libre de machismo, no debemos confundirlos sino ayudarles a mentalizarse sobre el cambio.
Finalmente observamos que en esta problemática hay muchos agentes implicados: el Estado, los medios de comunicación y la ciudadanía. Todos ellos cómplices y responsables del enquistamiento de esta lacra en nuestra sociedad. Por ello, es necesaria tanto una intervención a todos los niveles como un compromiso de corresponsabilidad entre todos estos agentes..
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