"El papel de los entrenadores lógicamente es fundamental, y el de los padres. Sobran los comportamientos poco edificantes"
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Una de las mayores ilusiones de los niños es jugar en un equipo de fútbol, baloncesto, etc? Lo hemos hecho todos. Y de mayores nos gusta seguir las evoluciones de los peques en sus distintas escuadras, actualizando el nostálgico recuerdo. La verdad es que da gusto verlos jugar y disfrutamos tanto como ellos.
Como periodista he realizado numerosas entrevistas en las que se hacía referencia desde la 'élite' al altruismo en deportes escasamente remunerados. Por ejemplo un defensa muy bueno del Pub Guyma en División de Honor de fútbol sala, Toño, extremeño, me dijo en una de ellas? "Es bonito buscar el triunfo sin esperar nada a cambio". La sentencia fue titular. Un mensaje en las antípodas del materialismo reinante en algunos deportes de alta competición, especialmente el fútbol.
Evidentemente los que no esperan nada a cambio son los niños, que a través de las competiciones federadas o escolares son felices y acuden a entrenar, incluso en invierno, con el mayor entusiasmo. Les basta con ponerse el traje y competir. A través del deporte también van forjando su madurez, encontrando el desarrollo de sus valores en ese espejo que supone el rigor, la disciplina, el compañerismo y el gesto solidario en el campo de juego, que trasladan luego a su vida.
El papel de los entrenadores lógicamente es fundamental, y el de los padres. Sobran los comportamientos poco edificantes en ocasiones de los progenitores o igualmente de sus propios técnicos, bombardeándolos a voces y consignas o criticando sus errores durante el partido de forma poca elegante.
Para el epílogo, la idea de que muchos niños se fijan en los profesionales, que convierten en ídolos; pero muchos profesionales, que ejercen su estrellato y exhibicionismo en el campo de juego, podían mirar a los niños que ya destacan y, sin embargo, en la propia cancha exhiben su humildad.
Amador Vicente