, 12 de mayo de 2024
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Las escalinatas de Ledesma
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LA mirada de Monette González

Las escalinatas de Ledesma

Actualizado 11/12/2015
Redacción Ledesma

Allá por los años 60 se inauguraban las escaleras de la calle Las Carmelitas, con la visita del entonces gobernador de Salamanca Otera Aenlle

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Allá por los años 60, quizás un poquito antes, se inauguraban las escaleras de la calle Las Carmelitas,y que van desde la avenida de Bernardo Olivera hasta la calle Azucena, y dejando a la mitad de su trayecto en la parte izquierda la Calle Peñascal. Me acuerdo vagamente de un señor vestido de riguroso blanco, con traje de militar y un bigote muy fino característico de ellos. Nos llamaba un poco la atención aquel señor tan elegante y tan tieso, y que no era nada más ni nada menos que un gallego conocido en todo el mundo por su brillante trayectoria como Catedrático en Física y Química, y que en aquellos años era el Gobernador de Salamanca Otero Aenlle.

Por esas escaleras atestadas de ledesminos bajaban en dirección a otra inauguración, que era el asfaltado de la carretera de Las Monjas hasta la Cruz de arriba, como la llamábamos en aquellos tiempos. Y volviendo a las escalinatas, y si mal no recuerdo, hay 21 descansillos y 65 peldaños, más o menos. En la parte de arriba nos juntábamos algunos amigos y hacíamos alguna apuesta, como a ver quién quedaba el último bajando todas las escaleras, y el último se pagaba un plato grande de aceitunas donde Campo, que estaba donde está ahora el Camelo. Allí echábamos unas buenas partidas de futbolín, ya que en bar lo tenía abajo y los futbolines en el primer piso, y esa ventaja era para nosotros que tapábamos las porterías del futbolín y al no entrar las bolas nos tirábamos un buen rato por una peseta, hasta que subía el señor al no oír caer las bolas al cajón y más de uno nos llevábamos un mamporroc

Nos hemos desviado del tema de las escalinatas o escaleras, y solo añadir que también las bajábamos de culo por las barandillas con el consiguiente dolor o quemazón al llegar abajo, más de uno con los pantalones rotos. Y dejamos algo para otro día mientras que nuestras madres nos cosen los pantalones, no sin antes habernos dado algún zapatillazo. Así eramos los muchachos de entonces.

Texto: Monette González / Fotografía: Agustín Martin Tocino.

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