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De los "cara a cara" a los "beso a beso"
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De los "cara a cara" a los "beso a beso"

Actualizado 15/12/2015
Fernando Robustillo

Como todo el mundo sabe, el tercer cara a cara de esta campaña lo protagonizaron anoche Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, otro cara a cara que no podía perder la izquierda después de aquellas dos derrotas anteriores de Pablo Iglesias. Recuerden que el primer

[Img #501864]Hubiera sido una hecatombe que en el debate a cuatro de la pasada semana también hubiera caído la izquierda. Ahí Pablo se creció y logró reponerse de las dos embestidas anteriores. Aunque no nos atrevemos a decir que lo ganase, puesto que de debate tuvo muy poco y los resultados se dieron más por el lenguaje corporal que por las perlas de los contendientes [disculpa, Pablo, pero mi sobrino, de tres años, dijo que parecías un vendedor de pizzas].

Aunque esto no tiene nada de malo y aún así hubo unas diferencias que sería bueno que las maticemos. Comenzando por el presidente, es sabido que Mariano Rajoy quiso ganar el debate sin presentarse y envió a la vicepresidenta con un pin en la solapa, y como consecuencia a ver quién era el guapo de decir al día siguiente aquella "cañetada" de las Europeas a Elena Valenciano: "Es muy complicado debatir con una mujer, porque emplearse a fondo con ella iba a parecer un abuso... ¿Sabe?". Muy listo el señor Rajoy, sólo con aquella experiencia tenía sujeto al personal. Y la verdad fue que la señora Santamaría estuvo flojilla, pero no por ser Soraya, sino por dejarse atrás a esa Merkel de La Moncloa que no apareció en ningún momento.

Al señor Rivera tampoco lo encontramos muy sobrado de ideas y por ese lenguaje corporal del que hablamos nos dio la impresión de que en cualquier momento se nos echaba a volar. Y sin estar en nuestro ánimo el deseo de hacer un símil de mala leche alguna, podemos decir que se le notó demasiado que es la "semi" de la derecha.

Por fin llegamos al señor Sánchez, don Pedro, que sin atril parecía un árbol recién podado. Sin ni siquiera un bolígrafo al que agarrarse, como hiciera don Pablo, lo único que le quedaba fue la sonrisa, y con la sonrisa se le notaba que lo pasaba muy bien con las cosas de Pablo, un alarde de resistencia en Pedro tal como si se tratara del motociclista Marc Márquez, pues reía hasta cuando Pablo, como Valentino Rossi, intentaba tirarle de la moto. [Esta es la metáfora de que el Mundial no lo ganó ni Rossi ni Márquez, sino Lorenzo]. El quitarte tú para ponerme yo no es lo que quieren las clases medias u obreras, el adversario es otro. Esa falta de unidad o de voto útil la pagarán todos menos los que se sentarán en las Cámaras y su corte y el "cambio" será más Rajoy.

Por último, tampoco estuvieron muy sobrados los maestros de ceremonia, o sea, la sin par Ana Pastor y el señor don Vicente Vallés, de quienes esperábamos un poquito más. Los espectadores nos tuvimos que conformar con hacer preguntas de ficción al televisor a la espera de que cortaran las obviedades y preguntaran algo más comprometido, aunque fuera de cultura general, yo qué sé, como por ejemplo: "¿nos podrían decir ustedes cómo se llamaba el talón de Aquiles antes de Aquiles?". No sé, algo difícil.

Por prescripción facultativa, anoche ya no era hora para que un servidor escribiera la crónica de ese cara a cara entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Además, prefiero que conserven ustedes su propia opinión. Y si fueron unos resistentes y llegaron a estar presentes en el posdebate o debate simultáneo de La Sexta (algunos decían que sería un tercer grado de plasma), con Albert Rivera y Pablo Iglesias en el Tribunal de Examinadores, estamos por asegurar que se trataría de una fábrica de crear opinión donde la objetividad brillaría por su ausencia.

Hasta la vista, amigos, que en mi próximo artículo, más que el "cara a cara", ya con los pactos sobre la mesa, quizá debamos hablar del "beso a beso".

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