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Isabel Castaño, la más querida de La Querida
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ENCUENTRO LITERARIO CON PENTADRAMA

Isabel Castaño, la más querida de La Querida

Actualizado 10/12/2015
Charo Alonso

Todo en Isabel Castaño, su casa, su pareja, sus hijas, su Carmen, su madre, su familia, el paisaje eterno de su campo charro, su falta de pretensiones, su afecto, su literatura, su delicada belleza, está lleno de armonía (GALERÍA DE FOTOS)

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Isabel Castaño tiene apellido de árbol enraizado fuertemente a la tierra, por eso es imposible sacarla del abrigo de su mesa camilla en torno a la cual teje su vida y alejarla de la casa de RodasViejas donde los hilos de su proyecto cultural La Querida forman ya un tapiz multicolor de cursos, palabras, músicas y amores. Isabel Castaño no se halla en esta Salamanca detenida hoy para escucharla, a ella, a la narradora, a la poeta, a la otra mitad de ese otro mago de las palabras que es Raúl Vacas, aquel con el que comparte el pan caliente redondo y nutricio de sus proyectos editoriales y vitales.

Pentadrama obra el milagro como cada segundo miércoles de cada mes de traernos a la Sala de la Palabra un poeta diferente, una propuesta única. Y hoy el hada leve que mora en las rojas tejas de una finca salmantina, se desprende de las veletas y las ramas para no andarse con ellas y conjurar su rechazo a los actos públicos para dejar que la queramos, a ella, la más querida de La Querida, la casa de Vacas y Castaño donde los talleres tienen magia y las palabras música, y la vieja casa guarda un desván de cuentos dónde soñar que somos niños. Niños como esa niña con la voz quebrada del cristal del rocío que nos acoge en su casa regazo y nos da de comer cantando zarzuelas mientras lava los últimos platos. Isabel Castaño no deja a nadie indiferente, en palabras de la poeta Montserrat Villar, es, junto a Raúl Vacas, el culmen de la capacidad simbólica, el culmen de la ternura, de la consistencia narrativa. Y esa fuerza que señala Villar, poco a poco, con los medidos pasos de quien cose se yergue ante nosotros en la voz aparentemente frágil de esta creadora ajena a su inmenso talento, agradecida y dispuesta a contarnos la génesis de uno de sus libros más originales, esos 22 granos de arroz con los que alimenta la bandada de pájaros que la acompañan a cada paso que da, niña con migas de letras en el bolsillo del delantal.

22 granos de arroz es una propuesta gráfica hermosísima para disfrutar de 22 tautogramas ?texto cuyas palabras deben empezar por el mismo sonido- que nos muestran la capacidad de juego y de sabiduría de quien se atreve a hacerle greguerías al mismo Gómez de la Serna como en Flor de todo lo que queda, publicado en el 2012, Castaño abordó lo tautogramas buceando en la obra de otros autores dedicados a este juego lingüístico y literario, y sobre todo, buceando en el diccionario en un ejercicio demorado de saborear las palabras buscando su grafía, su esencia, su ser, su capacidad para amar y dañar? convertida en la niña que fue en los campos de Aldehuela de la Bóveda porque nadie se demora más en las palabras que los niños. Y fue un niño quien, en una animación a la lectura recordando el juego infantil con el que sus compañeros de escuela buscaban la palabra más larga, quien le puso en las manos el regalo del tautograma: "La palabra más larga es arroz, porque empieza por una a y termina con una z". Fascinada por el hallazgo, la autora se dispuso a escribir sus tautogramas tratando de que las historias estuvieran cómodas en el pequeño recipiente de su ejercicio fonético partiendo de la sílaba que suponía el abrigo y el alimento, ese ma-ma primigenio que se convertía en el más hermoso de los ejercicios en una línea de caligrafía infantil: "Mi mamá me mima".

Todo es armonioso en esta mujer amable, en esta mujer admirable que nos habla con la misma cadencia cariñosa con la que recibe en su casa y nos da de comer, nos ofrece su afecto y su conocimiento. Estoy escuchándola aquí en el Liceo y recuerdo la última vez que la vi, con un tambor entre las piernas escuchando las instrucciones del profesor Lauren Cintado, y el gesto demorado, la intensidad con la que se volvió hacia mí y me preguntó ¿Cómo estás? Todo en Isabel Castaño, su casa, su pareja, sus hijas, su Carmen, su madre, su familia, el paisaje eterno de su campo charro, su falta de pretensiones, su afecto, su literatura, su delicada belleza, está lleno de armonía. Por eso la imaginamos cocinando y cosiendo con calma las palabras, los trabajos y los días, lo amores y los afectos, apaciguando a las gallinas y a los apresurados que recalamos en La Querida. Por eso la escuchamos hoy fuera de su bosque de letras y de troncos en el fuego al abrigo de todas las intemperies, que son muchas y a todos nos pueden mientras ella, la guardiana del fuego y del secreto, inventa talleres y narra sueños, cuenta cuentos y cuentas mientras enhebra una aguja para cosernos las desgarraduras. Entonces entendemos que la suya no es solo poesía para ser leída, sino que en torno a Isabel Castaño florecen los versos y las prosas en una hiedra de vida para ser vivida, para ser amada, para ser ofrecida, y por eso entendemos que es la más querida de La Querida, aquella que hace un acto de amor, de literatura y de solidaridad haciendo poesía.

Charo Alonso

Fotografías: Alberto Martín

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